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Salir o no salir: la historia de los colombianos atrapados en medio de los bombardeos en Ucrania
En Ucrania hay un centenar de colombianos que quieren volver al país por la crisis que se vive tras el ataque de Rusia. El problema es que cada uno de ellos tiene una historia de vida que los une a la nación invadida. Esa es la cuestión.
En febrero de 2020, el coronavirus se salió de Wuhan, China, y el pánico se apoderó de los colombianos que estaban en esa ciudad. Rápidamente, el Gobierno organizó la operación Regreso a Casa con la que se repatriaron 15 connacionales que no aguantaban más el encierro. Seis días después, el 26 de febrero, apareció el estudiante Néstor Julián Vélez para decir que no volvería.
En aquella época no había contagios en Colombia, y, por eso, Vélez afirmó que no regresaba y que se estaban diciendo muchas falsedades sobre lo que ocurría en China, dijo sentirse bien tratado y señaló que la situación estaba bajo control. Los demás salieron corriendo del país asiático en el vuelo humanitario.
Dos años después, el mundo tiene los ojos puestos en Ucrania por los ataques rusos y el desplazamiento masivo que han generado las acciones ordenadas por Vladímir Putin. En medio de todo el pánico y la incertidumbre, apareció Luis Hernando Muñoz, un colombiano de 56 años, quien tampoco quiere retornar.
La Cancillería confirmó que en Ucrania hay 189 colombianos, de los cuales 59 lograron huir de la guerra. Los restantes esperan ayuda para poder esquivar las balas y las bombas rusas. Sorpresivamente, como en la historia de Wuhan, Muñoz se quiere quedar en Donetsk, ciudad al este del país invadido por las tropas rusas. Los argumentos son similares a los que dio Vélez sobre China, y Muñoz dice que se han dicho muchas mentiras sobre Rusia.
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Quiere quedarse allí porque ha vivido ocho años en constantes ataques y guerras internas que han cobrado la vida de 14.000 personas en la denominada disputa separatista. “Gracias al reconocimiento de las repúblicas por parte del Gobierno de Rusia y la llegada de Putin, ya nos sentimos más tranquilos”, afirma el colombiano, que llegó hace 25 años a Europa.
Contrario a todos los connacionales que buscan huir de la guerra, Muñoz le agradece a Putin por lo que está haciendo, ya que “el Ejército de Ucrania es de paramilitares, no son un ejército regular. Hay neonazis, y estoy seguro de que los acabarán si no se rinden”. El colombiano dice ser parte de los habitantes de Ucrania que pedían esta intervención, pues están seguros de que “Rusia no empieza las guerras, Rusia las termina”.
Califica a Putin como un líder que defiende los intereses del pueblo y anticipa que será reelegido porque en ese sector de Europa lo quieren tener por muchos años en la presidencia. Dice sentirse tranquilo, ya que sus hijos están en Moscú estudiando, y se encuentra con su esposa en Ucrania esperando que todo se calme. Por los conflictos bélicos tuvo que dejar su ciudad en dos oportunidades y ahora no piensa hacer lo mismo. “Ya esto no está tan peligroso y por eso sería bueno quedarnos”, reitera al convertirse en el único colombiano que quiere permanecer en Ucrania.
Los que quieren regresar
Contrario a Muñoz, Natalia Gaviria sí quiere dejar Ucrania por todo lo que está pasando y por el temor que produce escuchar las bombas día y noche. Se ha comunicado con el consulado de Colombia en Polonia, pero el proceso de traslado no será fácil. El día que comenzó la guerra, fue a un supermercado para abastecerse y quedarse en casa una semana más, a la espera de una llamada de la embajada. La tarea de acopio no fue fácil. Los locales estaban llenos, el tráfico colapsó, la gente quiso huir por tierra, y el pánico aumentaba con los sonidos de las alarmas que alertaban sobre nuevos bombardeos.
Aunque llegó a Ucrania para estudiar y trabajar en una empresa de marketing, se siente agobiada por la guerra. No quiere entrar en pánico y, por ello, quiere volver a Colombia. Desde que se iniciaron los bombardeos, lo único que le dicen es que se vaya para la estación del metro más cercana para que le sirva de búnker, pero ha preferido quedarse en casa a la espera de la llamada para salir corriendo. “Los vuelos comerciales los cancelaron y las carreteras están colapsadas”. Por ahora, lo único que le interesa es que su familia esté tranquila y con la certeza de que está bien y a la espera de verlos pronto. Salió de Colombia para Europa con la finalidad de crecer profesionalmente, pero la guerra le está acabando ese sueño.
Gilmar Bolívar, jugador del FC Karpaty Halych, de Leópolis en Ucrania, es un colombiano de 20 años que también estaba cumpliendo un sueño. Cuando llegó a Europa, solo quería jugar fútbol para adquirir experiencia y entrar a las grandes ligas. En los entrenamientos escuchaba los rumores de una guerra, pero le decían que no prestara atención. Hizo caso y en un principio pensó que con el tiempo todo se calmaría.
El futbolista ahora es uno de los colombianos que pide a gritos ayuda para dejar ese país. No soporta el sonido de las bombas, las metralletas le causan crisis de nervios y no resiste estar encerrado. Tiene temor de morir, se arrepiente de no haber tomado decisiones antes y, por eso, espera volver al país. “Yo dije la famosa frase de que hasta no sentir la primera bomba no me iba de Ucrania, no lo hice por desafiar. Lo dije porque me quiero quedar y hacer lo que me gusta, que es jugar fútbol, pero debo pensar en mi integridad y la de mi familia, que está preocupada”.
Aunque su vida es el fútbol, en este momento está dispuesto a dejarlo temporalmente con tal de estar a salvo. Todos los días recibe llamadas de sus familiares suplicándole que salga de Ucrania. Cancelaron los entrenamientos, se la pasa encerrado en el apartamento y solo piensa en cómo huir de ese lugar. “Mi empresario, la familia y mis amigos se están comunicando con la Cancillería, pero no me dan razón”. Irónicamente, cuando salió de Colombia, quiso dejar atrás la inseguridad y la violencia de Rebolo en Barranquilla.
Meses después de llegar a Ucrania, está viviendo lo que nunca se imaginó. A sus 20 años es testigo de una guerra que, por ahora, no tiene solución a la vista. “Que me den la mano, soy un ser humano en un momento delicado”.
Frediany Gómez vive en la ciudad de Járkov, la segunda más importante de Ucrania. Se radicó allí, pues conoció al amor de su vida y se casó, por lo que ahora no sabe qué hacer. Tiene la posibilidad de volver a Colombia, aunque su vida está hecha en Europa. Las tropas rusas acabaron con todo a su paso por esta ciudad, y las imágenes dan cuenta de las ruinas que quedaron.
No ha tomado la decisión de regresar, pero la Cancillería podría retornarlo al país junto con su esposa, así sea ucraniana. El problema es que su pareja tiene otros familiares y ella no está dispuesta a dejarlos. Intenta estar tranquilo después de la intervención militar, pero sabe que las cosas se pueden complicar. Sobre Vladímir Putin, dice que “él es como cualquier otro presidente de cualquier otro país, con sus propios intereses y con su propia ideología de cómo gobernar su país”. En las próximas horas deberá tomar una decisión.