SRI LANKA
Sri Lanka: Terrorismo para ver en redes
Sri Lanka bloqueó las redes sociales tras los ataques terroristas del domingo. Esta medida refleja la preocupación mundial, particularmente entre los Gobiernos, sobre la capacidad de estas plataformas para amplificar la violencia.
las redes sociales y las plataformas de video han desempeñado un papel fundamental en los ataques terroristas de los últimos años, y Sri Lanka no fue la excepción. Minutos después de los atentados que dejaron 359 muertos y 500 heridos, el Gobierno bloqueó el acceso a Facebook, WhatsApp, Viber y Snapchat. Con eso quería evitar “el pánico, las noticias falsas, los mensajes revanchistas y la desinformación”. Es decir, las especulaciones por redes, los videos de odio y las convocatorias para “vengarse” de la comunidad musulmana por bombardear cuatro iglesias católicas y tres hoteles del país asiático generaron pánico colectivo. En otras palabras, el uso de las redes sociales como amplificadoras del terror.
Los críticos de esa medida insisten en que la prohibición incomunica a los sobrevivientes, pero no evita que los terroristas difundan sus mensajes. Y en efecto, dos días después de los ataques, Isis emitió un video en el que aparecen ocho hombres que se atribuyen el atentado. Por supuesto, eso angustió más a la ciudadanía, que no pudo comprobar si la información de la grabación era cierta.
El santuario de San Antonio, destruido por las bombas.
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Los bloqueos tampoco detuvieron el rumor por redes de que los terroristas perpetraron el ataque en venganza por la masacre que un supremacista blanco cometió en una mezquita de Nueva Zelanda. Las autoridades no confirmaron ninguno de esos mensajes, pero las redes sociales parecían estar seguras de su veracidad.
De hecho, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, pidió “moderación a la hora de establecer vínculos que pueden no existir”. Pues los terroristas aprovechan la especulación para crecer mediáticamente. Así lo hizo Brenton Tarrant, el atacante de su país que mostró por Facebook Live la masacre y les pidió compartirlo a quienes lo estaban viendo. Y así lo hizo Isis en otras ocasiones al atribuirse atentados de los que no siempre era responsable.
Por otro lado, NetBlocks, una organización especializada en la libertad en internet, aseguró que la censura virtual solo confunde a los ciudadanos. “La falta de información puede desatar guerras civiles. Sin información, la gente actúa por mano propia. En un momento de crisis, eso puede ser fatal”, expresó Alp Toker, director ejecutivo de la institución, a la agencia AFP.
Desde que supieron que el Gobierno conocía de los ataques diez días atrás, la desconfianza aumentó entre los esrilanqueses. Estos creen que el Estado bloqueó las redes para que la gente no se rebelara contra sus gobernantes por la negligencia con la que manejaron la situación. Hoy saben que las querellas políticas entre el presidente, Maithripala Sirisena, y el primer ministro, Ranil Wickremesinghe, evitaron que el presidente supiera de las advertencias de terrorismo y tomara las medidas correspondientes.
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Por otro lado, reportes de Estados Unidos e India indican, además, que tres años antes un líder musulmán advirtió de un grupo radical que ganaba adeptos con mensajes como los de Estado Islámico. Entonces mencionó a Zahran Hashim, un hombre que subió videos a YouTube en los que incitaba a odiar a los infieles y llamaba a los jóvenes a alzarse en armas. Las autoridades desestimaron esas advertencias. Ahora creen que Hashim estaba entre los suicidas de la iglesia de Colombo.
Las disputas religiosas, étnicas y políticas son pan de cada día en un país como Sri Lanka, que apenas en 2009 terminó una guerra civil que se prolongó por 26 años y dejó más de 100.000 muertos por los enfrentamientos entre los Tigres de Liberación y el Gobierno cingalés. Y el ataque deja de ser tan inesperado como quieren hacer ver algunos dirigentes del país si a esos factores se suman los 5.600 combatientes de Estado Islámico que huyeron a varios países asiáticos, entre ellos Sri Lanka, después de su derrota territorial en Siria. De haber prestado atención a las redes sociales y a las alarmas, las autoridades habrían podido evitar las muertes del domingo de gloria.
Un nuevo tipo de terrorismo
Los funcionarios justificaron su tardía reacción al decir que “el mundo se enfrenta a un nuevo tipo de terrorismo”. “Un terrorismo para ser visto”. Un terrorismo que “estamos aprendiendo a enfrentar”. No obstante, sociólogos, como Zygmunt Bauman, hablan de este tipo de ataques hace casi 20 años, cuando Al Qaeda atentó contra las Torres Gemelas y se vanaglorió en medios de comunicación. No es nuevo entonces que la plataforma favorita del terror sean las redes sociales.
El manifiesto que publicó el supremacista blanco en Facebook contra la población musulmana de Nueva Zelanda; la masacre en la escuela de Brasil, en la que los atacantes subieron fotos a Facebook con armas antes de la matanza; el asesinato de cerca de 15 estudiantes en Parkland (Estados Unidos), de parte de un exalumno que practicaba tiro al blanco en el patio de su casa y subía mensajes de odio en sus redes sociales, entre otros, son solo algunas demostraciones de cómo las redes sociales pueden anticipar y, por lo tanto, detener tragedias.
Esta forma de proceder del terrorismo actual plantea nuevas preguntas que muchos políticos y académicos intentan resolver. Por ejemplo, qué tanta responsabilidad tienen los dueños de redes sociales y los usuarios en los ataques terroristas. Esa cuestión creció después de que un vocero de Facebook comentó que ninguno de los 4.000 usuarios que vieron el video de la masacre en Nueva Zelanda informó a la plataforma de lo que estaba pasando. Ninguno de ellos mandó una alarma para bloquear el contenido y, en cambio, prefirieron compartirlo hasta viralizarlo.
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Para algunos analistas, hay muchos responsables en este fenómeno. William A. Carter, experto en ciberseguridad y terrorismo digital del centro de estudios CSIS, explicó a SEMANA que “las redes sociales deben mejorar sus algoritmos para ser más precisas a la hora de bloquear contenido violento, pero el mayor problema con ellas son las personas. Una combinación de seudoanonimato, pocas reglas, información altamente personal y una plataforma pública son la fórmula perfecta para sacar lo peor de la gente”. Según Carter, varios estudios demuestran que si las personas no se sienten anónimas, tienden a ser menos agresivas. “Todo el mundo es muy rápido para señalar a los terroristas, pero qué pasa con los consumidores de terrorismo, ¿no son cómplices también?”, insiste.
La solución no es vetar las redes sociales. Incluso, algunos académicos temen que los Gobiernos recurran cada vez más a esa fórmula para bloquear no solo el terrorismo, sino cualquier movimiento que pueda afectar sus intereses. Para ellos la salida está en dejar de tratar a los terroristas como “influencers” o “estrellas de las redes”.
No se trata de volver a un mundo sin internet, sino de entender que las redes sociales son solo las plataformas que permiten visibilizar el inconformismo civil. “Los Gobiernos deben prestarles más atención a los dolores de sus ciudadanos, pues pueden desatar una avalancha de odio”, termina Carter.
El hijo mayor del exitoso comerciante de especias Mohamed Yusuf Ibrahim, minutos antes de detonar una bomba dentro de la iglesia.
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