RULETA RUSA
El incidente del avión surcoreano derribado por cazas soviéticos, otro lunar negro en la imagen internacional de la URSS
Nunca noticia alguna había tenido impacto más arrasador entre la opinión pública internacional. El extraño y sombrío caso del avión comercial surcoreano abatido en la noche del 31 de agosto por naves militares de la URSS, virtualmente electrizó a media humanidad en los cinco continentes.
Doscientos sesenta y nueve personas fueron destruidas por ese acto en unos segundos. Los hechos que precedieron a tal catástrofe son ahora del dominio público y fueron narrados fríamente por las agencias de noticias: un avión de la Korean Air Lines, originario de Nueva York, despegó del aeropuerto norteamericano de Anchoraje en Alaska en la noche de ese 31, en ruta hace Seul, apareciendo a las 16:00 GMT por primera vez ante los radares soviéticos. De hecho, el enorme 747 se había adentrado profundamente en el espacio aéreo de la URSS, desviándose más de 500 kilómetros de su ruta original, pasando ilegalmente sobre la península rusa de Kamchatka, la región del Mar de Ojotsk y la isla de Sajalín, donde se asegura que la URSS dispone de instalaciones militares importantes. En vista de tal intromisión, el avión surcoreano fue prontamente escoltado, durante dos horas y media, por cazas soviéticos quienes, según las fuentes rusas, se esforzaron por establecer contacto con él mediante señales aeronáuticas conocidas universalmente, una vez los pilotos del Jumbo no respondieron a las señales de radio de los cazas, ni cambiaron su curso equivocado. Al final de ese dramático lapso, según fuentes norteamericanas, uno de los ocho aviones soviéticos disparó un misil aire-aire derribando la aeronave comercial.
Esta última versión estaba sustentada en cintas que tanto el gobierno norteamericano como el japonés dijeron haber obtenido de las conversaciones entre el piloto del avión que disparó y la torre de control. En ellas quedaba claramente demostrado que se trataba no sólo de una acción descontrolada del piloto soviético, sino consultada.
Inicialmente el gobierno soviético no dio una respuesta clara. La versión primera no mencionó el hecho de que el avión hubiera sido derribado, dando sí la impresión de que el Jumbo había seguido volando hacia el Japón. Sin embargo, la bomba mundial vendría más tarde cuando el representante de la URSS ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aceptó, por primera vez oficialmente, que el 747 efectivamente había sido derribado por misiles rusos. Justificó este acto alegando que se trataba de un vuelo de espionaje disfrazado de vuelo comercial, dando a entender que los pasajeros que allí había no eran más que un camuflaje para el verdadero propósito de ese vuelo.
Además de aferrarse a esta teoría, los soviéticos arremetieron contra Estados Unidos acusándolos de ser los causantes del vuelo provocador que dio lugar a la tragedia, señalando que se trataba de una nueva modalidad de espionaje que no se paraba en la consideración de utilizar civiles inocentes ee operativos de inteligencia.
La respuesta soviética, como era de esperarse, aumentó la indignació mundial. Hasta último momento se esperó que ellos justificaran el derribamiento como un accidente involuntario de un piloto o que, por lo menos pretendieran no tener conocimiento de que el avión efectivamente estaba lleno de pasajeros desarmados o que se trataba de una acción de subalternos sin conocimiento de las jerarquías. Nada de esto sucedió. Como si se tratara de una razón de Estado, que involucraba la seguridad nacional, el gobierno del Kremlin decidió asumir la responsabilidad del hecho mostrando la acción contra el Jumbo como una decisión justificable tomada a conciencia.
Pero el caso es tan grotesco, y su repercusiones de tal magnitud, que ni siquiera el reconocimiento por parte del agresor de su responsabilidad directa aclara el asunto. Al final de la semana esta admisión no había podido atenuar la cantidad de interrogante que quedaban flotando. ¿Cómo podía, por ejemplo, la Unión Soviética que siempre ha sido un país extraordinariamente prudente en el manejo de su poderío militar, incurrir en un determinación que de hecho la ponía al nivel de grupos terroristas fanáticos de gobiernos temerarios como el de Khadafi? ¿Cómo pudo la URSS jugar con un prestigio obtenido durante tantos años de lucha en defensa de la paz? ¿Cómo haber ella intervenido en un acto de agresión que afectaría negativamente su prestigio aún más que la controvertida invasión a Afganistán?
Aún partiendo del supuesto de que el Jumbo incluía realmente una misión de espionaje, ¿qué peligro, qué amenaza real, representaba para la seguridad de la Unión Soviética ese vuelo que justificara la súbita ruptura del endeble equilibrio entre las dos superpotencias, o sea del precario fundamento de la paz mundial? Al cierre de esta edición se rumoraba la posibilidad de que Estados Unidos rompería relaciones con los soviéticos, lo cual representaría el mayor retroceso en a últimas décadas del proceso de distensión.
Este absurdo suceso estaría creando pues, una tensión mundial no vista desde los peores días de la guerra fría. El desenlace final está aún por verse.-