ELECCIONES
Donald Trump, el hombre que acabó con las tradiciones morales de EE. UU.
Además de ser el hombre menos preparado que ha llegado a la Casa Blanca, el magnate llega con un lastre de falta de ética en la forma en que hizo su imperio.
El triunfo de Donald Trump representa una verdadera revolución no solo en la historia de los Estados Unidos, sino en términos de la política en el mundo contemporáneo. La primera comparación que salta a la vista es la del Brexit en el Reino Unido y la del plebiscito en Colombia. Pero lo de Trump va un poco más allá de eso. Básicamente significa dos cosas. En primer lugar que la gente lo que quiere ante todo es algo diferente de lo que está viendo. En otras palabras el estado de ánimo de los Estados Unidos – y de pronto del mundo- es el de patear el tablero o volver a barajar de nuevo.
Para llegar a eso se requería que cambiaran las reglas del juego en muchos frentes. En materia moral, Trump es un verdadero revolucionario. Hace cincuenta años, Nelson Rockefeller perdió la presidencia por divorciarse. Hace 32 años, Gary Hart la perdió por tener una amante. Trump no solo es divorciado sino que va en su tercer matrimonio, y a sus tres esposas les ha puesto los cuernos. Tres días antes de la elección, el Wall Street Journal informó que Karen McDougal, la conejita del año de 1998 de la revista PlayBoy, aceptó un pago de 150 mil dólares del propietario del tabloide National Enquirer para no contar los detalles del affaire que tuvo en el 2006 con el candidato republicano.
Y eso para no mencionar que han salido a la luz pública 13 mujeres que han denunciado ser acosadas sicológica y físicamente por Trump. Existía la creencia de que las culturas anglosajonas eran puritanas y las latinas no. De ahí que en Latinoamérica, Italia o Francia nunca le había importado a nadie que los presidentes fueran fieles o infieles. Pero en Estados Unidos era gravísimo y eso cambió con Trump.
Y su conducta no es la única que no tiene antecedentes sino también la de su esposa. Melania Trump será la primera mujer que se convierte en primera dama después de haber posado desnuda para varias publicaciones, en algunas con otras mujeres igualmente sin ropa. El periódico Daily Mail de Londres afirmó que había sido prepago antes de casarse con Trump y el candidato ha entablado una demanda de 150 millones de dólares por calumnia. Esa acusación puede ser falsa, pero el solo hecho de que la esposa del presidente de los Estados Unidos haya sido acusada de ser una prostituta demuestra lo mucho que han cambiado las cosas.
Otro cambio en las reglas del juego que tuvo lugar fue sobre la ética. Y en el caso de Trump eso se refiere concretamente a sus negocios. No hay manipulación o atajo que no haya tomado en la vida para ganarse unos dólares más. Es el primer presidente de ese país que llega a las elecciones habiéndose negado a hacer públicas sus declaraciones de renta. La explicación es que desde hace cerca de 20 años no ha pagado un solo dólar de impuestos a nivel federal. Eso requiere mucho malabarismo que si bien había sido tolerado en el mundo de los negocios, nunca había sido aceptado en el mundo de la política. Cuando Hillary Clinton en el primer debate denunció a Trump por no haber pagado impuestos en dos décadas, este se limitó a contestar “eso lo que demuestra es que soy muy inteligente”.
A esto se suma a que Trump se vende como un genio en el mundo de los negocios pese a que ha tenido tres quiebras enormes. Después de cada una de estas, a él le ha ido bien y todos sus trabajadores han quedado tendidos en la calle. Y como si esto fuera poco, su trayectoria no es muy coherente con sus políticas. Una de sus principales banderas es que las compañías norteamericanas no deben irse al extranjero para obtener mano de obra más barata, pero prácticamente todos los productos que llevan la marca Trump como la ropa, los perfumes y los accesorios del hogar son producidos precisamente en esos países a sueldos de hambre. Otra cosa que se ha demostrado es que en sus edificios ha contratado a trabajadores indocumentados que son precisamente los que ahora persigue como inmigrantes que califica de violadores o ladrones.
El tercer frente en el cual Trump le dio un giro de 180 grados a la tradición es el del conocimiento de los temas y el de la preparación para gobernar. El candidato republicano tiene una gran facilidad de expresión, pero una gran ignorancia frente al manejo de los asuntos del Estado. Sus propuestas son simplistas y populistas de derecha. Él encarna las frustraciones de la gente del común pero no tiene la menor idea de cómo solucionarlas. El magnate es el primer jefe de Estados en más de 200 años en llegar a la Casa Blanca sin haber nunca ocupado un cargo público o estado en el Ejército. El voto por él es simplemente un desahogo de esa frustración.
Sin embargo, en materia de seguridad, de economía, de educación o de salud, no tiene propuestas convincentes para superar esos problemas. Y el asunto de fondo no es solamente su ignorancia sino el peligro que representa su temperamento explosivo. Por ejemplo, su fórmula para combatir al grupo Estado Islámico, es simplemente bombardearlos hasta que no quede uno vivo. Eso es más fácil decirlo que hacerlo.
En todo caso, el daño que se le ha hecho a la imagen internacional de los Estados Unidos es infinito. Porque si bien el 50 % de los norteamericanos apoyan a Trump, prácticamente el 100 % de los habitantes del planeta lo desprecian. A nivel mundial es considerado un inepto y un payaso. Por razones diplomáticos los jefes de Estado no lo han criticado públicamente, pero se sabe lo que opinan en privado.
Lo preocupante es que el fenómeno Trump puede repetirse en muchas partes del mundo y de pronto en Colombia. La democracia tradicional no está satisfaciendo los anhelos o las necesidades de la gente y se están gestando gritos de rebeldía en las urnas. En Colombia el triunfo del No en el plebiscito es en cierta forma una expresión de ese sentimiento. En este momento lo que quiere la gente, es lo que en inglés se denomina un “outsider”. Es decir, alguien de afuera de lo que se considera la rosca.
Fue por eso que ganó hace ocho años Obama y afortunadamente resultó ser un buen gobernante. Ahora el que ganó fue Trump y no se sabe si el mundo está entrando en un laberinto peligroso.