CRISIS
Occidente fragmentado: EE. UU. y Europa, más lejos que nunca
La Conferencia de Seguridad de Múnich dejó en evidencia el distanciamiento entre Estados Unidos y Europa. La turbulenta relación de Trump y el Viejo Continente es cada día más frágil. Ante la crisis de la democracia liberal, China acecha.
“Tengo el agrado de informarles que la muerte de la alianza transatlántica está groseramente sobreexagerada”. Así respondió Mike Pompeo, secretario de Estado de Donald Trump, a quienes acusaron a Estados Unidos, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, de replegarse y no alinearse con los intereses europeos. “Les traigo buenas noticias”, aseguró, puntualizando que el mejor aliado que Europa puede tener es, y seguirá siendo, su país. Pero pocos están de acuerdo con él.
Hace mucho tiempo no había un distanciamiento tan marcado entre la Casa Blanca y Europa. La crisis ha dejado de ser un rumor a voces, y los mandatarios del viejo continente aprovechan cada ocasión para advertir sobre el debilitamiento de Occidente. La Unión Europea, tocada por el golpe que significó el brexit, necesita consolidar sus alianzas con el resto del mundo, pero su relación con Estados Unidos, su eterno aliado, está en retroceso. No es solo que el país norteamericano no respalde las políticas de la comunidad europea, sino que muchas veces las contradice.
El encuentro en Múnich confirmó esa percepción. Los representantes europeos expusieron una queja en común: la idea de un mundo cada vez menos occidental (dominado por el westlessness, como llaman algunos a esta fragmentación). También coinciden en que Estados Unidos tiene la culpa. Frank-Walter Steinmeier, presidente de Alemania y anfitrión del evento anual, denunció que “nuestro principal aliado, Estados Unidos, rechaza bajo la administración actual la idea misma de una comunidad internacional”. Emmanuel Macron, presidente de Francia, también aprovechó el viaje a Múnich para advertir que “hay una política estadounidense que incluye un cierto tipo de repliegue, una reformulación de su relación con Europa”.
Europa está dolida, y el culpable tiene nombre propio: Donald Trump.
Desde que llegó a la presidencia, sus decisiones han ido a contracorriente con los deseos de la comunidad europea. El primer gran desplante ocurrió en junio de 2017: Trump, escéptico del cambio climático, retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, que regula las emisiones de gases de efecto invernadero y fue ratificado por la Unión Europea. La decisión decepcionó a muchos. Macron aseguró que “Trump le ha dado la espalda al mundo”; la Unión Europea, que era “un día triste para la comunidad global”, y Alemania, Italia y Francia denunciaron que el Acuerdo “no se puede volver a negociar”.
Las decisiones opuestas en temas como los acuerdos nucleares han puesto en tensión la seguridad internacional. Para Estados Unidos, la OTAN solo peligra por el espionaje ruso y chino.
Tampoco dudó al retirarse del acuerdo nuclear con Irán. Rompió el pacto el año pasado, con lo que escaló la tensión con ese país. Cuando en enero asesinó a Qasem Soleimani en un operativo militar, Trump instó a Alemania, Francia y al Reino Unido para que acabaran cualquier acuerdo con Irán. Los 28 miembros que en aquel momento tenía la Unión Europea declinaron rotundamente la solicitud del magnate, obstinado en llevar al límite la crispación en esa zona del mundo.
Trump nunca escondió su simpatía por el brexit impulsado por Boris Johnson en el Reino Unido, a pesar del golpe que aquello significó para la Unión Europea. Cuando se hizo oficial, el magnate tuiteó: “¡Felicidades a Boris Johnson por su gran victoria! ¡El Reino Unido y Estados Unidos serán ahora libres para llegar a un acuerdo comercial masivo tras el ‘brexit’!”. Los desaires acumulados en los poco más de tres años de Trump en la Casa Blanca fueron suficientes para que Europa perdiera la paciencia.
