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JUDICIAL

Futuro de Dilma Rousseff se define en plenos Juegos Olímpicos

El Senado brasileño votará este martes si la exmandataria debe ser sometida a un juicio de destitución.

9 de agosto de 2016

Este martes el Senado brasileño votará si Dilma Rousseff debe ser sometida a un juicio de destitución, última escala previa a la decisión que a fin de mes podría poner fin al ciclo de más de 13 años de la izquierda en el poder.

Mientras los Juegos Olímpicos de Rio-2016 captan la atención de los brasileños, que al igual que el resto de Sudamérica por primera vez pueden ver a la élite del deporte mundial en sus tierras, todos dan por descontado que el Senado dará un fuerte respaldo al impeachment contra la primera mujer presidenta de Brasil.

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"El senado se reúne hoy para ejercer una de las más graves competencias que la Constitución le confiere: deliberar sobre la apertura de un proceso de impeachment contra el jefe de Estado de gobierno, la señora presidenta de la República Dilma Vana Rousseff", dijo al abrir la sesión el presidente de la corte suprema, Ricardo Lewandowski, que dirigirá los trabajos.

Los senadores protagonizaron los primeros cruces retóricos, anticipando un debate tenso en el plenario de 81 miembros.

"Quiero recordar la gravedad de la decisión que tomaremos en breve y pedir que dejemos de lado tanto como nos sea posible nuestras convicciones políticas partidarias, imbuidos de la responsabilidad derivada de nuestro papel de jueces", dijo por su parte el senador Renan Calheiros, jefe de la Cámara alta antes de ceder el mando a Lewandowski.

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Si la votación aprueba el informe del senador socialdemócrata Antonio Anastasia (PSDB), que recomendó destituir a Rousseff por haber cometido un "atentado contra la Constitución", la presidenta solo tendrá una última oportunidad para evitar su caída.

La sesión se extenderá por unas 20 horas y bastará que una mayoría simple -mitad de los presentes más uno- apoye la acusación para que el caso avance a la instancia final de juicio y sentencia.

Capítulo final

Rousseff, una exguerrillera marxista de 68 años, fue suspendida del cargo el 12 de mayo y desde entonces denuncia a su vice, Michel Temer, que la sucedió provisoriamente, de haber orquestado un "golpe" en su contra.

Acusada de haber violado la Constitución al aprobar gastos sin la venia del Congreso y suscribir decretos para financiar al Tesoro con la banca pública, sobre todo en su campaña de reelección de 2014, Rousseff podría perder su mandato y quedar inhabilitada para ejercer cargos públicos por ocho años.

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"La presidenta está cada vez más aislada, un aislamiento muy acentuado, que se agravó en las últimas semanas y que incluye hasta su propio partido. No tengo ninguna duda de que, al igual que en el juicio definitivo, la votación será a favor del impeachment y será destituida", dijo a la AFP el senador Aloysio Nunes, del PSDB y líder del frente oficialista de Temer.

En la otra orilla, la senadora Vanessa Grazziotin, aliada a Rousseff, coincide: "Lo van a conseguir con bastante facilidad. No tenemos muchas expectativas", dijo.

A sus 75 años, Temer lidera un frente pro impeachment para asegurarse la presidencia hasta el 31 de diciembre del 2018, hasta cuando debía gobernar Rousseff.

Diez días atrás pidió acelerar el proceso porque la gente "necesita saber quién es el presidente". Su plan, dijo, es partir al G20 en China a inicios de setiembre como presidente de los brasileños, sin el adjetivo "interino".

El eventual juicio comenzaría el 25 de agosto, cuatro días después de la clausura de Rio-2016 y durará unos cinco días.

Una amplia mayoría de los congresistas considera que la ahijada política del expresidente Luiz Inacio Lula da Silva será destituida en la fase de juicio, que requiere el apoyo de al menos dos tercios (54) del Senado.

Inestable

Divididos entre las hazañas del nadador Michael Phelps, la expectativa de ver correr a Usain Bolt y soñando con que su selección de fútbol gane su primera medalla de oro, los brasileños asistirán a un nuevo capítulo del proceso que hundió al país en la inestabilidad.

El edificio del Congreso en Brasilia ya está rodeado por vallas a la espera de unos 5.000 manifestantes, lejos de las decenas de miles que tapizaron la ciudad cuando el caso llegó a su cenit en abril.

El gobierno de Rousseff se astilló por una recesión económica feroz y las acusaciones de corrupción que lo vincularon a una inmensa red de sobornos en la estatal Petrobras.

Recluida en la residencia presidencial, Rousseff dijo que publicará una carta donde se comprometerá a convocar un plebiscito para que los ciudadanos decidan si quieren adelantar elecciones en caso de que consiga derrotar al impeachment.

"Tenemos conciencia de que encontrar una salida hoy con Dilma es una opción casi agotada. Pero tenemos aún más claro que Temer no tiene legitimidad", dijo Grazziotin.

Su colega Nunes disiente. "No hay ninguna chance de que Rousseff vuelva al poder, ya nadie cree que pueda volver a gobernar Brasil. Eso es un hecho", cerró.

Si pierde definitivamente el poder, Rousseff será el segundo jefe de Estado brasileño en caer a manos del Congreso en 24 años. El anterior fue el hoy senador Fernando Collor.