China
SEMANA estuvo en Shenzhen, la ciudad china del futuro: conozca la zona que destronaría a Silicon Valley como capital tecnológica del mundo
La ciudad de la transición energética es el lugar donde la cultura, la comida y la tecnología se encuentran para mostrarnos cómo se ve el mañana.
La presencia de China en nuestras vidas es tan evidente como darle la vuelta a nuestros iPhones. “Diseñado por Apple en California, ensamblado en China” es lo que la mayor parte de los dispositivos de la marca declaran en su respaldo. O tal vez usas un Huawei o un ZTE, una computadora Asus, una tablet Lenovo o te desplazas diariamente en un bus de servicio público eléctrico de BYD. Vamos por la vida sin saber de Shenzhen, la ciudad que no solo se ve como el futuro, sino que a diario se dedica a innovar por quienes nos limitamos a consumir.
Shenzhen es calificada como la nueva Silicon Valley, haciendo referencia a la zona de San Francisco, Estados Unidos, en la que operan las principales empresas de tecnología, como Google, Apple, Meta, Adobe y Microsoft. Mientras los estadounidenses piensan en software y mercado, la ciudad china es el centro del hardware del mundo, enfocado en ingeniería e innovación para crear dispositivos novedosos que aporten al desarrollo de su país y el mundo.
La subprovincia, ubicada en la costa sur de China, obtuvo su nombre en la dinastía Ming, haciendo referencia a las zanjas que requería la siembra de arroz. Shenzhen siempre fue una pequeña villa cercana a Hong Kong, territorio colonizado por la corona británica, de un poco más de 300.000 habitantes y con un PIB per cápita menor que el del resto del país.
En 1980, por su ubicación estratégica para operaciones portuarias, Shenzhen fue escogida como la primera zona económica especial del país, en medio de los esfuerzos del gobierno chino de abrirse comercialmente al mundo. Desde ahí comenzaron a llegar inversores de todas partes y para 1985 logró que su PIB llegara a ser 14 veces superior al registrado cuando inició la medida.
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Hoy en día tiene más de 17 millones de habitantes, deslumbrantes rascacielos y oficinas principales de varias de las compañías más importantes del mundo. SEMANA estuvo en la ciudad futurista de China, viendo de primera mano su industria y las tecnologías que permean el día a día de sus habitantes.
Ir sin un centavo
Llegué a Shenzhen, China sin un yuan en el bolsillo. La vulnerabilidad de no tener un centavo me embargó por poco tiempo. Quedé atónita cuando en cada instructivo y recomendación me sugerían no llevar la moneda del país que iba a visitar, pero caminar un par de metros fue suficiente para saber que esto no iba a ser necesario.
En el gigante asiático, los billetes y las monedas que atesoramos en occidente son del pasado. Los establecimientos comerciales, los servicios de transporte, las máquinas expendedoras y hasta los puestos callejeros te exigen el pago a través de código QR, que te lleva a las dos únicas aplicaciones que necesitarás en tu viaje: Alipay y WeChat.
El único yuan que vi en toda mi travesía fue uno que me mostró una compañera en la visita, quien inocente cambió en el aeropuerto de origen. Terminó siendo un costoso souvenir.
Las aplicaciones contienen todo lo que necesitas. WeChat es el WhatsApp de los chinos, dado que la aplicación estadounidense fue bloqueada por el gobierno. Incluye visualización de video, canales informativos y puedes agregar tu tarjeta de crédito o débito para hacer pagos vía QR. Incluso, fue necesaria para mi entrada a China, dado que en migración de Shenzhen debía hacer una declaración sobre mi estado de salud.
Por otro lado, está Alipay, que se utiliza primariamente para realizar pagos, pero también incluye aplicaciones como DiDi, compra de tiquetes de tren, un traductor, chat y guías de viaje. Algunos establecimientos aceptan tarjetas, pero otros, tan populares como McDonald’s, ni siquiera tienen datáfonos.
Nunca he tenido problemas para comunicarme con personas de diferentes partes del mundo en inglés, pero si no sabes el idioma, cuando visites China deberás poner a prueba todos tus conocimientos en señas y charadas. La comunicación con el recepcionista del hotel fue entrecortada, pero logró entender que mi intención era registrarme. Fue mucho más difícil pedirle curitas al conserje por el teléfono de la habitación, proceso que requirió una aplicación para traducir mi solicitud.
Llegué a Shenzhen de noche, después de cerca de 30 horas de viaje y más de 20 de vuelo. A la mañana siguiente me esperaba un buffet cantonés, lleno de comida de mar, panes rellenos, fideos, sopas, vinagres y aceites de chiles. Por supuesto, la oferta de platos del hotel es la menor de las preocupaciones para un viajero.
Lo exótico estuvo por fuera del hotel. Varias preparaciones de repollo, pescados, camarones, pepinos de mar, hongos y demás proteínas (algunas cartilaginosas) hacen parte del menú del mar del sureste de China.
Los puestos callejeros tienen ranas, insectos, caballitos de mar y demás criaturas extrañas para nosotros, pero la gastronomía se basa en proteínas como pescados, mariscos, pato, pollo, carne de res y cerdo. Nada que temer para un paladar selectivo.
Si me preguntan por mis platos favoritos, lo mejor fueron los panes cocidos al vapor con rellenos de carnes y verduras, los fideos fritos, el pato rostizado y las castañas asadas. Desde antes soy aficionada de los dumplings y las gyozas (con aceite de chile, por favor).
