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¿Qué pasó de verdad en Venezuela?

Maduro parece haberse salido con la suya, pero la insurrección le quitó la confianza en su entorno más cercano. Hoy descansa sobre un nido de alacranes que lo pueden picar en cualquier momento.

4 de mayo de 2019
El plan habría fracasado porque Juan Guaidó y Leopoldo López se apresuraron a lanzarlo 24 horas antes. Lo habrían hecho porque el Gobierno ordenó trasladar a López a la cárcel de Ramo Verde. | Foto: Foto: VOLUNTAD POPULAR / DPA

Todo indica que, si los protagonistas del levantamiento para tumbar a Madura hubieran seguido el libreto original, el dictador no estaría hoy gobernando Venezuela. Detrás de los eventos del martes había toda una trama de negociaciones que le habrían abierto las puertas a una transición, incluso con una ruta legal por medio del Tribunal Supremo de Justicia. En esa operación a gran escala la participación militar hubiera sido tan solo una de las patas de la mesa que no se sostuvo.

Pero los acontecimientos que estaban previstos para el 1 primero de mayo, se adelantaron para el 30 de abril. Lo dice un sinfín de fuentes periodísticas, tanto las consultadas por SEMANA como aquellas referidas en investigaciones de otros medios e, incluso, las revelaciones del Gobierno de Estados Unidos.

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El plan consistía en forzar la renuncia de Nicolás Maduro, para lo cual el ministro de la Defensa Vladimir Padrino López desempeñaría un papel clave. Junto a comandantes de alta graduación del Ejército, tenía el rol de garantizar que los militares respaldaran el levantamiento contra Maduro y evitar que este respondiera con plomo. En la componenda también estaría comprometido el jefe de los servicios de contrainteligencia, Iván Hernández Dala, quien además funge como jefe de la Guardia de Honor Presidencial.

Si el plan se hubiera cumplido, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, habría sentado las bases institucionales al declarar que Maduro había abandonado el cargo. Según la Constitución, si el presidente abandona el cargo en la primera mitad del período el mando debe recaer en el vicepresidente o, en su defecto, en el presidente de la Asamblea Nacional, que hoy es Juan Guaidó.

Sin embargo,  la “conspiración” de la semana pasada no incluía a Guaidó como presidente interino. Para que los militares aceptaran algún tipo de transición la alternativa no podía ser él. Por eso habrían acordado una fórmula colegiada que lo incluyera al lado de altos mandos militares.

Diosdado Cabello y Nicolás Maduro reaccionaron con violencia. Tanto el general Padrino como el magistrado Moreno habrían formado parte del complot.

Aparentemente Guaidó aceptaba esa salida a pesar de que en la actualidad encabeza el parlamento venezolano y más de 50 países lo reconocen como presidente “interino”. Pero en la negociación del pacto, los complotados del chavismo exigían que el Tribunal Supremo mantuviera la tesis de que la Asamblea que Guaidó preside está en “desacato” y, por tanto, él no podía portar la banda presidencial. En esta tesis no se hubiera presentado un cambio inmediato del chavismo por la oposición, sino por una junta cívico-militar en que el tribunal manejaría la transición.

Según Elliott Abrams, enviado especial de la Casa Blanca para la crisis venezolana, estos acuerdos, que finalmente no se concretaron, estaban plasmados en un documento del cual él tuvo conocimiento. John Bolton, asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, y el secretario de Estado Mike Pompeo, ratificaron que los tres nombres claves en esa negociación fueron Vladimir Padrino López, ministro de Defensa; Iván Hernández Dala, jefe de la Guardia Presidencial, y Maikel Moreno, presidente del tribunal. Pompeo habría decidido delatarlos para cobrarles el incumplimiento. Y, de paso, para notificarle a Maduro que vive en un nido de alacranes.

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Varias fuentes señalan que el hombre clave en la negociación era el empresario Raúl Gorrín. Este es un millonario surgido bajo la sombra del chavismo, acusado de participar en esquemas de lavado de dinero y de pagar sobornos por 159 millones de dólares a funcionarios venezolanos. Por eso el Gobierno estadounidense incautó sus propiedades en Estados Unidos en 2018. Sin embargo, hace algunas semanas el Departamento de Estado sacó a la esposa de Gorrín de la lista de sancionados por el Departamento del Tesoro, lo cual para los observadores explica la colaboración del empresario en el “golpe”.

Todo estaba preparado para el primero de mayo pero un día antes, el 30 de abril, todo cambió. Se filtró que iban a trasladar a Leopoldo López, quien estaba en detención domiciliaria, a la prisión militar de Ramo Verde donde había pasado los primeros tres años de su condena. No está claro qué llevó a esa decisión, pero inmediatamente puso en alerta a sus seguidores encabezados por Guaidó. Al enterarse, él y López decidieron actuar.

Los pocos militares que se sumaron a la revuelta usaban bandas azules para identificarse.

El director del Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia) Manuel Cristopher Figuera, quien asumió ese cargo apenas hace algunos meses por decisión de Maduro, habría cambiado de bando y le ordenó a sus hombres que custodiaban a López que lo dejaran salir de la casa.

De ahí los dos se trasladaron al intercambiador Altamira, el sitio donde estaba previsto el encuentro con los militares, por su cercanía con la base aérea de La Carlota. Sin embargo, al llegar al lugar se dieron cuenta de que la Operación Libertad comenzaba a fracasar. Fuera de los pocos militares con los que llegaron al puente, no aparecieron los contingentes de apoyo esperados.

