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Se ocultó junto a un cadáver en medio de su cautiverio: el desgarrador relato de la monja colombiana
En medio de la conversación que sostuvo SEMANA con la religiosa que sobrevivió a la crueldad de los terroristas de Al Qaeda, se conocieron detalles de los días más crueles que afrontó en el desierto.
Durante cuatro años y ocho meses la hermana Gloria Cecilia Narváez, de 61 años, veía cómo entre hombres de grupos yihadistas al servicio de Al Qaeda se turnaban su retención. Cada vez que se escuchaban drones o helicópteros cerca empezaba un camino de incertidumbre, la pasaban de grupo en grupo, cada uno más cruel que el anterior, según relata.
Aún recuerda el sonido de disparos de fusil y gritos de angustia a la distancia. Mientras eso sucedía, ella y sus captores trataban de ocultarse en huecos y en las pocas piedras o árboles que encontraban en la zona.
Uno de los momentos más escalofriantes que recuerda durante su cautiverio sucedió semanas antes de su liberación, precisamente cuando los terroristas intentaron dejarla abandonada en medio del desierto.
“Llegamos a un lugar desierto y nos quedamos. Al otro día, como a las seis de la mañana, el jefe me pasó un poco de té y me dijo: “Aquí te quedas. Aquí está tu libertad”. Entonces yo miré todo el desierto, me le acerqué y le dije: “Por favor, jefe, ayúdeme, acérqueme por lo menos donde haya un pozo de agua”; entonces, empezaron a reír todos”, relata la religiosa a SEMANA. Luego de suplicarle al hombre con insistencia. ”Súbete, perro de iglesia”, le respondió.
En ese momento, empezó una de las tantas pesadillas que tuvo que vivir. La entregó a otro hombre y muy cerca había enfrentamientos. “Corríamos peligro, él se fue a esconder por unas piedras y me escondió allí”. Dice que, en ese pequeño espacio con una temperatura de más de 45 grados centígrados, permaneció alrededor de dos semanas, mientras ese hombre le apuntaba todas las noches con una metralleta en su cabeza.
“Yo corría la estera y él se daba cuenta y me decía: ´Gloria, te vienes para acá´, entonces yo me pasaba al otro lado. Así permanecí con este señor como dos o tres semanas. Hasta que me llevó cerca de una ciudad”. Estima que estaba cerca de población, porque hasta allí llegó otro hombre con presentes, eran frutas: bananos y manzanas. Pero cuando estaban compartiendo se empezaron a escuchar de nuevo los helicópteros: “Me dijo ´Escóndete debajo de esas ramas´. Yo vi un cadáver que había ahí cerca y entonces ellos se escondieron al otro lado y pusieron un poco de ramas al carro. Y ahí permanecimos dos días y dos noches por los helicópteros y las avionetas que pasaban”.
Aún se estremece al recordar la escena, la religiosa cuenta que el cadáver era de un hombre, parecía que hacía poco había muerto, pero la alta temperatura del lugar aceleraba su descomposición. “Yo pensé que era una persona que seguro la iban a liberar y no la liberaron”, y describe que frente a esas imágenes tan fuertes ella oraba, pedía por la vida de todos los secuestrados y también por la de los captores, sabía que estaba pasando por un momento muy difícil y sus creencias la llevaron a creer con convicción que solo Dios disponía de lo que pasara con sus vidas.
Después de permanecer dos días en ese hueco escondida cubierta con ramas, pudieron escapar y de nuevo la entregaron a otra persona. “Él habló con otro hombre y me sacó a otro lado del desierto. Entonces ahí ya me entregó un vestido azul, me dijo: ´Te pones eso´, porque yo cargaba el hábito, y nos alejamos hacia otro lugar”, dijo.
Fue en ese punto cuando el hombre le aseguró que no había porqué temer, era miembro del Gobierno de Mali y estaba acompañado de militares africanos. Estaba tan aturdida que ella, para ese momento, aún no comprendía que estaba en libertad, solo hasta el pasado 9 de octubre.