QUE ENTRE EL DIABLO Y...

Confuso panorama tras golpe de Estado en Uganda.

2 de septiembre de 1985

Después de tres días de pillaje, alboroto y disparos esporádicos, gestos mediante los cuales celebraron los soldados de Basilio Olara Okello la caída del presidente civil Milton Obote, el orden público fue restablecido en Kampala. Okello, un general de brigada de edad enigmática (unos aseguran que tiene 71 años y otros que no pasa de los 40) surgió como el nuevo hombre fuerte de Uganda, pequeño país centroafricano que ha conocido en los últimos 20 años algo parecido a las 7 plagas de Egipto: violencia, miseria, rivalidades tribales, enfermedades, desgobierno, etc.
Okello no era conocido siquiera como un oficial de primer plano. Implementó el golpe de Estado mediante un alzamiento militar en el norte del país, donde él estaba al mando de la décima brigada del Ejército. En cuestión de horas, sus tropas avanzaron sobre la capital venciendo la resistencia de algunos sectores leales al mandatario civil y entraron en la capital en medio de una euforia popular que pronto, gracias al concurso de los uniformados golpistas, degeneró en saqueos de almacenes y de casas de extranjeros.
Para que retornara la calma, Okello tuvo que ordenar a la soldadesca devolver los objetos robados durante los desórdenes y disparar al aire contra los últimos "eufóricos".
Obote, incapaz de hacerle frente al desencadenamiento militar huyó hacia Kenya donde el gobierno de Daniel Arap Moi le concedió refugio.
Experto en complots y golpes de Estado, Milton Obote era asi, por segunda vez en quince años, víctima de su propio invento. En 1966, siendo flamante primer ministro, él derrocó al presidente Edward Mutesa, y detentó el poder en forma arbitraria hasta que otro personaje aún más aviezo, el general Idi Amín Dadá, le quitó el puesto mientras se encontraba en Singapur. En 1980, al año siguiente de que las tropas de la vecina Tanzania respondieran a una invasión ugandesa y llegaran en su carrera hasta las calles de Kampala provocando la caída de Amín, Milton Obote se hizo elegir presidente de la República, cargo que desempeñó sin fortuna hasta este sábado 27 de julio.
Lo que el general Okello proclamó desde el primer día de su poder, no tiene nada que envidiarle a la retórica de todos los golpistas que en el mundo ha sido: que restablecería la democracia, convocaría en el lapso de un año a elecciones libres, y que por lo demás, quedaba suspendida la Constitución, cerradas las fronteras, disuelto el Parlamento y detenidos los ministros.
Sólo un nuevo elemento vagamente esperanzador se asoma en la presentación en sociedad del nuevo mandatario: "Las tribus de Uganda ya han sufrido suficiente. No serán perseguidas más, ni lanzadas represalias contra los ugandeses inocentes por su pertenencia étnica, religiosa o política. La unidad nacional será restituida. Una Uganda, una nación". Son estas las frases que constituyen los imperativos aparentes de Okello, quien estaría así apuntando al nudo de problemas que explica en gran parte la inestabilidad política de un país que ha sido erigido sobre cimientos endebles: la abolición forzada de sus cuatro reinos vernáculos.
El imperio colonial británico, experto en construir estados y trazar fronteras entre nacionalidades diversas, hizo de Uganda, hasta la declaración de Independencia de octubre de 1962, un conglomerado de 14 millones de personas casi todas pertenecientes a múltiples etnias Bagandas, Acholis, Langis, Ankoles, Lugbaras, Karamojongs, etc., ante cuyas rivalidades no han sido ajenos los caudillos militares ni los mandatarios de turno. De hecho, los sucesos de la semana pasada no pueden ser entendidos si no se mira la forma concreta que asumen esas rivalidades actualmente. Por ejemplo, los soldados del general Okello son probablemente miembros de la tribu Acholi (que es la del alto militar), mientras que el sector de Obote es de la etnia Langi. Los Acholis se habían aliado desde 1979 a los Langis, maniobra que hizo posible el derrocamiento de Idí Amin, quien pertenece a la etnia Lugbara.
Pero los Acholis son hoy casi la mitad del Ejército ugandés y han visto cómo los Langis han aumentado su dominio en los puestos claves de las fuerzas armadas. Tales tensiones aparentemente condujeron a la muerte, en un accidente de aviación, del jefe del Estado Mayor del Ejército, hecho que fue reivindicado por los Acholis. Pero lo que finalmente hizo estallar la alianza de las dos etnias fue la repartición del lote de armas entregado a Uganda por Corea del Norte. Se rumora que, en represalia, hubo hasta un atentado contra la vida de Okello, lo que precipitó los acontecimientos de la semana pasada.
Otra figura en este rompecabezas es Yoweri Museveni, ex ministro de Defensa y ahora cabecilla del mayor grupo guerrillero de Uganda, el NRA, que está apoyado por dos etnias: la Ankole y la Baganda, la principal del país. Museveni, quien abandonó su cargo de ministro bajo Obote para irse al monte a combatir las fuerzas leales a éste, se había reunido secretamente con oficiales Acholis en diciembre pasado, para planear la caída de Obote. Esto coincide con las declaraciones del jefe guerrillero desde Gotemburgo (Suecia), según las cuales él estaría dispuesto a participar en el nuevo gobierno "a condición de que se garantice la paz y la democracia". Participación que sin duda acogerá Okello, pues nada le sería más incómodo que tener que seguir peleando contra el NRA. Pero el "marxista" Museveni ha hecho saber que por ahora él no regresará al país.
Otras fuerzas guerrilleras, la UNFR que responde a los intereses de Idi Amin, y el Fedemo, cuya base es de la etnia Baganda, entrarían también en conversaciones para poner fin a la guerra civil. Idi Amin declaró desde el exilio, que apoyaría al nuevo régimen, pidió la liberación de los presos políticos, y dio a entender que estaría listo para regresar al país. Pero el general Okello está lejos de ser un nostálgico de la era Amin. Durante el gobierno de este último, Okello tuvo que irse a vivir en el exilio a Tanzania.
¿Traerá la paz el general Okello? Nadie apuesta a eso hoy en día. Okello ha sido parte de la pesadilla ugandesa. Durante el segundo gobierno de Obote fueron muertas entre 200 y 300 mil personas, según cifras de la oposición, gracias a desplazamientos forzosos de comunidades enteras, represión militar, ataques de la guerrilla, etc. En esto Obote no se diferenció de Idí Amin, quien fue acusado de ser responsable de ese mismo número de muertos en sus ocho años de gobierno. El Ejército ugandés, por otra parte, sistemáticamente tortura a sus prisioneros y practica el terror contra la población, especialmente en el "Triángulo de Luwero", teatro de combates y masacres al norte de Kampala.
Uganda aún no ha podido, como Tanzania y otros países africanos, producir jefes de Estado nacionalistas. Obote, que parecía al comienzo enderezarse hacia ese lado, terminó sumergido en los conflictos étnicos y manchado de sangre. ¿Quién es Okello para romper con esa perniciosa tradición?