IRAN
Revolución verde
Las protestas contra el fraude electoral mostraron por primera vez el quiebre entre la sociedad y el régimen.
Un par de horas antes de que se cerraran las urnas en las presidenciales iraníes del 12 de junio, un grupo de 10 hombres barbudos entró a la fuerza a una de las sedes de la campaña del candidato reformista Mir Husein Musavi, el principal opositor del presidente Mahmud Ahmadineyad. Los hombres, identificados como milicianos de la República islámica más conocidos como basiyis, ordenaban a punta de gritos, amenazas y golpes que se cerrara de inmediato el portal www.mowj.ir, que había logrado convertirse en el principal medio de difusión del movimiento verde que fue surgiendo los días previos a las comicios. Los basiyis acusaban a los creadores de esta página web de ser el bastión de la Revolución de terciopelo que los reformistas estaban "llevando a cabo con el apoyo de las potencias extranjeras" para tumbar el régimen islámico.
Esta primera pequeña batalla entre basiyis y reformistas, observada con asombro por cientos de periodistas internacionales, terminó siendo el abrebocas de la gran lucha que tiene hoy en jaque al gobierno de los ayatolas. Desde entonces, los líderes de la República Islámica han sido testigos de cómo los pilares de aquella famosa Revolución religiosa se han ido destruyendo en la mente de una buena parte de la población, especialmente entre las mujeres y los jóvenes, que han encabezado las protestas. En un principio sus reclamos consistían en pedir la anulación de las elecciones que dieron como ganador a Ahmadineyad con el 63 por ciento de los sufragios. "Dónde está mi voto", gritaban cientos de miles de personas.
Pero fue tanta la ira entre la gente por la represión desatada, que terminaron por cuestionar la República islámica y la figura del líder de la Revolución, Ali Jamenei, un gesto impensable hasta hace algunos meses. "Muerte a Jamenei", se empezó a escuchar en las calles.
Por un lado están los militares y fuerzas religiosas alimentadas por el gobierno, de las que hacen parte los basiyis, que luchan por mantener el poder. Y por otro lado están los ciudadanos, los políticos reformistas y un buen número de ayatolas dispuestos a conceder mayores libertades sin alejarse de las tradiciones. Irán, al fin y al cabo, es un país religioso pero con una mayoría de la población joven que es educada y está ansiosa por hacer parte del mundo. Los comicios se convirtieron en un punto de quiebre entre el régimen y la sociedad, que tendrá secuelas en el futuro. Y todo ocurrió mientras los gobernantes, que hicieron oídos sordos de las protestas y sanciones de las potencias occidentales, redoblaron peligrosamente su apuesta nuclear.