FRANCIA

Protestas en Francia por la reforma pensional: Libertad, fraternidad, ¿igualdad?

La movilización contra la reforma pensional es la más importante de la última década. Emmanuel Macron resiste la huelga de trabajadores que exigen no perder sus privilegios. Se juega el todo por el todo.

14 de diciembre de 2019
En la primera protesta contra la reforma pensional de Emmanuel Macron, más de 285.000 personas marcharon en las principales ciudades del país. Al cierre de esta edición, la huelga continúa.

Bajo la lluvia intensa, París despliega el caos de la huelga en esta mañana de diciembre.  Bicicletas, monopatines y motos zigzaguean entre los carros paralizados por trancones de decenas de kilómetros. Los torrentes que caen del cielo parecen aliarse con los parisinos que, para protestar contra la reforma pensional del gobierno, paralizaron su ciudad, sin trenes ni metro, ni buses, inundada de agua y de rabia.

Al cierre de esta edición, Francia seguía en huelga contra el proyecto del gobierno de modificar el sistema de pensiones. Se trata de la movilización más importante de los últimos diez años. El anuncio de crear un régimen universal provocó un paro indefinido en la empresa de trenes, en el transporte de París, en hospitales y aeropuertos. Y se unió un porcentaje importante de profesores, policías, recicladores, estudiantes, ejecutivos e, incluso, bailarines del ballet de la Ópera de París.  Desde el 5 de diciembre, varias manifestaciones en todas partes del país han reunido en cada oportunidad alrededor de 500 mil personas.

¿Cómo funciona el sistema de jubilación?

El sistema de jubilación galo actual corresponde a una estructura clásica de reparto: un seguro público en el que los trabajadores aportan cotizaciones para pagar las pensiones de los retirados. En Francia, 42 regímenes cohabitan en ese sistema. El más importante es el de los empleados del sector privado, que abarca el 80 por ciento de los retirados y en el que la edad de jubilación es de 62 años. El resto son regímenes especiales creados para responder a las características de una profesión, como los abogados o agricultores. Pero también a las del sector público, como los profesores, la policía nacional, el transporte ferroviario o el transporte colectivo en las ciudades.

Los empleados de estos regímenes especiales pueden jubilarse más temprano, en función de las particularidades de su oficio y de su sector. Así, un bailarín puede retirarse a los 42 años, un minero a los 50 y un conductor de tren a los 52. En estos casos, el tiempo cotizado y los salarios en los que se basa el monto de la pensión también varían. 

Al presidente se le juntaron varias protestas. Desde hace unos meses los estudiantes también salen por el alto precio de las matrículas. Incluso, el estudiante Anas K. se inmoló agobiado por las deudas.

Con la reforma del presidente Emmanuel Macron, todas las estructuras se fusionarían y tendrían las mismas reglas. “Un sistema único corresponde al alma francesa, pues es una bella construcción intelectual teórica que produce más igualdad, uno de los valores de la República Francesa”, explica a SEMANA Alain Trannoy, economista y director de estudios en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Marsella. Para el gobierno se trataría de un sistema en el que lo cotizado por cualquier empleado o funcionario en euros se convertiría en puntos que, a partir de los 62 años, permitirían jubilarse.

El principio de una organización universal, como existe para la salud, parece loable. Pero la reforma cambiaría radicalmente los beneficios sociales adquiridos desde el final de la Segunda Guerra Mundial en Francia. “La integración de todos en un régimen universal es deseable. La integración en un régimen homogéneo no es posible. Un profesor de universidad puede trabajar hasta una edad avanzada. Pero no es sensato para un albañil trabajar luego de los  60 años, dice Trannoy.

Reforma pensional: medidas económicas

Macron propuso estas medidas durante su campaña como un proyecto de sociedad más justa, que se alinearía a la política de austeridad de la derecha europea. En 2018, el sistema tenía un déficit de 2,9 mil millones de euros. Es decir, 0,1 por ciento del Producto Interno Bruto. Y, según el Consejo de Orientación de Pensiones, la deuda alcanzará al menos los ocho mil millones de euros en 2025 si las reglas de juego no cambian. 

Por primera vez, desde 2010, todos los sindicatos piden continuar la huelga. Según las encuestas, 68 por ciento de los franceses está contra la reforma pensional.

Por eso, algunos economistas señalan que el sistema de puntos propuesto por el gobierno va a inscribirse en una lógica de disminución del monto de las pensiones. “Con este sistema, el trabajador sabrá exactamente cuántos puntos acumula, pero no conocerá con anticipación el monto de su pensión, pues el valor del punto podrá calcularse según la esperanza de vida. Si esta aumenta, las pensiones podrán bajar”, explicó a SEMANA Michaël Zemmour, profesor de economía de la Universidad Paris 1 Panthéon-Sorbonne.

Otra medida polémica es la creación de una “edad de equilibrio”, considerada como una manera subrepticia de aumentar la edad de jubilación. Este mecanismo consiste en proponer a los empleados trabajar más allá de los 64 años para que reciban una pensión más grande.

Para sus detractores, se trata de incitar a los más desfavorecidos a trabajar hasta el fin de sus días con la esperanza de ganar más dinero. Por todas estas razones, la gente protesta  masivamente, en un momento difícil para el presidente y su política neoliberal de desarrollo, progreso económico, apoyo a la iniciativa privada y al esfuerzo individual. 

Para una parte de los franceses que no se identifica con ese discurso, el candidato de centro de 2017 se ha convertido en el “presidente de los ricos”, que no se preocupa por el bienestar de sus ciudadanos, sino por el equilibrio financiero. Esta política provocó, en parte, las manifestaciones de los ‘chalecos amarillos’, que salen a las calles desde hace un año todos los sábados contra “Macron y su mundo”.

La más larga de las manifestaciones ha sido la de los chalecos amarillos, que ya llevan más de un año marchando cada sábado contra Macron. Ellos lo apodaron el “presidente de los ricos”.

Hoy, la situación es más complicada, pues el inconformismo ha desembocado en la soñada “convergencia de luchas”, que reúne a buena parte de la sociedad. Según las encuestas, 68 por ciento de los franceses se oponen al proyecto. “El gobierno explica que los que protestan lo hacen para conservar sus privilegios, pero lo cierto es que es una reforma que toca a todo el mundo, en un contexto en el que muchas empresas no contratan a alguien de más de 55 años”, analiza Zemmour.

Para neutralizar la protesta, el primer ministro, Édouard Philippe, detalló el miércoles sus medidas con un tono conciliador e hizo algunos anuncios para satisfacer a los reformistas y, al  mismo tiempo, a sus opositores. 

Prometió una aplicación progresiva de la ley, garantías para los funcionarios y el control del valor de los puntos que determinarán el monto de la pensión. A pesar de su estrategia de apaciguamiento, el gobierno no satisface a la izquierda, que considera todavía que el presidente destruye el sistema actual, ni a su electorado de derecha, que ha votado por él con la esperanza de transformar radicalmente un país, según ellos, anquilosado en sus privilegios.

Ahora, por primera vez desde 2010, todos los sindicatos piden continuar la huelga, a pesar del llamado del Gobierno a regresar a la mesa de diálogos para terminar de preparar el proyecto de ley antes del final de año.