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Perfil de Jill Biden, la nueva primera dama de EE. UU.
Un amor que empezó hace 43 años llega a la Casa Blanca. Discreta, determinada e inteligente, la esposa de Joe Biden promete romper con el esquema de mujer del presidente. Ha sido la luz en medio de una vida llena de adversidades.
La vida de Joe Biden ha estado marcada por la tragedia. Sin embargo, en medio de sus tristezas, desde hace muchos años ha tenido una gran alegría: Jill. La mujer que desde esta noche es la primera dama de los Estados Unidos ha sido su compañera de múltiples batallas y su mayor fortaleza en los tiempos más oscuros.
Cuando Jill llegó a la vida de Joe, él era un joven senador a cargo de sus dos hijos pequeños. Tras ganar su primera campaña electoral, Biden había perdido a su esposa Neilia y a su hija Naomi en un trágico accidente de tránsito mientras compraban los regalos de Navidad en 1972. Persuadido por sus amigos más cercanos, no renunció a su cargo en el Congreso. Su agenda la dividía entre tiempo con sus hijos y trabajo legislativo; las citas románticas no eran su prioridad.
La historia oficial cuenta que durante meses sus amigos le insistieron que volviera a salir. Finalmente, un día en 1975, en un almuerzo con su hermano Frank, vio un anuncio publicitario con la foto de Jill. “Saldría con alguien como ella", le dijo. Casualmente, Frank tenía su número de teléfono: “Llámala. Te va a encantar, ella odia la política".
Joe la llamó esa misma tarde. Jill sabía quién era por su campaña al Senado y aceptó la invitación. El resto es historia. Por primera vez desde que perdió a su esposa Joe sentía esperanza. “Me devolvió la vida”, escribió Biden en sus memorias. “Me hizo pensar que mi familia podría volver a estar completa”.
Una mañana, los hijos de Biden –Hunter y Beau–, que en ese entonces no superaban los diez años, se acercaron a su padre: “Pensamos que deberías casarte con Jill, ¿no crees?”, le dijeron. Biden les respondió que era una excelente idea. “No tuve el corazón para decirles que ya le había preguntado y me había dicho que no”, confesó en sus memorias.
“Sabía que si me casaba con él tendría que renunciar a mi apartamento, el único lugar que era solo mío”, escribió Jill en sus memorias. “Sabía que tenía que tomarme un tiempo en el trabajo para dedicarme a los niños, darles tiempo para que se acostumbraran a tenerme todo el tiempo en casa. Además, me convertiría en la esposa de un senador... era mucho para pensar".
Jill ya se había divorciado una vez y quería estar segura de que esta vez sí era “para siempre”. Joe hizo la pregunta cinco veces, pero no fue hasta que tuvieron que separarse por varios días, mientras Biden estaba en un viaje de negocios en África, que Jill se decidió a darle el sí.
Hunter y Beau caminaron con ella al altar el 17 de junio de 1977 y comenzaron a llamarla “mamá", y a Neilia la llamaban “mami”. Jill tomó un descanso en su carrera para aclimatarse en su nuevo rol de madre y esposa. Estaba decidida a dedicarse a su familia sin perder de vista su pasión por la enseñanza. En 1980 quedó en embarazo y volvió a la universidad para completar un posgrado en educación. Un año después recibió su máster y a su hija Ashley.
Se tomó dos años para ser madre a tiempo completo y regresó al ruedo como profesora en el programa para adolescentes del hospital psiquiátrico Rockford Center. En 1987 realizó un posgrado en inglés que le permitió comenzar a enseñar en la universidad de Delaware. Mientras tanto, su esposo se preparaba para su quinta campaña al Senado.
Desde el comienzo Jill sabía que ella y Joe perseguían sueños profesionales diferentes, pero eso no sería un impedimento para construirlos juntos. Ella quería dedicar su vida a la educación, él a la política. Mientras Joe organizaba sus campañas electorales, Jill planeaba las clases de inglés que dictaba en una universidad pública.
“Los buenos matrimonios nos empujan, no a convertirnos en otra persona, sino a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos”, escribió Jill sobre el rol de Joe en todo su proceso profesional.
Un año antes de que Barack Obama le ofreciera a Biden la Vicepresidencia, Jill recibió su doctorado en educación con una tesis sobre cómo disminuir el abandono escolar y retener a los estudiantes en los centros. Joe puso entonces un letrero en la ventana de la casa que decía: “Aquí viven la doctora y el senador Biden”.
El año siguiente, Obama ganó las elecciones y Biden se convirtió en el vicepresidente de los Estados Unidos. Jill aceptó un trabajo como profesora de inglés en la Universidad de Virginia del Norte y se convirtió en la primera “segunda dama” en tener un trabajo pago mientras su esposo ocupaba el cargo.
Jill se las ingenió para balancear su trabajo como profesora con sus responsabilidades en la Vicepresidencia. Acompañó al presidente y a la primera dama a numerosos viajes durante los ocho años de administración y frecuentemente utilizaba los vuelos para revisar los trabajos de los estudiantes.
“A veces se me olvida que Jill tiene otro trabajo”, dijo Obama en entrevista con la revista People. “Me volteaba y la veía corrigiendo ensayos, muy diligente. Me causaba mucha curiosidad”, afirmó el expresidente.
Jill ha dicho que en algunas oportunidades organizó con el servicio secreto para dictar clases presenciales. Los agentes se hacían pasar por estudiantes y se sentaban en el corredor con un computador afuera del salón donde ella estaba para mantener un bajo perfil. Sus compañeros de trabajo repiten que ella siempre ha mantenido su identidad muy privada y que incluso se presenta con su apellido de soltera para evitar llamar la atención.
Aunque ciertamente será más complicado, Jill planea hacer lo mismo durante su tiempo en la Casa Blanca. “Voy a continuar enseñando”, dijo en entrevista con CBS News. “Es importante y quiero que la gente valore a los profesores, conozca su contribución y apoye la profesión”.
Pero no todo ha sido color de rosa en los 43 años que llevan juntos. Durante el último año de la administración Obama, los Biden perdieron a su hijo mayor Beau por un tumor cerebral. Luego batallaron juntos la adicción de Hunter a las drogas.
“Ha habido tragedias”, escribió Jill en sus memorias. “Nuestros corazones se han roto, pero el único lugar seguro de los peligros del amor es el infierno. Y una cosa en mi vida ha permanecido siempre igual: Joe y yo siempre nos hemos tenido el uno al otro”.