ESTADOS UNIDOS

Boicot a las elecciones: el plan de Trump para seguir en la Casa Blanca

Donald Trump quiere ganar las elecciones pase lo que pase. Acusa a los demócratas de planear un fraude y anuncia que no reconocerá los resultados si pierde. La democracia, en peligro.

15 de agosto de 2020
El desplome de la economía, su nefasto manejo de la emergencia sanitaria y su respuesta violenta a las manifestaciones contra el racismo han puesto contra las cuerdas a Trump, que se ve perdedor en noviembre. El mandatario compara la votación por correo con el espionaje ruso y dice que podría abrir la puerta a un fraude demócrata. | Foto: Foto: Nicholas Kamm / AFP/Foto: Spencer Platt/Getty Images

Quedan menos de dos meses para las elecciones en Estados Unidos, pero el presidente Donald Trump no parece aceptarlo. Atribuyéndose decisiones que no le corresponden, el mandatario republicano ha sugerido que si lo cree conveniente, podría aplazar la fecha de los comicios, programados para el 3 de noviembre. Mientras el país se prepara para unas votaciones atípicas debido a la pandemia, el magnate asegura que la modalidad del voto por correo se presta para que los demócratas hagan fraude.

La posibilidad de que pueda postergar las elecciones es más que remota, pero el presidente se ve contra las cuerdas y siempre que puede dice que sus rivales se disponen a cometer un fraude de proporciones enormes. El ascenso de la popularidad de su rival demócrata, Joe Biden, y su pésima imagen, que no deja de empeorar, hacen cada vez más improbable su permanencia en la Casa Blanca. Trump, experto en juego sucio, ahora opta por culpar a los demás de querer hacer trampa. En el fondo, el mandatario está empecinado en socavar la confianza de los estadounidenses en su sistema electoral.

En Estados Unidos ha existido por años el sistema de voto por correo para quienes se encuentren fuera del país, no puedan ir a las urnas por enfermedad o lo pidan expresamente. Por eso, ante la pandemia, muchos sostienen que es el mecanismo perfecto para facilitar el ejercicio del voto. No obstante, aplicarlo de manera más generalizada favorecería obviamente a Joe Biden, que le lleva a Trump una ventaja de al menos 14 puntos en las encuestas. Mientras menos gente vote, mejor le va al magnate.

Por eso, el mandatario compara la votación por correo con el espionaje ruso y dice que podría abrir la puerta a un fraude. Escribió en Twitter que “con el voto universal por correo, 2020 será la elección más IMPRECISA Y FRAUDULENTA de la historia. Será un gran bochorno para Estados Unidos”, y abrió el interrogante: “¿Retrasar las elecciones hasta que la gente pueda votar de manera correcta, adecuada y segura?”.

A pesar de la pataleta, varios estados ya han avanzado en ampliar el acceso a esta modalidad de votación, un sistema que durante años no ha producido problemas aparte de incidentes aislados. Para la mayoría de los gobernadores locales, solo habría que mejorar el trámite del voto postal, antes que prohibir su uso.

Pero Trump no solo ataca al sistema de votación por correos, también hace lo posible para boicotearlo. En junio puso a Louis DeJoy, una ficha incondicional suya, al mando del Servicio Postal de Estados Unidos. Desde aquel momento, que coincide con los retrasos en las votaciones regionales de Nueva York, los norteamericanos han notado un aumento en la demora del correo normal. Muchos lo atribuyen a que DeJoy redujo el presupuesto del departamento, lo que produjo ese efecto negativo. Trump habría dado la orden, con el fin de allanar el camino para sabotear las elecciones.


Desde la llegada de Louis DeJoy al mando del Servicio Postal, los norteamericanos han notado un aumento en la demora del correo.

En cuanto a aplazar la fecha, ni siquiera sus copartidarios más extremistas han secundado su disparatada idea. El líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, le dijo a la cadena WNKY: “Nunca en la historia de nuestro país, pese a las guerras, las depresiones y la guerra civil, hemos tenido una elección federal que no se realizara en la fecha prevista”. El senador Marco Rubio, conocido aliado del mandatario, expresó en el Congreso que “desearía que no hubiera dicho eso”, y agregó: “Vamos a tener elecciones en noviembre y serán unos comicios en los que las personas deberían confiar”.