Francia, Alemania, Italia y sus vecinos, acostumbrados a tomar decisiones en conjunto con Estados Unidos, ahora meditan sobre la viabilidad de operar así. Timothy R. Heath, investigador de seguridad internacional de RAND Corporation, le dijo a SEMANA que “Occidente se encuentra profundamente dividido y tiene problemas para ofrecer un liderazgo global. Pompeo insistió en que ‘Occidente está ganando’, pero los líderes europeos lo ven diferente. Hay un serio debilitamiento de su relación con Estados Unidos, lo cual debilita la eficiencia del liderazgo de Occidente en el mundo”. La Unión Europea pos-brexit augura no solo la ausencia de Reino Unido, sino también una comunidad menos dependiente de Norteamérica.
Prueba de ello es que Europa, a pesar de las advertencias de Trump, le está abriendo las puertas a la tecnología 5G de Huawei, acusada por el magnate de colaborar con el espionaje del presidente chino, Xi Jinping. El asunto fue uno de los más comentados en Múnich. Pompeo calificó de “caballo de Troya” la entrada de la compañía china a Europa; y Mark Esper, secretario estadounidense de Defensa, manifestó que “si no entendemos la amenaza y no hacemos algo, Huawei podría comprometer lo que es la alianza militar más exitosa de la historia, la OTAN”.
Hay dos posturas sobre la cruzada de Estados Unidos contra Huawei. Una le da la razón a Estados Unidos, y advierte del peligro de trabajar con esa firma. Para Heath, “el Gobierno chino puede, en cualquier momento, ordenarle a Huawei que le dé acceso a la información para propósitos de inteligencia o seguridad nacional”. Sin embargo, si los países europeos quieren que su infraestructura tecnológica esté a la vanguardia, no tienen otra opción, por ahora, que trabajar con los chinos. “Estados Unidos no ha ofrecido una alternativa, así que muchos países europeos decidieron aceptar los riesgos e incorporar la tecnología de Huawei”, apunta el experto.
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La Unión Europea, e incluso el Reino Unido, ha abierto las puertas al 5G de Huawei. Trump ha advertido sobre los supuestos peligros que esto supone, pero Estados Unidos no cuenta con la tecnología para competir con la China de Xi Jinping.
Otros aseguran que los ataques de Estados Unidos a Huawei no tienen fundamento, y que se deben a que Norteamérica va perdiendo la batalla tecnológica con su mayor rival. Al respecto, Lina Luna, investigadora especializada en China contemporánea, le dijo a SEMANA que “en Múnich todos querían ponerse de acuerdo en que el enemigo es China, pero era difícil justificarlo, y mucho más complicado pensar que la alternativa salvadora es Estados Unidos. En Europa hay consenso en que nadie puede competir con lo que Huawei ofrece. Y, además, no hay pruebas de que lo que Trump dice sobre Huawei sea real”. Según esto, la estrategia de Trump consiste en identificar a chivos expiatorios para ocultar la posición rezagada de su país. “Que China sea el blanco de la ira de esta administración no quiere decir que sea una amenaza para Occidente. Es simplemente una estrategia política”, añade Luna. Los países europeos, contando incluso al Reino Unido, han comenzado a recibir, paulatinamente y sin mayores complicaciones, la infraestructura 5G de Huawei.
Estados Unidos asegura que mantiene estrechos lazos de unión con Europa, pero nadie le cree ya. En Múnich, Pompeo anunció que su país financiará proyectos energéticos de 1.000 millones de dólares en Europa Central y del Este para reforzar la independencia energética frente a Rusia. Los interlocutores recibieron la inversión con agrado, sobre todo porque la comunidad europea y Estados Unidos solo coinciden en que deben cuidarse de la Rusia de Vladímir Putin. Por lo demás, la Unión Europea podría optar por olvidarse, al menos durante la era Trump, del Bloque Occidental.