MUNDO
Tanques en Moscú: el día que un fallido golpe de Estado marcó el inicio de la caída de la Unión Soviética
En agosto de 1991, comunistas conservadores, contrarios a las reformas en la Unión Soviética en crisis, dieron un fallido golpe de Estado contra el presidente Mijaíl Gorbachov, que se encontraba de vacaciones en Crimea.
La caída de la Unión Soviética, en 1991, es uno de los hechos que marcaron al mundo en el siglo XX. Pero antes de que ese suceso se materializara, hubo un intento de golpe de Estado que el mundo recuerda hoy, 30 años después. Fue en agosto de 1991 cuando comunistas conservadores, contrarios a las reformas en la Unión Soviética en crisis, trataron de quitarle el poder al presidente Mijaíl Gorbachov, que se encontraba de vacaciones en Crimea.
El golpe fracasó debido a la resistencia de los moscovitas encabezada por el presidente de la Federación de Rusia, Boris Yeltsin, y abrió el camino a la desaparición de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sin embargo, todo lo que sucedió ese lunes 19 de agosto es digno de la mejor trama de complot y traición.
Ese día, en la madrugada, la agencia de noticias oficial TASS anunció que Gorbachov era “incapaz de asumir sus funciones por razones de salud”, y había sido reemplazado por el vicepresidente Guennadi Yanáyev. Gorbachov, impulsor de las políticas de Perestroika (reestructuración) y Glasnost (transparencia), estaba de vacaciones en Crimea, en el mar Negro.
Los golpistas forman el llamado “Comité para el Estado de Emergencia”, que asume todos los poderes al tiempo en que blindados y transportes de tropa afluyen hacia Moscú. Desde el primer momento, el presidente de la Federación Rusa asume la dirección de la resistencia.
Lo más leído
Al filo del mediodía, Yeltsin, atrincherado en la “Casa Blanca”, sede del Parlamento ruso, rodeada de tanques, denuncia un “golpe de Estado de derecha, reaccionario y anticonstitucional”. En abierto desafío a los golpistas, Yeltsin, que goza de mucha popularidad, exige que Gorbachov “pueda expresarse ante el pueblo”.
Los moscovitas acuden a la Plaza del Picadero, al pie del Kremlin, donde Yeltsin, parado en un tanque, lanza un vibrante llamado a la huelga general y la desobediencia civil.
Miles de moscovitas levantan barricadas alrededor de la Casa Blanca y permanecen concentrados allí ante el temor de un asalto militar. En la mañana del 20 de agosto, las personas presentes dentro del edificio –entre ellas diputados, ministros, artistas, músicos, incluido el violonchelista Mstislav Rostropóvich– reciben chalecos antibalas, cascos y máscaras antigás.
En la mañana, tres unidades militares declaran su apoyo a Yeltsin y hacen ondear la bandera de la Federación de Rusia, que se convirtió en el símbolo de la resistencia. Grupos de diputados recorren los cuarteles de la región de Moscú para convencer a los oficiales que se unan a la causa de Yeltsin, cuyo llamado a manifestar reúne a más de 50.000 personas delante del Parlamento ruso.
Hacia las dos de la mañana, aclamado por la muchedumbre, el exministro de Relaciones Exteriores, Eduard Chevarnadze, se une a Yeltsin. Contrariamente a lo que se temía, las tropas golpistas no atacan el edificio, pero tres jóvenes mueren cuando intentaban bloquear el avance de una columna de blindados.
El miércoles 21, la decisión del Parlamento ruso de ir a buscar a Gorbachov a Foros, en Crimea, marca el comienzo de una jornada de locura que culmina con la derrota del golpe. El Ministerio de Defensa ordena el regreso de las tropas a los cuarteles. Se levanta el dispositivo militar alrededor de Moscú, se suspenden la censura y el toque de queda, y se anulan los decretos de los golpistas. La televisión difunde la sesión del Parlamento de la Federación de Rusia.
Los hechos no duran más que esas convulsionadas horas y, en la noche del miércoles, Gorbachov regresa al Kremlin, pero políticamente debilitado por la traición o abandono de gran parte de los colaboradores que había elegido, la vacilación de las Fuerzas Armadas, las dudas del Partido Comunista. El fallido golpe de Estado convirtió a Yeltsin en el verdadero dueño del poder. El 8 de diciembre, Rusia, Ucrania y Bielorrusia declaran el fin de la Unión Soviética, y el 25 Gorbachov presenta su renuncia.