Trump sabe que no está en sus manos aplazar las elecciones. Para Gary Jacobson, profesor de Ciencia Política de la Universidad de California (San Diego), la respuesta es elemental. Como dijo a SEMANA, “Trump solo estaba tratando de agitar las cosas. Está echando humo porque no tiene autoridad para alterar el día de las elecciones, y la idea fue destrozada por líderes de ambos partidos”. La Constitución es clara: solo el Congreso puede cambiar la fecha de los comicios, y los demócratas de la oposición controlan la Cámara Baja.

El presidente tiene motivos para sabotear las elecciones, pues se encuentra en el peor momento de su mandato. Soportado en el repunte de la economía durante sus tres primeros años en la Casa Blanca, ha visto cómo la pandemia ha desplomado los mercados. Esta semana, las estadísticas confirmaron lo esperado: la economía estadounidense está en recesión, tras una contracción histórica de 32,9 por ciento en el segundo trimestre. Al respecto, el Comité Nacional Demócrata señaló la propuesta de Trump como “un intento desesperado de distraer de las devastadoras cifras económicas”. A eso se suma su nefasto manejo de la emergencia sanitaria, que ya presenta casi 5,5 millones de casos en Estados Unidos y más de 170.000 muertes, y su respuesta violenta a las manifestaciones contra el racismo en el país.

Como consecuencia del terreno que pierde con Biden a diario, el mandatario ha optado por deslegitimar las elecciones para precaver una derrota lapidaria. Según un promedio de los sondeos nacionales realizado por el sitio RealClearPolitics, durante seis semanas Biden ha aventajado en la intención de voto a Trump por entre 8 y 10 puntos porcentuales. Como le dijo Jacobson a SEMANA, “Trump teme perder. En lugar de enfrentar que la mayoría de los votantes rechazaron su presidencia, reclamará fraude electoral, tal como afirmó que la mayoría popular de 2,8 millones de Hillary Clinton en 2016 fue proporcionada por votos ilegales. Nunca admitirá su derrota”.

Las consecuencias de que el presidente siga deslegitimando las elecciones pueden ser devastadoras. Luego de utilizar su poder para poner en marcha investigaciones contra sus rivales políticos y favorecer a sus amigos en procesos judiciales, solo le queda poner en entredicho la idoneidad del modelo democrático en Estados Unidos. Lo cual significa echar por el suelo la confianza de los estadounidenses en el proceso electoral.

Los demócratas esperan lo peor. Ante unas elecciones tan atípicas y con la certeza de que el sistema de votación por correo, por su propia naturaleza, requiere de más tiempo para el conteo de votos, temen que Trump se declare ganador anticipadamente. Y no solo eso, también les preocupa que, como ya hizo al militarizar Portland durante las recientes protestas, despliegue agentes federales y de fronteras en las sedes demócratas y en los puestos de votación con la excusa de mantener el orden.


En las elecciones de 2000, un problema técnico obligó a realizar un conteo manual en el crucial estado de Florida, que se extendió hasta diciembre. Algunos prevén que estas elecciones podrían dilatarse por más tiempo.

Por otro lado, grupos de partidarios suyos lanzaron una campaña de demandas judiciales para entorpecer las elecciones y modificar sus procedimientos locales. Y muchos ya prevén que Estados Unidos pase de conocer los resultados de las elecciones el mismo día a esperarlos por semanas, e incluso meses. Nadie espera que Trump asuma la actitud del candidato demócrata Al Gore en 2000, cuando un problema técnico obligó a realizar un conteo manual en el crucial estado de Florida, que se extendió hasta diciembre, y Gore habría podido demandar el proceso y sumir al Gobierno en un limbo de consecuencias imprevisibles. Pero, en un acto de grandeza, resolvió renunciar a ello y reconocer el dudoso triunfo de George W. Bush. En contraste, de suceder algo parecido en noviembre, Trump no dudará en desconocer los resultados y proclamarse ganador.

A pesar de la incertidumbre, muchos estadounidenses no ven la hora de que lleguen las elecciones. Como señaló Barack Obama al refutar la idea de posponer los comicios, estas son probablemente las elecciones más urgentes en la historia de Estados Unidos.