¿Por qué fracasó esa operación? Aunque hay varias teorías, todas coinciden en que el hombre clave de la conspiración era el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López. Todos coinciden en que derrocar a Maduro no es posible sin la complicidad de Padrino. Se sabe en todo caso que él participó en las conversaciones sobre el levantamiento, pero no en cuál condición. Pompeo lo presentó como un oportunista que se asustó a último momento. Jaime Baily asegura que la cosa se dañó porque Padrino exigió ser el presidente interino. El diario The Wall Street Journal, por su parte, dice que Padrino actuó en las negociaciones como un agente doble del Gobierno cubano. En otras palabras, que él se hacía el traidor pero en fondo estaba haciéndose pasar por aliado de los gringos y de los opositores para  sacarles información. Cualquiera  de esas tres versiones podría explicar el fracaso.

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Mike Pompeo tiene otro relato. Ha dicho que Maduro supo de la conspiración y, al ver movimientos militares, decidió salir hacia Cuba. Sin embargo, según la versión del secretario de Estado, el Gobierno ruso lo habría convencido de no abandonar el cargo ni el país. Esa versión ha sido desmentida tanto por Rusia como por Maduro, quien afirma que esas “mentiras” buscan dividir a las fuerzas revolucionarias.

El jueves, de hecho, el mandatario amaneció en un acto desordenado, rodeado de unos 4.500 soldados, para ratificar que está al frente del país con el respaldo la Fuerza Armada Nacional (FAN). Fue el punto central de su mensaje de transmisión obligada y simultánea por los medios públicos y privados. Con él, apareció el alto mando militar, incluidos Padrino López y el director de su guardia presidencial Iván Hernández Dala. Ante ellos, el mandatario chavista pidió máxima lealtad a los uniformados y derrotar en los cuarteles a quienes “se venden a los dólares de Washington”.

A su lado estaba Padrino López, impertérrito. Cuando habló, mantuvo un discurso con rasgos institucionales. Llamó a la unidad de la tropa, a no caer en la tentación ni en las manipulaciones que, según dijo, buscan que haya enfrentamientos entre los militares. Y reiteró que la oposición “no tiene una propuesta seria para la Fuerza Armada, ni para el país”. Más tarde en una alocución llevó la oratoria gobiernista a un nivel más alto gritando: “Si para defender la revolución hay que usar las armas, las usaremos”.

A pesar de todas estas proclamaciones, todo indica que el pilar que sostiene a Maduro en el poder –la lealtad de los uniformados– ya no está garantizado. Eso sí, tampoco los opositores han logrado inclinar la balanza a su favor. Javier Ignacio Mayorca, investigador de InsightCrime y analista militar, afirma que la incondicionalidad de las Fuerzas Armadas está flaqueando. “La deserción del general Manuel Cristopher Figuera (jefe de la inteligencia) ha sido sumamente importante, y quizá determinante para el ‘timing’ de este alzamiento que resultó fallido, y para la posterior revisión de las lealtades. Creo que Maduro debe estar contando sus cañones”.

En las primeras horas los manifestantes intentaron entrar a la base aérea de La Carlota. Más tarde incendiaron un bus. Pero la cosa no prosperó.

Para Mayorca no deja de llamar la atención que el día del alzamiento, si bien no hubo apoyos en las unidades militares, tampoco hubo rápidas manifestaciones de lealtad a Maduro. Los expertos sugieren poner la mirada más allá del alto mando, en los comandantes de batallones, de bases navales, de grupos aéreos, de brigadas militares. Un quiebre sin Padrino podría ocurrir en esa segunda línea de mando.

Pero para ello es necesario que la transición incluya tanto a la oposición como al chavismo. Después de todo, Guaidó hasta ahora solo les ha ofrecido una ley de amnistía. Él mismo reconoce que eso no es suficiente y que hay que ir más lejos. Es decir, no solo amnistía sino también participación y garantías.

La ONG Control Ciudadano ha determinado que más del 50 por ciento de la tropa armada no está incursa en delitos de corrupción y el 70 por ciento de sus oficiales no ha participado en actuaciones violatorias de derechos humanos. Según su directora, Rocío San Miguel, hace falta hablarles a esos uniformados y no generalizar las acusaciones, como han hecho los políticos hasta ahora. Guaidó, en una entrevista, dijo que los militares “buscan opciones de cómo manifestarse. El rechazo absoluto existe. Tenemos que construir las vías para dar salida”.

Con sus palabras, Padrino implicó que sí había contactos. Maduro lo miró desconcertado.

En la segunda línea de mando hay comandantes de las unidades militares que están pensando más en su futuro que en el de Maduro. Padrino es de la promoción 84, y las generaciones más jóvenes están empujando para una renovación en la cúpula. Esa brecha generacional tiene sus efectos en las dinámicas internas de los cuarteles.

En medio de todo, que el tema de Venezuela se haya colado en la agenda del encuentro en Finlandia  de Mike Pompeo con su colega ruso, Serguei Lavrov, da cuenta de la importancia geopolítica que ha tomado el caso de Venezuela. Para los rusos la permanencia de Maduro es tan importante como para los gringos su salida.

Y es que uno de los problemas que tienen los observadores al analizar la situación venezolana es que no se sabe quién miente más: si Trump o Maduro. Del presidente venezolano se entiende por su talante improvisador, folclórico y desabrochado. Pero Trump es el primer presidente de los Estados Unidos de quien se da por hecho que la mitad de las cosas que dice son falsas, o según el diario The New York Times, 10.000 mentiras comprobadas hasta la fecha.

Lo único claro es que Nicolás Maduro está durmiendo con el enemigo. Y no hay pronóstico que valga en un país ahora lleno de intrigas palaciegas, traiciones y desconfianzas, expectativas por algún siguiente alzamiento militar, presiones internacionales por doquier, una economía destruida y una sociedad que no deja de protestar en las calles a pesar de la brutal represión del régimen. En Venezuela el futuro se define minuto a minuto.