CRISIS
El autoritarismo xenófobo que se impone en Estados Unidos y Europa
El escándalo causado por Donald Trump al detener niños de inmigrantes ilegales es una manifestación del autoritarismo xenófobo que se impone a ambos lados del Atlántico. Europa se divide por las mismas causas, mientras millones sufren un calvario inhumano.
El presidente Donald Trump tuvo tal vez la peor semana de su mandato por cuenta de otra de sus salidas en falso. Varias fotos de niños enjaulados, separados de sus padres inmigrantes ilegales, causaron indignación nacional e internacional que adquirió características de tsunami cuando se conocieron audios de menores que gritaban en español desesperados por sus padres. Y como sucedió pocos días después de que Italia y Malta rechazaron un barco lleno de refugiados africanos, en el mundo se diseminó la sensación de que la xenofobia ha adquiridouna siniestra legitimidad como política estatal.
Se trata de gobiernos autoritarios, de corte fascista, que tienen entre sus banderas la pureza de la raza y el rechazo al diferente. En Estados Unidos ya se sabía desde la campaña, pero con John Kelly como secretario de Seguridad Nacional en marzo de 2017, Trump materializó sus promesas. Lo hizo al emprender una cruzada para considerar delincuente a todo aquel que quisiera entrar de forma ilícita a Estados Unidos. Esa es una modificación importante, pues hasta entonces recibían un tratamiento menos estricto.
Estados Unidos encabeza la lista de los países receptores de solicitudes de asilo con 331.700. Lo sigue Alemania con 198.300 e Italia con 126.500.
Y como el protocolo estadounidense prohíbe detener niños con sus padres, la única solución a su juicio era separarlos, debido a que los menores no están acusados de un delito, pero los padres sí. Cuando estalló el escándalo, se supo que los niños pasan al Departamento de Salud y Servicios Humanos, entidad con 100 albergues en 17 estados, donde actualmente hay más de 11.000 menores alojados en almacenes convertidos en centros de detención temporal y, en algunos casos, ubicados en instalaciones divididas como jaulas.
Uno de ellos está situado en la ciudad fronteriza de Tornillo (Texas). Allí el albergue acogía hasta la pasada semana a unos 280 niños, 70 de ellos menores de 13 años. La política de “tolerancia cero” de Trump ha separado de sus padres, entre el 5 de mayo y el 9 de junio, a 2.342 niños migrantes. De acuerdo con la Academia de Pediatría estadounidense, esa separación implica efectos psicológicos devastadores para los niños: sufren un triple trauma que empieza cuando dejan su país, sigue con la travesía que tienen que enfrentar antes de llegar a Estados Unidos y continúa cuando son separados de sus padres.
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Tras la negativa de Italia y Malta de acogerlo en sus puertos, el buque Aquarius llegó el domingo a la costa de Valencia (España). Llevaba 630 personas a bordo. Foto: Getty Images.
Una de las imagenes que representan la cirisi de los refugiados en Europa. Foto: Getty Images.
El escándalo creció cuando portavoces del gobierno como Kirstjen Nielsen defendieron la política con argumentos descarnados, y cuando el propio Trump agravó las cosas al decir que los inmigrantes eran una peste que “infestaba” a Estados Unidos. Por fin, ante la presión nacional e internacional, cambió su decisión y prometió mantener unidas a las familias. Pero aseguró el miércoles que se mantendría firme en su política porque en caso de no hacerlo, “nuestro país será invadido por la gente, por el crimen, por todas las cosas que no defendemos y que no queremos”. Acorralado por el escándalo y la presión mediática, el magnate aseguró que “firmaría algo” cuando vio que la situación se le salía de las manos. Pero las consecuencias políticas de esta enorme derrota podrían ser devastadoras para él y para su Partido Republicano en las elecciones congresionales de noviembre. (Ver recuadro aquí).
Sin el papel de los científicos, habría sido más difícil lograr echar para atrás la medida de Trump. Profesores de la Universidad de Harvard aseguraron en la semana que la separación desencadena niveles de estrés elevados en los niños, lo cual lleva a síntomas como dolor de cabeza, de estómago, presión arterial alta y ansiedad. Además hicieron énfasis en demostrar que para un menor dejar de llorar no es un indicio de estar bien, por el contrario, puede estar incubando una depresión silenciosa si no recibe el consuelo adecuado.
Europa arde
Y si en Estados Unidos la situación es dramática por esa forma de gobernar en la que se llega a extremos como a establecer políticas de separación, en Europa tiene dividido al continente. Por ejemplo en Hungría, de la mano del primer ministro, Viktor Orbán, el Parlamento llegó al extremo de aprobar una polémica ley que criminaliza la atención humanitaria a los refugiados. Los húngaros ahora tienen prohibido ayudar a quien lo necesite, una muestra de un mundo patas arriba configurado por algunos gobernantes.
Además, la crisis alrededor de la embarcación humanitaria Aquarius concretó las grandes divergencias sobre la política migratoria del continente. El primer ministro italiano, Giuseppe Conte, mantuvo un silencio cómplice cuando el ultraderechista Matteo Salvini, conocido por sus férreas posturas xenófobas, cerró los puertos de su país a este barco que transportaba 629 personas rescatadas cerca de las costas libias, incluidos 140 niños.
