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Talibanes, molestos por el estado en que Estados Unidos dejó aviones y helicópteros tras su partida de Afganistán
Según se conoció, los militares estadounidenses dejaron inservibles 71 aviones antes de su partida de la capital afgana.
Apenas dos semanas después de que los talibanes entraran a Kabul, el ejército estadounidense abandonó Afganistán entre la noche del lunes 30 de agosto y la mañana del martes 30, finalizando casi dos décadas de intervención occidental en el país. Ahora en el poder, los talibanes se han quejado de la manera en que quedaron las aeronaves que Estados Unidos dejó en ese país.
Inicialmente, las tropas estadounidenses “desmilitarizaron” 73 aviones antes de su partida, según informó el comandante de la misión de evacuación estadounidense, el general Frank McKenzie. De esas aeronaves, 48 quedaron en manos de los talibanes pero no sirven. Según un reportero de Al Jazeera que recorrió el aeropuerto después de la retirada, los talibanes habían “esperado que los estadounidenses dejaran helicópteros como este en una sola pieza para su uso”.
“Están decepcionados, están enojados, se sienten traicionados porque todo este equipo está roto sin posibilidad de reparación”, dijo el oficial, al apuntar que aparte de las aeronaves quedaron 70 vehículos resistentes a minas antipersonas. Junto con el avión, EE.UU. dejó hasta 200 civiles, 70 vehículos protegidos contra emboscadas resistentes a las minas y 27 Humvees (High Mobility Multipurpose Wheeled Vehicle), que son vehículos militares, en Afganistán.
La Fuerza Aérea afgana operaba 167 aviones, incluidos 108 helicópteros y 59 aviones, según una inspección oficial del gobierno de Estados Unidos realizada el 30 de junio anterior. Antes de la caída de Kabul, Uzbekistán confirmó que habían llegado al país 46 aviones afganos, incluidos 24 helicópteros, para evitar que cayeran en manos de los talibanes. El comandante de la misión de evacuación de Estados Unidos, el general Frank McKenzie, dijo que las tropas estadounidenses inutilizaron 73 aviones antes de abandonar finalmente el país el lunes por la noche.
Según se informó, las hélices y los cañones se retiraron de los aviones y helicópteros, mientras que otros aviones yacían con sus fuselajes directamente sobre la pista, después de que les quitaran las ruedas y los dejaran inoperables. Muchas aeronaves fueron construidas en la década de 1980 y necesitarán mantenimiento y piezas constantes para asegurarse de que estén en condiciones de volar. De todas maneras, los talibanes se quedaron con varios vehículos y una cantidad de armamento considerable.
Rusia arma a los países fronterizos con Afganistán
Rusia anunció este jueves que entregará armas ligeras y helicópteros a aliados suyos en Asia Central fronterizos con Afganistán en un contexto de temor a posibles accionistas yihadistas tras la victoria talibán. “Trabajamos en cierto número de pedidos de países de la región para suministrar helicópteros rusos, armas ligeras y sistemas modernos de protección de fronteras”, indicó a la agencia Ria Novosti, Alexandre Mijeiev, director general de Rosoboronexport, encargado de las exportaciones de armamento.
Antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central, como Uzbekistán y Tayikistán, que sufrieron ataques yihadistas en los años 1990 y 2000, temen el retorno de los talibanes en Afganistán. Rusia, con bases militares en esa región donde tiene gran influencia, también está preocupada de incursiones de yihadistas afganos, así como del auge del tráfico de opio y heroína en la zona.
Por ahora, Moscú ha adoptado una actitud conciliadora con los talibanes, pero al mismo tiempo ha organizado operaciones militares en Uzbekistán y Tayikistán y lo hará próximamente en Kirguistán con países aliados.
La salida de Estados Unidos de Afganistán
La guerra más larga de Estados Unidos acabó en mitad de la noche afgana. El último vuelo, un gigantesco C-17 cargado con tropas y el embajador de Estados Unidos, dejó el aeropuerto de Kabul un minuto antes de la medianoche local, previo a la fecha límite del 31 de agosto fijada por el presidente Joe Biden.
