Reino Unido
¿Se acaba la monarquía con Carlos y Camila? Estos son todos los detalles de la coronación y las controversias del monarca y su esposa
Gran Bretaña vivirá la primera coronación, tras 70 años de reinado de Isabel II. Sin embargo, nada le garantiza el futuro a la monarquía.
Corría el año 1953 cuando un 6 de junio la reina Isabel II caminaba en procesión junto a su esposo, el príncipe Felipe de Edimburgo, para recibir la corona de Reino Unido. Esta vez, 70 años más tarde, el evento se repetirá, pero en reemplazo de la gran Isabel entrará el controvertido Carlos III, junto a la popularmente odiada Camila Parker.
A esta celebración la han rodeado varias controversias, entre ellas, el drama entre el príncipe Harry y la relación con su familia, el concierto de coronación en el que nadie quería tocar y, por supuesto, la baja popularidad de los reyes. Por eso, y porque la monarquía parece una institución del ayer, muchos se preguntan si el príncipe William podrá tener ese mismo honor.
A primera vista, la coronación sigue los mismos protocolos de antaño. Primero, los reyes serán trasladados desde su residencia, en el Palacio de Buckingham, en lo que se conoce como el Jubileo de Diamantes. En este, ambos viajarán en la Carroza de Oro del Estado, vehículo que se usa desde 1821. Esta será acompañada por 4.000 tropas todo el camino hasta la Abadía de Westminster, en donde podrán usar la corona.
Durante el recorrido, el rey Carlos portará la Tiara de San Eduardo. Esta fue confeccionada en 1661 para el rey Carlos II. Pertenece al grupo de elementos conocidos como las joyas de la corona, las cuales serán utilizadas a lo largo de la ceremonia. Entre ellas, están la Corona de Jorge, diseñada para el abuelo del rey actual, el rey Jorge VI, que se asemeja a la que la reina Victoria usó en 1838, solo que esta es más cómoda y lleva diamantes en lugar de cuarzos.
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Otras joyas son la ampolla y la cuchara de la unción, con las que el rey será ungido en aceite al pronunciar sus juramentos, y por último, la Espada Enjoyada del Ofrecimiento, que representa los emblemas vegetales de los territorios que integran el Reino Unido, y es la única que utilizan en el día de la coronación.
Una vez en la abadía, entrarán guiados por la Cruz de Gales, símbolo de la Iglesia anglicana. Esta fue renovada para la ocasión por cuenta de Carlos, quien como regalo y muestra de su buena voluntad, la mandó a refundir en plata reciclada de Gales. Cuenta con dos piezas otorgadas por el papa Francisco, dos trozos de la cruz en la que se presume fue crucificado Jesús.
Después, el rey tendrá que decir sus juramentos. El primero será a la Iglesia, de la cual será el protector de la fe. Antes, esto iba exclusivamente dirigido a la Iglesia anglicana, pero han pasado 70 años y el Reino Unido es ahora un territorio diverso y laico, por lo que por primera vez Carlos prometerá proteger a todas las religiones.
También tendrá que jurarle a su pueblo que hará respetar las leyes a toda costa. Para esto, el monarca se dirigirá a la Piedra del Destino, traída desde Escocia y utilizada en todas las coronaciones desde la de Eduardo I.
Allí, el obispo de Canterbury le derramará un aceite con la cuchara y la ampolla y procederá a investirlo. Primero la colobium sindonis, una túnica blanca sin mangas que sirve como base para el resto, esta es seguida de la supertúnica, “Este gran rectángulo de tela, inspirado en la Antigüedad, está bordado con símbolos patrios y, en las cuatro esquinas, águilas imperiales en hilo de plata”, afirma Point de Vue, medio francés especializado en la realeza europea. Después le entregarán la Espada Enjoyada del Ofrecimiento y el resto de joyas de la corona: cetro, orbe, anillo y, por último, la anhelada corona.
Una vez finalizada la coronación, Carlos y Camila, quien dejará de ser llamada reina consorte para convertirse en la reina Camila, se asomarán al balcón real acompañados del resto de miembros de su familia, menos los príncipes Harry y Andrés.
A pesar de seguir con la tradición, la coronación de Carlos tendrá cosas muy diferentes a las anteriores. No solo porque han pasado 70 años y existen más recursos, sino porque esta debe adaptarse a la nueva época. Será más austera en tropas, en vestuario y protocolos, pues debe ir acorde con la grave recesión económica mundial. Por ejemplo, esta vez los nobles no tendrán que entregar lingotes de oro al rey, ni ir vestidos con un atuendo hecho de piel animal.