Por fortuna, ante el titubeo general de Europa, Pedro Sánchez, presidente de gobierno de España, propuso el puerto de Valencia como punto de llegada del buque para “evitar una catástrofe humanitaria”. Luego de 8 días de travesía y de 1.500 kilómetros recorridos, Aquarius desembarcó en las costas españolas.
La posición de Sánchez contrastó con la de las autoridades de Malta, que rechazaron de tajo la posibilidad de acoger a los candidatos al asilo. La reacción del presidente francés, Emmanuel Macron, tampoco estuvo a la altura, pues permaneció tres días silencioso y, cuando al fin decidió hacer una declaración a través de su portavoz, solo se limitó a recordarle a Italia el derecho marítimo y a felicitar a España por su gesto, sin sugerir que el barco acostara en Córcega o Marsella, costas galas que se encuentran más cerca de Italia que los puertos españoles.
En promedio, el mundo tiene 44.400 personas desplazadas cada día.
Al provocar este dramático episodio, y con la fuerza de su reciente llegada al poder, Conte y la facción de Salvini asumieron el liderazgo momentáneo de Austria, Hungría, Polonia y Dinamarca, las naciones que se oponen a la política abierta de Alemania. El hecho ocurrió precisamente en el momento en el que la canciller alemana, Angela Merkel, quien desde 2015 abrió las fronteras de su país, está debilitada. Su ministro del Interior, el conservador Horst Seehofer, la presiona desde hace varias semanas para que expulse sistemáticamente a todos los migrantes que hayan sido registrados en otros Estados. La posición tradicional de Merkel consiste en estudiar cada caso separadamente para decidir si un solicitante de asilo es expulsado o no.
Con Trump como presidente, las revistas aprovechan para criticar sus decisiones. Esta vez, ‘Time‘ dejó clara su postura. Foto: Getty Images-montaje SEMANA.
La timorata y contradictoria voluntad humanista de Emmanuel Macron y una Angela Merkel bajo presión debilitan el campo de los progresistas. Esta semana, en medio de un encuentro al norte de Berlín, Macron y Merkel anunciaron reflexionar en la creación de “mecanismos” afuera del territorio europeo para evitar que los migrantes económicos alcancen el continente. Se trata, en realidad, de ceder ante la posición del canciller austriaco Sebastian Kurz, y del primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, quienes desean establecer esas “plataformas” de control en los países de salida.
Así, paulatinamente, en Europa se diseminan políticas controvertidas. A la negativa de Italia de acoger a los barcos de migrantes rescatados en el mar, se suman los polémicos centros de detención de Hungría en la frontera con Serbia, donde los solicitantes de asilo se encuentran confinados. La confiscación de bienes y de dinero de los refugiados por parte de las autoridades danesas o las condenas penales en Francia contra aquellos que ayudan a una persona a entrar o a quedarse ilegalmente en el país, son algunos ejemplos de las drásticas medidas coercitivas existentes en el continente.
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Y, sin embargo, las cifras contradicen los discursos populistas que quieren presentar a Europa como un territorio sin control ni ley. La Unión ha logrado limitar considerablemente las entradas ilegales al continente en los últimos dos años. El acuerdo firmado en 2016 con Turquía para evitar las llegadas a Grecia y los acuerdos de las autoridades italianas con Libia para reducir los barcos provenientes del norte de África han dado sus frutos. Según los cálculos del alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, 35.000 personas han llegado en 2018 desde el Mediterráneo, 77 por ciento menos que en 2017.
Y del lado europeo... Tanto Angela Merkel como Emmanuel Macron optan por una política migratoria abierta. En contraste, el primer ministro húngaro Viktor Orbán, criminalizó la ayuda a los migrantes en su país.
Como dijo a SEMANA Kemal Kirisci, experto en crisis humanitarias del Instituto Brookings, “los mismos Estados que establecen los estándares para la protección de refugiados, los abandonan. Esto es llamativo en Europa, donde se encuentran los políticos más populistas en los países con menor número de refugiados, como Polonia, Eslovaquia y Austria. Veo esto como una pequeña parte de un desarrollo más grande: el hecho de que la democracia liberal se encuentra en un estado de regresión en todo el mundo occidental”.
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En esa realidad, los populistas ganan el pulso e instauran, poco a poco, su política en Europa. Con los Estados Unidos de Donald Trump del otro lado del Atlántico, las voces humanistas en los países desarrollados se disipan gradualmente. Como la de John F. Kennedy, quien hace más de 50 años aseguraba en un discurso que “en todas partes, los inmigrantes han enriquecido y fortalecido el tejido de la vida”.
La crisis en cifras
El 20 de junio se celebró el Día Mundial del Refugiado. Acnur presentó unas cifras que dan cuenta de la enorme dimensión del fenómeno en el mundo.
De acuerdo con la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), el número de personas desplazadas por conflictos, violencia o persecución aumentó en 2,9 millones de 2016 a 2017. El Informe Mundial de Tendencias de Desplazamientos Forzados indica que:
- De los 68,5 millones de personas desplazadas en el mundo, 40 millones son desplazados internos; 25,4 millones, refugiados; y 3 millones, solicitantes de asilo.
- En promedio, el mundo tiene 44.400 personas desplazadas cada día.
- Los refugiados provienen principalmente de 10 países: Sudán del Sur, Siria, República Centroafricana, Congo, Burundí, Eritrea, Sudán, Nigeria, Mali y Somalia.
- Estados Unidos encabeza la lista de los países receptores de solicitudes de asilo con 331.700. Lo sigue Alemania con 198.300 e Italia con 126.500.