HISTORIA
Seis historias de cómo se mezclan fútbol y política
El fútbol y la política son viejos conocidos. El deporte más popular del mundo detonó guerras, sirvió como excusa para hacer la paz y, aún hoy, la pelota sigue rodando al ritmo de las tensiones que caracterizan el turbulento tablero internacional.
Aunque el Mundial de Rusia apenas comienza, el anuncio de la próxima sede de este evento deportivo se robó los titulares de la prensa mundial. La idea de que Estados Unidos, México y Canadá reciban juntos como anfitriones al certamen deportivo más importante del planeta reaviva la esperanza de que, una vez más, el fútbol pueda superar las difíciles relaciones políticas que atraviesan estos tres países en la era de Donald Trump. No sería la primera vez que este deporte cumple el papel de la diplomacia. SEMANA recuerda algunos de los episodios más importantes de esta centenaria relación.
1 De las trincheras a la cancha
Durante dos días, apenas cinco meses después del estallido de la Primera Guerra Mundial, en el campo de batalla del frente occidental se silenciaron los disparos y rodó el balón. Ocurrió en Ypres, Bélgica, el 24 de diciembre de 1914 y se conoció como la “tregua de Navidad”. Tropas británicas y alemanas hicieron un alto al fuego en medio del peor combate y decidieron celebrar la Nochebuena fuera de las trincheras. Todo empezó con un intercambio de villancicos y un acto de fe que los motivó a salir de su escondite. Por unas horas los soldados compartieron comida, cigarrillos e incluso botones de sus uniformes. Esta insólita tregua terminó con un partido de fútbol que quedó 3-2 a favor de Alemania. “¡Fútbol en tierra de nadie! ¿Lo puedes creer? Teníamos postes, un balón y dos equipos. ¿Qué más necesitábamos?”, dijo un soldado en una de sus cartas. Ese histórico gesto de humanidad, más de un siglo después, le sigue recordando al mundo que en el campo de juego como en el campo de batalla todos son iguales.
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2 La guerra del fútbol
En 1969 las tensiones políticas entre El Salvador y Honduras estaban en su punto más álgido. El conflicto había empezado unos meses atrás, cuando el gobierno hondureño decretó una reforma agraria para redistribuir la tierra sin perjudicar a los grandes terratenientes. Como solución decidió expropiar las parcelas de miles de campesinos salvadoreños que habían emigrado varias generaciones atrás a su país. Esto obligó a miles a retornar y generó un ambiente hostil entre esas naciones vecinas, justo cuando sus selecciones jugaban los partidos de clasificación al Mundial de México de 1970. La última fecha de las eliminatorias enfrentó a Honduras y a El Salvador. Los encuentros deportivos atizaron aún más las tensiones existentes, a tal punto que dos semanas después del triunfo de El Salvador, que lo clasificó por primera vez a un Mundial, estalló la guerra. El conflicto duró 100 horas, dejó 6.000 muertos y más de 20.000 heridos. Ryszard Kapuscinski bautizó los días de combate como la “guerra del fútbol” porque precisamente este deporte ayudó a “enardecer aún más los ánimos de chauvinismo y de histeria seudopatriótica, tan necesarios para desencadenar una guerra”.
3 Lo que la política no logró
En 1998 Irán y Estados Unidos se enfrentaron en un partido de fútbol que trascendió las fronteras de lo deportivo y fue considerado como “el partido con más carga política de la historia de la Copa del Mundo”. Las tensiones entre estos dos países empezaron dos décadas atrás cuando la Revolución islámica derrocó al régimen monárquico pronorteamericano del shah Mohamed Reza Pahlevi, que se encontraba en Nueva York. Un mes después, cerca de 500 iraníes se tomaron la embajada estadounidense en Teherán para exigir la extradición del soberano iraní. Los rebeldes mantuvieron durante 444 días a 52 diplomáticos en custodia, en un episodio que pasaría a la historia como la crisis de los rehenes y que terminó por romper las relaciones diplomáticas entre estos dos países. En la fase de grupos de la Copa del Mundo de Francia se encontraron iraníes y estadounidenses. Antes del partido, y en medio de un ambiente de profunda desconfianza, los jugadores tuvieron un gesto para aliviar la tensión: intercambiaron flores y banderines, y en palabras de uno de los delanteros estadounidenses, “hicimos más en 90 minutos que los políticos en 20 años”.
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4 El otro Mundial
Lejos de los grandes estadios, de los deportistas que viven como celebridades y de sus millonarios contratos, desde hace cinco años existe otro campeonato de fútbol que más que por la victoria lucha por el reconocimiento. Se trata de la Copa Mundial ConIFA (acrónimo del inglés de Confederación de Asociaciones Independientes de Fútbol), un torneo que reúne a las delegaciones de fútbol que la Fifa no acepta y que busca darles una oportunidad en el escenario global a “naciones ‘de facto’, regiones, pueblos minoritarios y territorios aislados”. Abjasia, un Estado que autoproclamó su independencia de Georgia en 1990; Chipre del Norte, otra nación de facto que la mayoría de la comunidad internacional no reconoce; el Tíbet, una región de China que por años ha buscado autonomía, pero que siempre ha sido fuertemente reprimida por Beijing; y otras 16 selecciones se enfrentan cada dos años para reivindicar en un campo de fútbol lo que algún muro ideológico, político o social no les permite.
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5 El club de las causa políticas
Por años el equipo alemán St. Pauli ha sido reconocido más por su activismo que por sus resultados deportivos. Nació hace más de un siglo en Hamburgo y tiene más de 20 millones de seguidores en el mundo, a pesar de pertenecer desde hace décadas a la segunda división y nunca haber ganado un gran título. Participó de la Bundesliga durante una temporada en 1977 y logró su mayor victoria al vencer al Bayern Munich en 2002. Sin embargo, no le debe su fama a su destreza con el balón, sino a su constante militancia a favor de causas políticas como los derechos de la comunidad LGBT y por ser el primer equipo en abrazar posturas antifascistas y antirracistas como bandera. En 2014 decidieron, además, cobijar a los refugiados, y cuando comenzaba la crisis migratoria que hoy tiene a Europa al borde del colapso, apadrinaron al F.C. Lampedusa, un equipo de refugiados en la ciudad.
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6 Fútbol en la era Trump
Si algo dejaron claro los seguidores del Club Tijuana, es que ningún muro es suficiente para impedir alentar a su equipo. Así, desde que Donald Trump amenazó a México con construir un muro por el que ellos mismos iban a pagar, tanto hinchas como jugadores quedaron en la incertidumbre. El 35 por ciento de los fanáticos de Xolos de Tijuana viven en San Diego y cada 15 días atraviesan la frontera hasta el estadio de Aguascalientes para ver a su club, igual que lo hacen varios de los deportistas. Nadie imaginó el daño que una decisión política de esta índole puede crear en comunidades que no conocen las barreras. Una situación parecida ocurre un poco más al este de la frontera, con el Fútbol Club Juárez y una hinchada dividida entre El Paso, en Estados Unidos, y Ciudad Juárez. Así como dijo el presidente del equipo, Juan Carlos Talavera, “el muro ya existe y no nos condiciona, pero los mensajes que mandan sí”.
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