“Hoy finalmente reconocemos lo obvio, Jerusalén es la capital de Israel”: Donald Trump

El mundo entero se lo advirtió, pero Trump no hizo caso. De nada sirvieron las exhortaciones de los líderes del mundo musulmán, ni el aviso del presidente francés Emmanuel Macron o el de la Unión Europea y el Papa Francisco, este miércoles, el presidente norteamericano Donald Trump prendió la mecha del barril de pólvora y tal como lo anunció, reconoció a Jerusalén como capital de Israel, además de que anunció su intención de trasladar su embajada a esa ciudad.

En una conferencia retransmitida por cientos de canales a través del mundo entero, Trump Jr. firmó el documento oficial con el que transformó a Estados Unidos en la primera nación en disponer el traslado de su embajada a Jerusalén.

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“Después de dos décadas, no estamos más cerca de un acuerdo de paz entre palestinos e israelíes (...) no tendría sentido seguir en la misma dirección en espera de que eso de una resultado diferente. El reconocimiento de Jerusalén como capital es nuestra mejor opción para la paz”, declaró.

Sin embargo, en el mismo discurso, Trump advirtió que esta decisión no representaba un cambio de posición de Estados Unidos acerca de la solución de crear uno o dos estados en la región ni de los límites de esos estados, sino que ello incumbía a las partes en conflicto.

Envuelto en el escándalo de la presunta intervención de Rusia en las elecciones que lo llevaron al poder, Trump ha decidido dar un giro dramático a lo que llamó un “nuevo acercamiento a la política en medio oriente” y cumplir una de sus promesas de campaña.

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“Todo estado tiene derecho a elegir su capital. Durante décadas los presidentes norteamericanos se han encontrado con sus homólogos en Jerusalén. No sólo es el corazón de 3 grandes religiones, sino que es el hogar de una de las democracias más exitosas del mundo en la que judíos, musulmanes, cristianos y miembros de otras religiones son libres de vivir en concordancia con sus creencias” agregó en la rueda de prensa.

Para el analista Víctor de Correa-Lugo, el nombramiento de David Friedman como embajador de Estados Unidos en Tel Aviv era ya un presagio de la política que iba a desarrollar Donald Trump hacia Israel. Friedman es tan cercano a los postulados sionistas que incluso hizo donaciones para la expansión de Israel en los últimos 20 años y parece que en esta ocasión logró finalmente su cometido.

Pero la implementación de la embajada de Estados Unidos en Israel tomará un largo tiempo debido a las medidas de seguridad que se deberán implementar para hacer viable esa opción y son numerosos los funcionarios públicos que se han mostrado preocupados por los riesgos que podrán correr en países que no están de acuerdo con la decisión del mandatario de la primera potencia mundial.

Además de que se trata de una elección contraria a lo que han planteado desde hace tiempo el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Corte Internacional de Justicia.

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“Creo que es una decisión que debería haberse tomado hace tiempo. Muchos presidentes dijeron que querían hacer algo y luego no lo hicieron, quizá por falta de valentía o porque cambiaron de opinión” había advertido en la mañana Donald Trump a sus funcionarios, como reiteró en esta ocasión.

El medio oriente es una región con una historia muy rica y con gente orgullosa, pero con un futuro que se ve empañado por la rabia y la sangre que acarrean los extremistas, advirtió finalmente el líder norteamericano, antes de llamar a la resolución de los conflictos a través del diálogo y advertir que sus más altos funcionarios se dirigirán en las próximas semanas a ratificar su compromiso con líderes de la región.

En respuesta, el presidente Palestino Mahmud Abas afirmó que Estados Unidos perdió su papel de mediador en la construccion de la paz. Mientras que el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erakat, declaró por su parte que Trump destruyó la solución de dos estados con su decisión y el gobierno jordano, encargado de custodiar los lugares santos de la ciudad antigua calificó la decisión nortamericana con "una violación del derecho internacional".