GRECIA
Grecia regresa a la derecha
La elección de Kyriakos Mitsotakis significa el regreso al poder de una dinastía que, esta vez, promete abanderar el cambio.
Como en la mitología griega, el destino de Kyriakos Mitsotakis parecía escrito. Era predecible que el menor de los hijos del líder del partido político Nueva Democracia, Constantinos Mitsotakis, primer ministro de Grecia entre 1990 y 1993, siguiera los pasos de su padre. Pero Kyriakos había elegido otro camino, al menos inicialmente.
El graduado de Harvard, que desde el 8 de julio gobierna Grecia, se dedicó a la banca antes de probar suerte en la política. Trabajó como analista económico en el Chase Manhattan Bank de Londres y, después, en la firma consultora londinense McKinsey & Company. De regreso a su país, se lanzó a la política en las elecciones de 2004 como aspirante al Parlamento por el partido conservador Nueva Democracia. Comenzó bien: tuvo la mayor votación de su colectividad.
Kryakos Mitsotakis.
La semana pasada, Mitsotakis triunfó, pues el electorado acogió sus propuestas modernizantes, que rompen con las políticas rescatistas de su antecesor Alexis Tsipras, y representa el regreso al poder de la política tradicional. Cabe señalar que en Europa los partidos de centro de derecha están perdiendo fuerza y, para lograr una victoria, generalmente deben negociar coaliciones; pero Mitsotakis obtuvo el 40 por ciento de los votos y la mayoría absoluta de los escaños en el Parlamento (158 de 300). Mitsotakis dice pertenecer al ala liberal del conservatismo, apoya los derechos LGBT, las luchas medioambientales y los derechos humanos. Ello le ha generado problemas internos con su partido, sobre todo a la hora de convencer a sus integrantes de que sería capaz de liderar la colectividad. No obstante, al nombrar su gabinete hubo sorpresas, ya que escogió a varios funcionarios del ala más radical de los conservadores.
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En efecto, los ministros de Inversiones y Agricultura tienen afinidades con la extrema derecha. Y de los 17 miembros del gabinete, Mitsotakis solo designó a dos mujeres, en los ministerios de Educación y Cultura. La cartera de Economía, la de mayor importancia dada la delicada situación fiscal griega, y la urgencia de salvarla, quedó en manos del liberal Christos Staikuras, quien ya ocupó este cargo en el Gobierno de Andonis Samarás, cuando Grecia firmó el segundo rescate con el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea.
Un cambio radical
“El pueblo griego nos ha dado un mandato rotundo para cambiar Grecia. Ahora empieza el trabajo difícil, pero tengo completa confianza en que estaremos a la altura”, dijo Mitsotakis tras su posesión. Así, el nuevo primer ministro no se tomó el periodo de gracia de los 100 días, sino que asumió su cargo inmediatamente en una ceremonia presidida por los máximos jerarcas de la Iglesia ortodoxa griega. Con esto mandó un mensaje contundente: no hay tiempo que perder.
Alexis Tsipras evitó que la crisis económica empeorara, pero sus recortes fiscales costaron la recolección.
Mitsotakis prometió rescatar a Grecia de su crisis económica, y para ello planteó tres ejes claves: menos impuestos, más empleos y más inversión extranjera. Literalmente, en este caso, el tiempo es dinero. No obstante, expertos aseguran que alcanzar estas metas resulta un tanto utópico, más si se tienen en cuenta las difíciles condiciones que encuentran.
Alexis Tsiprias, líder del partido de la izquierda radical Syriza, perdió por sus políticas económicas.
En efecto, los votantes castigaron al primer ministro saliente Alexis Tsipras. Y lo hicieron, en gran medida, por haber asumido, en contra de su propio discurso, políticas de austeridad que, paradójicamente, redujeron el déficit fiscal. Empero, la izquierda cuenta con una importante base electoral. La coalición liderada por Tspiras obtuvo el 31,5 por ciento de los votos. Solo perdió el 4 por ciento de las papeletas alcanzadas en 2015 cuando asumió el poder. Esto puede significar un desafío para el nuevo jefe del Gobierno en las decisiones que necesiten un apoyo mayoritario en el Parlamento.
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La cruel paradoja
Grecia, cuna de la civilización, ha sido muestra tangible de los peores males de esta en los últimos tiempos; sus ciudadanos han soportado un drástico declive, producto de la peor crisis económica de la historia reciente del país. A finales de este año, se cumplirá una década del disparo de la deuda pública, también de las agitaciones sociales y políticas. En los últimos nueve años, Grecia ha tenido gobiernos de todos los bandos políticos. Los ingresos en los hogares, en promedio, han reducido en un 40 por ciento en la última década.“Nada de ir al súper; los precios son imposibles. Compramos fruta y verdura en el mercadillo semanal, y solo comemos carne y pescado cuando algún vecino o familiar nos los trae de su pueblo”, contó Stefanidu a El País de Madrid. Este caso retrata la difícil situación de la clase media helena.
El nuevo primer ministro deberá hacerle frente no solamente a la urgente crisis fiscal, sino también a los miles de migrantes y refugiados que no paran de llegar a las costas griegas.
Además de la grave crisis finanicera, Mitsotakis tendrá que hacerle frente a otro problema heredado: el de los migrantes. La ubicación de Grecia resulta estratégica, ya que constituye la entrada para los países europeos. Sin embargo, la mayoría termina retenida indefinidamente en campos de paso para migrantes. Esto ha traído dificultades a la región del Egeo, particularmente a las islas de Lesbos y Samos, donde los migrantes superan en número a la población local.
Esos lugares de concentración han afectado la llegada de turistas, una tendencia preocupante en un país que depende, en gran medida, de los ingresos por este sector y que ha pasado por una crisis financiera de magnitudes trágicas. El nuevo primer ministro propone agilizar los procesos migratorios en el país. En caso de que la persona no merezca asilo, plantea regresarla a su lugar de origen. Mitsotakis ha sido crítico de la administración pasada en cuanto a esto, pues dice que dejó miles de migrantes en espera.
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El pueblo griego se enfrenta a una odisea, que puede, según la capacidad de reacción y agilidad del nuevo Gobierno, tener un final trágico o heroico. Como la historia milenaria de la cuna de la democracia.