La ciudad del ligero zumbido
Es difícil no caminar distraído en Shenzhen. La vista se pierde mirando hacia arriba, contemplando los grandes rascacielos y las luces de los avisos publicitarios. Es por eso que, mientras cruzaba la calle, en más de una ocasión me alarmé por pasar muy cerca de automóviles o motocicletas que silenciosamente se movilizan por la ciudad.
Son pocas las veces en las que escucharás un motor en la ciudad. En China están de moda los vehículos eléctricos, pero el caso de Shenzhen es un modelo mundial de transición energética en la movilidad.
La tasa de adopción de vehículos eléctricos en Shenzhen superó el 50 % en 2022. Por otro lado, el transporte público es 100 % eléctrico, incentivado por BYD, empresa automotriz con base en la ciudad.
En 2017, de la mano de la empresa, los 16.000 buses de la ciudad fueron reemplazados por vehículos eléctricos. En 2018, los 22.000 taxis también fueron electrificados. En ese mismo año, más de 4.000 camiones pesados totalmente eléctricos entraron en funcionamiento.
Los taxis fueron fáciles de identificar. Son azules con blanco, como los del modelo que Gustavo Petro, entonces alcalde de Bogotá, intentó implementar en Bogotá.
En 2013, 50 taxis de BYD, con los colores de los vehículos que circulan en China, comenzaron a rodar por Bogotá. Según el presidente, el piloto pretendía renovar por completo la flota de la ciudad.
Por diez años los taxistas no debían pagar por el cupo y tampoco tenían pico y placa. En septiembre de este año termina el piloto, sin mayor avance por la falta de atención de los alcaldes sucesores, el costo del mantenimiento y por los casi inexistentes incentivos para contrarrestar los precios elevados.
Tuvimos acceso a las oficinas centrales de BYD, marca que también fabrica baterías, trenes ligeros, paneles solares y unidades de almacenamiento de energía eléctrica en el mundo. Es un recorrido de un poco más de una hora desde la ciudad de Shenzhen, dado que se encuentra ubicado en la zona de Pingshan.
El paisaje cambia de inmediato. Los rascacielos se convierten en construcciones más modestas. Bloques de edificios con infinidades de ventanas y pequeños balcones.
Todos cuelgan la ropa frente a la unidad manejadora de los aires acondicionados con los que combaten el húmedo clima costero de la subprovincia. En esta zona no hay pretensiones y poquísimos angloparlantes.
Más que unas oficinas, BYD construyó un campus a las afueras de la Silicon Valley de Asia. Es tan grande que se comunica por medio de un tren ligero que para en edificios de oficinas, fábricas y complejos de apartamentos en los que residen los empleados.
En cada estacionamiento hay puntos de carga rápida para los empleados. Entran y salen vehículos forrados en papel, con el fin de que no se filtre un diseño en periodo de prueba. El atractivo central es un museo en el que muestran cada hito de la corta historia de la compañía, que nació en febrero de 1995 con baterías para celulares.
Al mejor estilo de Shenzhen, detrás de Tesla, la atractiva empresa de automóviles del empresario Elon Musk, están las baterías blade de BYD.
Mientras que en China se venden como en pan caliente, el panorama de los vehículos 100 % eléctricos en Colombia es distinto. Si bien existen más de 1.500 buses eléctricos circulando por las principales ciudades del país, el costo de los carros particulares es en muchas ocasiones muy elevado para el colombiano promedio.
Por esta razón, Stella Li, vicepresidenta global de BYD, asegura que el presidente Gustavo Petro debe tomar acciones y otorgar incentivos para que siga la renovación del parque automotor.
“En Colombia, cuando importas un vehículo híbrido enchufable no tienes un diferenciador compitiendo con vehículo eléctrico híbrido. Esto es en realidad una especie de barrera para que más consumidores compren vehículos de nuevas energías. Segundo, el auto eléctrico es más caro. La financiación de automóviles es más cara. Esto está perjudicando la adopción de automóviles eléctricos. Por lo tanto, si el Gobierno puede darnos algún incentivo, con un alcance uniforme más largo, entonces se puede compensar este tipo de tasa de interés alta. Es algo que debería impulsar el Gobierno. La infraestructura de carga también. El Gobierno debería tener incentivos y trabajar más con las empresas de servicios públicos para impulsarla”, le dijo Li a este medio.
China es una ventana que muestra lo que puede ser el futuro, pero también es un espejo en el que se pueden ver los obstáculos que impiden que países como Colombia florezcan como lo hizo el gigante asiático en la década de los 80. Las políticas, los incentivos y el apoyo gubernamental a la innovación son clave para que ciudades como Shenzhen pasen de ser una villa de 300.000 habitantes a convertirse en uno de los hubs tecnológicos más importantes del planeta.
China, destino que personalmente pensaba exótico y pintoresco, me sorprendió con su infraestructura y su apertura al mundo occidental. Los rascacielos de ciudades como Shanghai, que usualmente comparaban a nivel arquitectónico con Nueva York, terminaron superando en altura a los de la llamada capital del mundo. Los chinos, que resultaron fuertemente golpeados por la pandemia del covid-19, se levantaron de la adversidad con gracia y con intenciones de seguir imponiéndose como la primera economía global. Me impresionó, por encima de todo, que su hospitalidad con extranjeros trasciende la barrera del idioma.
*Viaje por invitación de BYD