El recuerdo de Diana
Cuando se habla de la princesa Diana, se recuerda a aquella niña de carácter humilde, belleza inigualable y trágica historia. Por el contrario, cuando se menciona a Camila Parker, los británicos solo piensan en la villana que le hizo la vida imposible.
De acuerdo con el diario The Telegraph, a Carlos se le culpó de la muerte de la princesa e incluso se temía un intento de asesinato en su contra tras el fatídico hecho. Esto convirtió al rey en un personaje odiado por los suyos durante mucho tiempo, y esta fama la arrastró a su esposa Camila.
No obstante, tras la muerte de la reina Isabel II, la popularidad de ambos parece haber aumentado. En este momento, de acuerdo con una encuesta realizada por el portal británico oficial YouGov.com, Carlos cuenta con 55 por ciento de aprobación y se ubica en el quinto lugar de la lista de popularidad de la realeza.
Asimismo, Camila parece haber empezado a superar su mala fama cuando la reina pidió que cuando ella falleciera, su nuera también pueda ser llamada reina consorte y no princesa, como dicta la tradición. Pero a pesar del aumento de la popularidad de ambos, muchos británicos no están de acuerdo con la coronación e incluso con la monarquía.
La semana pasada, en un viaje oficial del rey a Liverpool, varios manifestantes se pararon a recibirlo con carteles amarillos que rezaban: “Not my king” (no es mi rey). Y al parecer, según The Daily Mail, estas protestas planean repetirse en varios puntos el día de la coronación. Los manifestantes no solo no quieren que Carlos sea coronado, sino eliminar la monarquía. Piensan que esta es obsoleta, costosa y poco democrática.
Uno de estos es el grupo Republic, que en su página web declara que “los cargos hereditarios van en contra de la democracia, y como no podemos someter a la nobleza a votación, no podemos evitar que abusen de su poder y desperdicien nuestro dinero”. “Queremos una cabeza de Estado elegida por nosotros, que represente nuestras esperanzas y aspiraciones y nos ayude a vigilar a los políticos”, señalan.
Este descontento popular se suma a la falta de interés de las nuevas generaciones por la realeza. Con base en una encuesta de YouGov.com, el 70 por ciento de los jóvenes entre 18 y 35 años “no están interesados” en la monarquía y el 32 por ciento aboga por una cabeza de Estado democrática. Esta clase de afirmaciones están poniendo en jaque al rey y a su régimen, pues nada garantiza que tras su deceso o abdicación el pueblo vaya a permitir una nueva coronación, así se trate del querido príncipe William. Si Carlos viviera como su madre, le quedan al menos 20 años de reinado.
¿Y William y Kate?
Antes del deceso de la reina Isabel se rumoraba que existían posibilidades de que Carlos fuera reemplazado por su primogénito, el príncipe William. En primer lugar, este cuenta con una aprobación popular del 65 por ciento. De hecho, de acuerdo con varias encuestas de Deltapoll, solo el 5 por ciento de los jóvenes y el 27 por ciento de la población general querían que Carlos fuera rey, mientras que el 47 por ciento quería que su hijo lo fuera.
Es más, de acuerdo con The Washington Post, incluso una semana tras el ascenso oficial de Carlos, la gente seguía pidiendo que fuera William el heredero al trono de Inglaterra. “El rey siempre se cree más santo que todos nosotros y no valora sus privilegios. William, por otro lado, parece estar consciente de ellos y preocuparse de verdad por la gente” dijo al diario una joven londinense de 26 años.
El favor del pueblo por el ascenso de William se ve desde que en 2011 tanto la reina como su hijo Carlos fueron abucheados en un viaje a Quebec, Canadá, donde un año después su nieto y su esposa Kate fueron aplaudidos y recibidos entre vítores y felicitaciones, explicó a The Washington Post el historiador Robert Lacey.
Sin embargo, este salto a la línea no era posible. Según la ley estipulada en el Acta de Asentamiento número 1701, el sucesor del monarca solo puede ser aquel que esté en línea directa al trono, y la única manera de que esto no ocurra es que el heredero legítimo abdique. No obstante, esto abre la pregunta: si Carlos hubiera dejado que su hijo llevara la corona, ¿la monarquía estaría en riesgo, o la popularidad de este podría preservarla?