SE CIERRAN LA PUERTAS

El despido diplomatico efectuado entre EE.UU y Nicaragua hace temer un rompimiento final

11 de julio de 1983

Eran aproximadamente las doce del día del pasado martes 7, cuando la Cónsul de Nicaragua en New York, Leonor Arguello de Hupe, recibió una llamada de su embajada en Washington, en la cual se le comunicaba que, por voluntad del gobierno norteamericano, disponía de 24 horas para abandonar los Estados Unidos. En los minutos siguientes, el sorpresivo anuncio fue hecho a otros 5 consules nicaraguenses en la ciudades de Los Angeles, San Francisco, Houston, New Orleans y Miami llevando a su punto más crítico las relaciones entre los sandinistas y la Casa Blanca, en lo que podría ser solo el preludio de un futuro rompimiento diplomático entre los dos países.
La actitud del departamento de Estado al ordenar la salida de los 21 nicaraguenses adscritos a los 6 consulados ya citados, constituyó la respuesta de la administración Reagan a la expulsión que un día antes se decretara desde Managua a tres miembros de la embajada norteamericana en esa ciudad, acusados de espionaje y organización de un complot para asesinar a altos miembros del gobierno sandinista. Los cargos, que en Washington fueron calificados con los epítetos de "absurdos y rídículos" hicieron prever una respuesta similar de la Casa Blanca, pero no de las proporciones que ésta en realidad tuvo. El nuevo giro de los acontecimientos sólo contribuye a oscurecer aún más el panorama en Centroamérica. Las declaraciones de la junta sandinista al conocer las medidas retaliatorias no dudaron en señalar que "la actitud norteamericana aumenta las probabilidades de una guerra en el área". De hecho, se discute el motivo que impulsó a cada bando a tomar tan duras acciones. Según algunos observadores, el paso dado por los sandinistas al presentar públicamente su caso contra los funcionarios expulsados es representativo de la poca voluntad de la junta para llegar a un acuerdo, precisamente tres días antes de que el enviado especial del presidente Reagan, Richard Stone, aterrizara en Managua. Es por ello que las acusaciones, a los ojos del departamento de Estado, sonaron como una humillación que requería "una fuerte respuesta".
Por otro lado, hay quienes justifican la posición nicaraguense. Después de todo, hay que recordar que la CIA ha vuelto a tener el apoyo de la Casa Blanca y no se puede descontar el rumor de que el organismo ha estado utilizando los trucos sucios que le hicieron famoso antes de la década de los setenta. Sin ir más lejos, son más que conocidas las operaciones de los contrarrevolucionarios nicaraguenses que la central de inteligencia apoya con armas, entrenamiento y dinero. Pese a la conmoción que produjera en el gobierno, la reacción a la crisis dentro de los Estados Unidos fue poco uniforme. Haciendo caso omiso a las presiones de la administración, el Comité de Asuntos Extranjeros de la Cámara de Representantes decidió por votación de 20 a 14 suspender los fondos para que la CIA adelante el tipo de operaciones que lleva a cabo en Nicaragua.
Si bien todavía falta un largo camino para que la acción del organismo se convierta en ley, es de por sí bastante representativo de la diferencia de criterios con que se mide la situación tanto en la Casa Blanca como en el Congreso. Algo similar se observó entre el público interesado; mientras en New York algunos centenares de norteamericanos se reunían para expresar su apoyo al gobierno de Managua mediante canciones y discursos, en Miami una buena parte de la colonia nicaraguense exiliada desde la caída de Somoza celebró ruidosamente el hecho, pues éste sería el primer paso para un seguro rompimiento de relaciones y de ahí como dijera Julio Somoza, propietario de un restaurante, "sólo hace falta que los Estados Unidos se decidan a limpiar a Nicaragua".
Entre los moderados, el impasse diplomático sólo confirma los temores sobre las fallas de las políticas de Reagan en Centroamérica. Supuestamente implementadas para evitar que los Estados Unidos se vean envueltos en los conflictos que tienen lugar allí, hasta ahora los resultados han sido totalmente contrarios. Las analogías con el caso cubano se oyen por doquier y hay quienes ya aseguran que la situación ya sobrepasó el punto de no retorno.