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¿Qué es y para qué sirve la coronación de Carlos III?
Todo el mundo está hablando del magno evento de la realeza británica que será noticia este fin de semana, pero pocos conocen su origen, complejos detalles y significado. Encuentre aquí algunas respuestas para comprender mejor la ceremonia, que se realizará por primera vez en 70 años.
De los diez tronos de Europa, solo el Reino Unido mantiene esta tradición, pues las otras monarquías optaron por ceremonias más sencillas hace mucho tiempo. En España, por ejemplo, con una historia monárquica tan antigua como la británica, no se realiza desde la Edad Media, así que, cuando Felipe VI subió al trono, en 2014, no fue coronado sino proclamado. Otras casas reales han preferido actos como la investidura, la jura o la entronización de los nuevos jefes de Estado.
Pero como los británicos aman la pompa y circunstancia (”aquí hacemos las cosas así”, dicen), qué mejor escenario que esta deslumbrante celebración, que puede ser definida, simplemente, como el solemne momento en que el nuevo rey es revestido con una tiara sobre sus sienes y otras joyas de la corona.
No obstante, hay mucho más y, de hecho, ese es solo un breve instante en medio de toda una parafernalia cuyo origen se remonta al Medioevo. De acuerdo con expertos de la Abadía de Westminster, donde han sido coronados los reyes de Inglaterra desde 1066, la coronación es un rito sacro, que ocurre hacia el final de una misa parecida a la católica.
Una buena manera de entender la ceremonia es explicar lo que no es. Para comenzar, no marca el comienzo del reinado, al estilo de la posesión de los presidentes en repúblicas como Colombia o Estados Unidos. Constitucionalmente, un nuevo rey sube al trono apenas su antecesor muere, porque el puesto nunca puede estar vacante.
De todos modos, apenas la reina Isabel murió, se realizó el Accession Council o Consejo de Ascenso, en el cual se confirmó el cambio de rey. En la coronación, que suele tener lugar pasados unos meses de la desaparición del anterior rey, suceden tres cosas que no se dieron en aquel comité en el Palacio de St. James.
Primero, corroboran los expertos de la abadía, tiene un significado religioso, pues en ella el rey se comprometerá ante Dios a cumplir sus deberes. Segundo, le prometerá al pueblo servirle. Y, tercero, luego de un tiempo prudencial de duelo, en este caso por la popular y amada Isabel II, habrá llegado la hora de la celebración del nuevo reinado, de una forma que hubiera sido inapropiada hace ocho meses, cuando ella falleció.
Como el rito sacro que es, la ceremonia la preside el arzobispo de Canterbury, el prelado más importante de la iglesia anglicana, cuyo supremo gobernador es el rey, un cargo que se inició con Enrique VIII, célebre esposo de Ana Bolena. Su esquema permanece invariable desde que San Dunstán de Canterbury lo creó para el rey Edgar I en 973 y consiste en los siguientes pasos.
En el reconocimiento, Carlos será presentado y aclamado por el pueblo. Luego vendrá el juramento a Dios de que cumplirá con la ley, a lo que seguirá la investidura, con diversos elementos de las joyas de la corona, como dos cetros y el orbe, entre otros. A ello seguirá, finalmente, la imposición de la corona de San Eduardo por parte del arzobispo y el homenaje de los asistentes. Concluido el programa, vendrá la procesión de coronación. Desde 1902, cuando se coronó a Eduardo VII, se acostumbra que la familia real aparezca en el balcón del Palacio de Buckingham.
En la Abadía de Westminster, escenario de la ceremonia desde 1066, los actos tendrán lugar en el Teatro de la Coronación, donde se ubicarán las sillas en que se sentará Carlos durante los diversos pasos. Asimismo, él se cambiará varias veces de vestuario, con prendas que usaron antecesores como su bisabuelo Jorge V o su abuelo Jorge VI.
La música será muy importante, pues, como en una película, le dará a la ceremonia su aire de solemnidad, grandeza y espiritualidad. Al respecto, en los archivos reposan piezas compuestas especialmente por genios como Georg Friedrich Händel. Sin embargo, Carlos, un amante y experto de este arte, mandó a componer doce nuevas partituras para su gran día.
A pesar de que el modelo es el mismo desde hace tantos siglos, no ha dejado de verse influenciado por los avatares de la política, la economía o los cambios socioculturales y tecnológicos. Desde la Edad Media, se atesoró la Royal Regalia, colección de joyas y otros elementos que simbolizan el poder y majestad del rey, y que solo se usan ese día.
Pues bien, tan valioso patrimonio se perdió a mediados del siglo XVI, durante la Guerra Civil Inglesa, en la cual el rey Carlos I fue ejecutado y la monarquía derrocada. La mayoría de las piezas fueron fundidas o vendidas, pero se volvieron a hacer o recuperar en 1661, cuando se reinstaló el trono con la coronación de Carlos II, de quien descendían Lady Di y la reina Camila (sí, ellas eran parientas). La tradición de estas prendas ya era tan vieja, que no se sabía para qué servían algunas de ellas.
En épocas más recientes, la mayor innovación marcada por el avance de los tiempos se dio con la coronación de Isabel II, al ser la primera en ser transmitida por televisión. Eso sí, ella prohibió que las cámaras tomaran la unción, el momento más sagrado y misterioso del rito. En efecto, fue la primera gran transmisión por la pantalla chica, con 27 millones espectadores. Carlos tampoco permitirá que esa parte sea vista.
Asimismo, cada monarca ha usado estos actos para darle relevancia al aspecto de su mayor interés. En la Edad Media, a reyes como Henry III les interesaba que quedara clara su condición de elegidos de Dios. De ahí tanto brillo proveniente del oro y las gemas preciosas de los ropajes y joyas, pues se asocia con el resplandor de la divinidad.
Isabel I, la mujer que convirtió a Inglaterra en una potencia mundial y conocida por la interpretación que hizo de ella Cate Blanchett en el cine, subrayó su carácter de reina protestante, así que introdujo otra novedad significativa: la ceremonia en inglés y no en latín, para tomar distancia del Vaticano, sede del catolicismo y de su mayor antagonista religioso: el papa.
Carlos no es ajeno a ello. Como la coronación quiere reflejar el papel del monarca y la monarquía en un Reino Unido cada vez más diverso, introdujo novedades como una procesión de líderes de otras confesiones religiosas, como el judaísmo, el islam o el sijismo.
Como el país sufre una fuerte crisis económica, se ha esforzado por abaratar los costos. De todos modos, en momentos de depresión, la coronación surge como una manera de levantarle el ánimo al pueblo, dar la sensación de un nuevo comienzo y relanzar a la nación ante el mundo, a través del mayor elemento de su marca país, la monarquía.
Además, quiere verse moderno y ajustado a los nuevos vientos, por lo cual, suprimió costumbres como que los nobles le rindan pleitesía, que vistan sus aparatosos y anticuados trajes ceremoniales o le lleven lingotes de oro.