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Salud Hernández-Mora cuenta cómo será la despedida de Isabel II: un féretro de reina y una corona imperial cargada de piedras preciosas
La columnista de SEMANA está en Londres. Cuenta que encima del ataúd colocarán la fabulosa corona imperial decorada con el diamante Estrella Menor de África, el llamado Rubí del Príncipe Negro, una piedra muy famosa que data de 1367.
Es un féretro propio de los restos mortales de la persona que descansa en su interior. Lo hicieron hace unos 32 años, y los actuales fabricantes de los ataúdes reales consideran que hoy en día nadie lo haría igual por los elevados costes de la madera.
De roble inglés, una especie rara en estos tiempos, y forrado de plomo, que aumenta de manera considerable el peso, pero preserva mejor el cadáver, el ataúd de Isabel II quedará en un catafalco, sobre una losa de mármol, en la cripta bajo la Capilla Real de San Jorge adyacente al castillo de Windsor, junto a su esposo, el príncipe de Edimburgo, fallecido en abril de 2021.
Con posterioridad, en otro solemne acto, ambos serán trasladados a la capilla del rey Jorge VI, donde permanecerán al lado de las tumbas del citado monarca, de la Reina Madre y la princesa Margarita, hermana menor de Isabel II.
Hasta llegar ese momento de la próxima semana, después del funeral de Estado, el féretro habrá recorrido un largo y ceremonioso camino. Envuelto en el estandarte real escocés, permanecerá hasta la tarde del martes en la catedral de Edimburgo. Había dudas acerca del cariño de los escoceses mostrarían a la Reina y, de alguna manera, consideraban que el paso del cortejo fúnebre, que salió de Balmoral el domingo, sería un buen termómetro para calibrar la temperatura de la corona en un país que piensa celebrar otro referendo independentista en 2023.
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El resultado, según diarios ingleses como el independiente The Guardian, ha sido positivo para la realeza. Señalan que nunca antes ningún acontecimiento había congregado tantos cientos de miles de escoceses. También fue un río interminable las personas que desfilaron ante el ataúd, con la corona de Escocia de oro macizo en la tapa, en la capilla ardiente del citado templo, tras superar algunas medidas de seguridad. No podían llevar flores, ni detenerse, ni hacer fotos. La cola para entrar se alargaba más de un kilómetro.
Mañana miércoles, desde las 3:00 p. m. hora local (9:00 a. m. en Colombia), el palacio de Westmister acogerá durante tres días a la reina fallecida y ya había personas durmiendo en la calle para ser los primeros en presentarle sus respetos. Las autoridades esperan que acudan por lo menos un millón de ciudadanos.
En Londres, encima del ataúd colocarán la fabulosa corona imperial decorada con el diamante Estrella Menor de África, el llamado Rubí del Príncipe Negro, una piedra muy famosa que data de 1367 y que en realidad se trata de una espinela roja, sin cortar, de 170 quilates, y el zafiro de San Eduardo, del siglo XI.
Por otra parte, la popular serie The Crown sobre la familia real, y que va por su sexta temporada, está viviendo un boom que no esperaba. Según diarios locales, Reino Unido, Australia, entre otras naciones, han subido en un 800 % la visión de los primeros capítulos donde Isabel II juega un papel estelar.
Pero no todas las noticias han sido favorables a la familia real. En Irlanda del Norte hubo manifestaciones contra la monarquía y a favor de la república y hay anunciadas otras para el lunes 19, coincidiendo con el funeral y la presencia de docenas de jefes de Estado y de Gobierno.
Así fue la proclamación de Carlos III
Este fue el reporte de este evento por Salud Hernández-Mora
Solo hubo un intento de convertir Inglaterra en república. Duró escasos once años y sucedió en la mitad del siglo XVII. En 1660 la corona recobró su lugar en la sociedad isleña y nunca más pudo nadie destronarla.
Por eso no debe sorprender la serenidad con la que los británicos han acogido a Carlos III, proclamado rey de manera oficial este sábado.
Por primera vez televisaron una parte de la ceremonia, que tuvo lugar en una sala tapizada de granate en el Palacio de San James, en una reunión del Consejo de Adhesión, al que asistieron consejeros de la monarquía, el alcalde de la capital británica, Boris Johnson, Toni Blair, entre otras personalidades políticas.
Después, Penny Mordaunt, líder de la Cámara de los Comunes y vocera de esa institución, que a nosotros puede sonarnos decimonónica y extraña, leyó la llamada Proclamación Principal que anunciaba al que ha sido el Príncipe de Gales más longevo, como nuevo monarca. Y dio paso a las palabras de Su Majestad.
Como todo se desarrolla bajo un estricto protocolo, este sábado del cielo londinense cargado de nubes, volvieron a subir las banderas en sus astas, un gesto que durará 26 horas y tiene como fin recibir con honores al rey y a la reina consorte.
El firme respeto a las tradiciones, la seriedad con que la sociedad británica acoge todas las normas que fuera de las islas algunos encontrarán trasnochadas, es una de las razones de la majestad y poderío que transmite la institución monárquica.
Ninguna otra corona europea vive sus acontecimientos vitales con tanta ceremonia. En Gran Bretaña presumen de apego a las tradiciones.
Cabe anotar que en todas las encuestas que realizan a lo largo de los años, la monarquía, obtiene un 70 % de apoyo popular. Para los británicos, su sistema de monarquía parlamentaria ha rendido buenos frutos y no hay por qué cambiarla.
Mientras en Londres el rey nuevo inicia su andadura, siguen los homenajes a Isabel II.
Un río humano caminaba por Hyde Park hacia la entrada principal de Buckingham Palace para depositar flores y ante la imposibilidad de que todos lleguen a la verja, habilitaron un espacio en Green Park, situado justo enfrente para albergar los ramos. En muchos habían adjuntado notas en las que expresaban su admiración por Isabel II.
El cadáver de la reina fallecida dejará el castillo de Balmoral, que tanto apreciaba en vida y que fue su lugar de descanso, para reposar en el Palacio de Holyroodhouse.
Y a partir del domingo, los escoceses, que rechazaron en un referendo separarse de la Gran Bretaña por estrecho margen, podrán desfilar ante el féretro de quien fue su soberana, en la catedral de San Giles de Edimburgo.
Isabel II deja a sus herederos una fortuna incalculable. Residencias fabulosas, más de cien mil hectáreas de tierras de cultivos arrendadas, otras once mil en bosques, joyas, cuadros, y millones de cuantía desconocida, puesto que la corona, por ley, no tiene que transmitir a sus súbditos detalles de su patrimonio.
También están exentos de impuestos, pero en 1993, a raíz de los escándalos que acosaban a su familia por algunos de sus miembros y que produjeron un terremoto de baja intensidad que estaba agrietando su inquebrantable popularidad, la entonces soberana decidió declarar a Hacienda lo que posee de manera voluntaria.