Más de 120.000 personas huyeron en un accidentado puente aéreo del estricto régimen impuesto por los talibanes, que retomaron el poder 15 días antes, dos décadas después de ser derrocados por una coalición liderada por Estados Unidos. Afganistán, que ya había rechazado al imperio británico y la Unión Soviética, reservó así la misma suerte a la mayor superpotencia moderna.
Desentendidos desde hace años de esta guerra, los estadounidenses quedaron impactados con la muerte de 13 de sus militares en un ataque suicida perpetrado por el Estado Islámico durante la evacuación de civiles en el aeropuerto de la capital afgana. La imagen del presidente Joe Biden parado ante sus féretros envueltos en banderas en una base aérea de Delaware, el domingo, podría ser la última que queda de esta guerra.
Cinco de los muertos eran niños cuando Al Qaeda, protegida por los talibanes, lanzó los ataques del 11 de septiembre de 2001, que detonaron el conflicto.
Segundo plano
Irónicamente, Estados Unidos dependió de los talibanes para asegurar el aeropuerto contra la amenaza del Estado Islámico. “Los talibanes han sido muy pragmáticos y negociadores”, dijo el general Kenneth McKenzie, jefe del Comando Central de Estados Unidos. Primer frente de la “Guerra contra el terror” declarada tras los atentados del 11 de septiembre, el país prácticamente pasó al segundo plano cuando la administración de George W. Bush decidió invadir Irak en 2003. Y Estados Unidos asumió tareas de construcción nacional para las que no estaba preparado.
Mientras, el gobierno afgano respaldado por Estados Unidos resultó corrupto e ineficiente para consolidar el poder, en tanto los talibanes persistieron como una poderosa insurgencia. Decenas de miles de civiles y tropas afganas murieron. El costo también fue inmenso para Washington: 2.356 soldados estadounidenses murieron, y se gastaron 2,3 billones de dólares, según el Instituto Watson de la universidad de Brown.
Final
El final empezó en el gobierno del expresidente Donald Trump, quien llegó al poder en 2016 prometiendo acabar las “guerras eternas” y comenzó a negociar con los rebeldes. En febrero de 2020 Washington se comprometió a retirarse para el 1 de mayo del siguiente año, a cambio de que los talibanes iniciaran negociaciones de paz con Kabul y no atacaran tropas estadounidenses. Pero los insurgentes islámicos intensificaron luego su campaña contra las fuerzas afganas, que dependían enormemente de Estados Unidos.
Cuando Biden reemplazó a Trump el 20 de enero, quedaban unos 2.500 soldados estadounidenses en Afganistán. La retirada se pospuso al 31 de agosto en tanto la Casa Blanca llegó a la conclusión de que los afganos no podían o no querían luchar solos. “Fuimos a Afganistán por los terribles ataques que ocurrieron hace 20 años. Eso no justifica que sigamos allí en 2021”, dijo Biden. “Es tiempo de acabar la guerra eterna”.
“Lo estropeamos”
Washington había planeado una retirada ordenada, esperando evitar imágenes de debacle como las que se vieron en Vietnam, en especial la foto de vietnamitas intentando escalar a un helicóptero desde el techo de un edificio en el que había oficinas estadounidenses en Saigón. “Bajo ninguna circunstancia” verán una escena similar en Afganistán, había dicho Biden el 8 de julio.
Pero cinco semanas más tarde, unos helicópteros chinook aterrizaron en los terrenos de la embajada estadounidense para rescatar a diplomáticos. Una escena quizá aún más dramática ocurrió en el aeropuerto de Kabul, en donde decenas de miles de afganos se reunieron en un desesperado intento por huir del país. Algunos incluso se subieron a aviones en pleno despegue y se estrellaron en el suelo.
“La gente está disgustada porque sus altos dirigentes le han defraudado. Y ninguno de ellos está levantando la mano y aceptando la responsabilidad o diciendo: ‘Lo estropeamos’”, dijo el teniente coronel de Marina Stuart Scheller. Scheller fue luego retirado del cargo.