ESTADOS UNIDOS
¡Aquí mando yo!: Trump, los agentes federales y su desprecio por la democracia
Luego de reprimir protestas con agentes federales en Portland, Trump amenaza repetirlo en otras ciudades gobernadas por demócratas. A meses de las elecciones y atrás en las encuestas, parece dispuesto a todo para quedarse con el poder, hasta desconocer los resultados. ¿Lo hará?
Portland sirvió de escenario perfecto para que Donald Trump lanzara una nueva carta. El magnate ya había coqueteado con la idea de utilizar agentes federales para contrarrestar las manifestaciones contra el racismo y la brutalidad, cuando dispersó un plantón al frente de la Casa Blanca para sacarse una foto frente a una iglesia. Poco le importó lo que pudieran pensar los demócratas de su abuso del poder, y en la pequeña ciudad de Oregon puso nuevamente a prueba su plan, que defiende bajo el pretexto de mantener ‘la ley y el orden’.
Ordenó al Departamento de Seguridad desplegar agentes federales de fronteras para dispersar las movilizaciones, hirieron a 15 personas e incluso se llevaron a varios manifestantes en carros sin marcas. Trump, convencido de que la polarización es la mejor estrategia para ganar adeptos a pocos meses de las elecciones, no tiene el más mínimo temor en hacerlo, aunque suponga un daño irreparable para la democracia más importante del planeta.
Con la amenaza de militarizar los estados liderados por demócratas si no controlan las protestas, Trump se acerca peligrosamente a los procedimientos propios de regímenes autoritarios o dictatoriales. Desestimando las recomendaciones de los consejeros de la Casa Blanca, busca a como dé lugar desafiar la autonomía de los gobiernos estatales.
Los demócratas han decidido hacerle frente, y los alcaldes de Atlanta, Washington, Seattle, Chicago, Portland y Kansas City dijeron en una carta al fiscal general, William Barr, que el despliegue de tropas federales no solicitadas viola la Constitución. Pero al magnate le interesa poco o nada pasar por encima de la carta política para provocar y atacar a los demócratas.
En Portland, el alcalde Ted Wheeler sufrió en carne propia los abusos del presidente. Tras los primeros incidentes con los agentes federales, que actuaron uniformados pero sin insignias que los distinguieran, las protestas se intensificaron en la ciudad. El alcalde demócrata decidió participar en las movilizaciones, pero quedó en medio de una protesta reprimida con gas lacrimógeno. “No voy a mentir, me duele. Es difícil respirar, y puedo decirles con toda honestidad que no vi nada que justifique el uso de la fuerza”, le dijo Wheeler a The New York Times y no dudó en calificar la presencia de los agentes federales como el posible detonante de una “guerra urbana”.
Al parecer, Portland es solo el principio. Con los incidentes en la ciudad del noroeste de Estados Unidos aún frescos, Trump no tuvo reparo en desafiar a los demás estados gobernados por demócratas, incluso Nueva York, mientras los acusaba de ser incapaces de controlar la criminalidad. Felicitó a los agentes por los incidentes en Portland por hacer “un trabajo fantástico” al detener a “anarquistas”. A pesar de que la mayor parte del sector político estadounidense ha mostrado su apoyo a las movilizaciones contra el racismo, Trump ha llamado terroristas y enemigos de la nación a los manifestantes.
Jeffrey Meiser, docente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Portland, piensa que es inminente la intervención de agentes federales en otras ciudades. Como dijo a SEMANA, “a menos que haya una orden de restricción emitida por un juez federal, es probable que Trump expanda su despliegue de oficiales federales a otras ciudades. Creo que Washington D. C. fue un caso de prueba, y a Trump le debe haber gustado lo que vio porque luego expandió la política a Portland”.
Por ahora, el alcalde de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo, no cree que “haya justificación alguna para enviar tropas federales o agentes federales a la ciudad de Nueva York”. La alcaldesa de Chicago, la también demócrata Lori Lightfoot, aseguró que “no permitiré la llegada de agentes federales para aterrorizar” a los ciudadanos. Barr aseguró que hay alrededor de 200 agentes preparados para desplegarse en las calles de Chicago.
El alcalde de Portland, Ted Wheeler, participó en las movilizaciones, pero quedó en medio de una protesta reprimida con gas lacrimógeno. El alcalde de Nueva York, Andrew Cuomo, no cree que Trump sea capaz de enviar agentes federales a su ciudad sin razón aparente. Y la alcaldesa de Chicago, Lori Lightfoot, dijo que no permitirá que Trump aterrorice a sus ciudadanos.
Lindsay Cohn, docente del U. S. Naval War College, asegura que el mandatario está aprovechando la coyuntura para fortalecer su base electoral, a solo meses de las elecciones presidenciales y muy atrás en las encuestas de su rival demócrata, Joe Biden. Como le dijo la experta a SEMANA, “muchos de sus simpatizantes parecen tener una mentalidad militarizada, es decir, una creencia de que la mejor manera de influir en el comportamiento de otras personas es por medio del miedo, la amenaza, la fuerza y el castigo”. Y advierte que lo que está sucediendo en Portland podría ser apenas el abrebocas de una militarización sin precedentes de las principales ciudades de Estados Unidos. “Existe una buena probabilidad de que Trump lo haga como estrategia de campaña. Pero si su aprobación entre los republicanos sigue cayendo después de Portland, cabe la posibilidad de que no sea del todo efectiva”.
El hecho de que Trump compare el terrorismo con las movilizaciones contra el racismo solo sugiere el deseo de contravenir derechos básicos y de neutralizar a sus rivales con violencia. “Es peor que Afganistán”, asegura Trump sobre Chicago. “Todas gobernadas por demócratas muy de izquierda, todas gobernadas por la izquierda radical. No podemos dejar que esto suceda”.
Al igual que pone en tela de juicio la autonomía de estas ciudades, ha hecho lo mismo con las elecciones de noviembre. Desde hace unos días ha declarado varias veces que los votos pueden ser manipulados o interferidos, y en una entrevista con Chris Wallace en Fox News se negó a asegurar que aceptaría los resultados de los comicios. Según Cohn, “algunos han especulado con que esta es una práctica dirigida a un plan para sembrar la sospecha de irregularidades o ilegalidades relacionadas con la elección para luego utilizar a los agentes federales. No tengo idea si esto es cierto o no, lo cual es un triste indicador sobre el estado de las cosas en Estados Unidos”.
Pero el peor indicador proviene de los copartidarios de Trump, que han alcahueteado los desastrosos manejos del magnate hasta la fecha. Cohn piensa que “hemos escuchado en el Congreso tan pocas críticas contra el presidente de los republicanos, que normalmente serían firmes defensores de los derechos de los estados, porque reconocen que su fortuna en estas elecciones está ligada a Trump y no están dispuestos a crear disensiones en el partido”. Pero además, muchos de ellos probablemente están de acuerdo con el presidente en que las protestas amenazan su idea de cómo debería funcionar la sociedad, y quizá acepten esta represión como un mal necesario.
Si esto es así, el daño a la democracia parece irreversible. De ese modo, las prácticas autoritarias habrían calado en un partido de honda tradición y Trump le habría abierto la puerta al peligroso concepto de que para ganar todo vale. En suma, habría dejado a su país al nivel de una republiqueta bananera de los años cincuenta.