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Los malabares de Maduro

Venezuela va camino a un punto de no retorno con un presidente dictatorial, una oposición debilitada y cuestionamientos a la legitimidad de cada acción de gobierno. La esperada reelección de Nicolás Maduro con más del 50 por ciento de abstención le asegura el puesto hasta 2025. O al menos eso espera él.

21 de mayo de 2018
| Foto: AFP

Esta vez las filas no se formaron en los puestos de votación, sino en los supermercados y en las estaciones de buses. Los puntos habilitados para votar llamaron la atención de las agencias de noticias internacionales precisamente por la poca afluencia de personas que llegaron a participar en unos comicios atípicos. El presidente, Nicolás Maduro, había adelantado la fecha de las votaciones para este domingo y así evitar que la oposición se consolidara. En lo que fueron una presidenciales ‘exprés’, Maduro se hizo al control total de los organismos veedores, le hizo el quite a la observación internacional y puso su cara 10 veces en el tarjetón electoral.

Con el país sumido en una profunda crisis económica, Maduro habló durante la jornada de una “verdadera fiesta democrática” mientras veía cómo el grueso de la población no salía a las calles a legitimar su régimen. Según el Consejo Nacional Electoral (CNE), la participación en los comicios alcanzó el 46 por ciento, mientras que el opositor Frente Amplio Venezuela Libre (FAVL) cifró ese rubro por debajo del 30 por ciento. Muy baja para una población que ya había demostrado su compromiso con la política en elecciones anteriores. En 2013, cuando Maduro se enfrentó a Capriles, votó el 79,6 por ciento del censo total y en 2012 (Hugo Chávez contra Capriles) acudió a las urnas el 80,5 por ciento.

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De las más de 20 millones de personas habilitadas para votar, recibió cerca de seis millones de votos (el 68 por ciento del total). Muchos de los que votaron, según la oposición, lo hicieron constreñidos. Juan Andrés Mejía, diputado de la opositora Asamblea Nacional, dijo que los ciudadanos venezolanos han manifestado su postura a pesar de que el Gobierno "ha intentado por todos los medios que estos acudieran a votar". Sin embargo, la abstención fue la regla. A nivel regional, en estados como Zulia, Táchira y Lara hubo casos de mesas electorales a las que llegaban 100 personas de 2.000 habilitadas para votar.

El resto de la población mostraba un notorio descontento con lo que consideraban unas elecciones fraudulentas. Henri Falcón, principal contendor de Maduro, conquistó al 21 por ciento del electorado. Él y el pastor evangélico Javier Bertucci denunciaron en conjunto más de 900 irregularidades en el proceso electoral. La que más causó estupor fue la conocida como “puntos rojos”.

En plena campaña, Maduro había prometido "un premio bien bueno" para los sufragantes propietarios del “carnet de la patria”, un documento que hace beneficiario a su dueño de programas sociales y de bonos del Gobierno. Atraídos por los premios, muchos votaron solo por obtenerlos, aun cuando Tibisay Lucena, presidenta del CNE, había dicho el sábado que los pagos con premios a cambio de votos eran imposibles. Luis Lander, director del Observatorio Electoral Venezolano, aseguró que en casi un 80 por ciento de los centros de votación se instalaron "puntos rojos" del Gobierno para vigilar el voto, cuando se suponía que no podían estar a menos de 200 metros de los centros de votación.

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Para Falcón y Bertucci esa distancia no se cumplió en muchos casos y hablaron de esa práctica como una forma de chantaje y coerción social. A esos reclamos internos se sumaron reacciones desde otros lugares del mundo. Ciudades con grandes colonias de venezolanos como Madrid, Lima y Bogotá vieron manifestaciones contra las elecciones. Más allá de que instituciones como la OEA y gobiernos como el de Colombia y Chile no reconocieron estas elecciones, Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, trinó: “Las elecciones falsas en Venezuela no cambian nada, necesitamos que el pueblo venezolano dirija el país”.

Mientras el Consejo Nacional Electoral otorgaba la victoria a Nicolás Maduro, muchos miraban hacia Washington para saber qué tipo de repercusiones tendría para Venezuela el resultado de estas elecciones. Se habla desde ya de sanciones petroleras más fuertes a las que se suman la inclusión de más de cuarenta funcionarios venezolanos en la lista negra del Departamento del Tesoro. El vicesecretario de Estado gringo, John Sullivan, dijo que el lunes, durante la reunión del G20 en Buenos Aires, anunciará una “respuesta” a lo sucedido en Venezuela.  Pero con sus malabares electorales, atrincherado en el Palacio de Miraflores y parapetado detrás de su victoria postiza y mentirosa, Maduro logró ganar un tiempo cada vez más precioso.