ESTADOS UNIDOS
Trump y la importancia de saber decir adiós
La democracia norteamericana superará el escollo en el que hoy se encuentra, si Biden logra construir un gobierno para todos. Análisis.
*Por Carlos Arévalo
El 19 de septiembre de 1796 George Washington, primer Presidente de los Estados Unidos, llegando al final de su segundo periodo escribió una carta de despedida, publicada un par de días después en el Claypoole’s American Daily Advertiser. En ella, resaltaba la importancia de respetar el Estado de Derecho y la separación de poderes, para permitir la consolidación de un Gobierno para todos y no sectario, que se corroyera entre pugnas partidistas.
La misiva es un decálogo del republicanismo estadounidense, cuyo legado más importante, como lo resumió el Hamilton de Miranda, es enseñar a los gobernantes la importancia de saber decir a adiós. Perpetuarse en el poder y no saber dejarlo, al final atenta contra su legado y contra la idea más cercana al corazón del mismo Washington: un gobierno eficiente, libre e independiente.
Washington instituyó una tradición de sucesiones pacíficas y amigables, en donde la institución de la Presidencia ha estado siempre por encima de las rivalidades políticas. Lo sucedido el miércoles en el Capitolio de los Estados Unidos, le causa una cicatriz a su democracia, pero está muy lejos de hacerla sucumbir como algunos lo han vaticinado. No es la primera vez que se llevan a cabo transiciones de Gobierno difíciles en los Estados Unidos; sin embargo, siempre ha prevalecido la cordura que dicta el respeto por la institucionalidad, como herramienta para garantizar el ejercicio de los derechos y ésta no va a ser la excepción.
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En noviembre de 1860, Abraham Lincoln ganó las elecciones presidenciales, lo que desató la intención de Carolina del Sur y otros seis Estados de la Unión, de separarse de los Estados Unidos. Como consecuencia del nefasto desempeño del Presidente James Buchanan en el periodo de transición, que en ese entonces iba hasta el 4 de marzo, Lincoln no solo tuvo que enfrentar la secesión, sino la Guerra Civil que duraría hasta su asesinato al inicio de su segundo mandato. Fue tan mala la labor realizada durante la transición, que en gran parte por ella, Buchanan es considerado por muchos como el peor Presidente de la historia de los Estados Unidos.
Lo que está viviendo la nación de Washington y Lincoln actualmente, no es fácil debido a la violenta polarización. Sin embargo, esto no alcanzaría a corromper los cimientos del modelo estatal a tal punto que haga pensar en la destrucción del Estado. Hay que darle gracias a la vigésima enmienda constitucional que limitó dicho periodo hasta el 20 de enero, pues con tres meses más quién sabe qué hubiera podido pasar.
El último periodo de transición hasta el 4 de marzo, también fue problemático. En 1932, Franklin D. Roosevelt obtuvo 472 votos contra los 59 obtenidos por el entonces Presidente en ejercicio Herbert Hoover. Eran tiempos de una terrible crisis económica y Hoover, desde la transición, hizo todo lo posible por evitar que se implementaran las políticas del New Deal propuesto por Roosevelt. A pesar de eso, Hoover se sentó al lado suyo en el auto que los llevó a la inauguración.
En pleno siglo XXI, también se han vivido transiciones de gobierno conflictivas en los Estados Unidos. La cerrada elección entre George W. Bush y Al Gore, hizo que el empalme del primero con el Gobierno Clinton fuera espinoso. En 2016 el Presidente Obama tuvo que ser convocado para hablar con Hillary Clinton, su antigua Secretaria de Estado, para convencerla de reconocer el triunfo de Donald Trump, sin que al final fuera necesaria su intervención. Sin embargo, a pesar del enrarecido ambiente que se respiraba después de la elección del Presidente Trump, esta transición ha sido considerada como un modelo de empalme entre dos gobiernos.
Los tiempos de crisis y de cuestionamientos electorales siempre serán el escenario propicio para hacer que la entrega de las llaves de la Casa Blanca sea turbulenta, pero hasta ahora, todos los Presidentes se han comportado con el decoro que les exige la institución que ocupan. Donald Trump no debería anhelar pasar a la historia, como la vergonzosa excepción.
Imágenes de hombres y mujeres encapuchados, disfrazados y armados, profanando un recinto que celebra la democracia, parece ser algo que se pueda esperar de un país como Venezuela, cuya democracia se encuentra secuestrada por la tiranía de un régimen dictatorial, pero no del Capitolio de los Estados Unidos. Renunciar a los medios legales y legítimos, y en su lugar recurrir a la violencia de las vías de hecho, lo único que demuestra es la impotencia del Presidente Trump por comportase a la altura de la dignidad del cargo que ocupa.
Al final de cuentas, el respeto por la separación de poderes, por el Estado de Derecho y por los valores democráticos, terminará siendo lo que prime en los Estados Unidos. No importa cuales sean las condiciones, el próximo 20 enero Joseph Biden Jr. se posesionará como su cuadragésimo sexto Presidente, ojalá con la presencia del actual Presidente, pero incluso sin ella, porque las transiciones no las hacen los presidentes, las hacen los Gobiernos y su Gobierno parece tener figuras sensatas que entienden la importancia de decir adiós.
La democracia norteamericana superará el escollo en el que hoy se encuentra, si Biden logra construir un gobierno para todos. Trump tiene dos alternativas para cerrar este ciclo de la historia de su país, reconocer que la mayoría de la unión que él representa decidió que quiere un cambio o, aferrarse infructuosamente al poder haciendo acusaciones infundadas y traicionando los principios que hace cuatro años juró defender.
Analizar lo vivido en los Estados Unidos, demuestra que el cáncer del populismo no respeta corriente ideológica o económica, y enseña que quienes no se saben despedir del poder, tarde o temprano terminarán violentando la voluntad popular. Ojalá en estos tiempos de cambio, el pueblo estadounidense, que alguna vez contribuyó a encender el fuego de la libertad en nuestro continente, se convierta en un ejemplo de reconstrucción del tejido social y consolidación de las instituciones, como herramienta para cerrar las heridas abiertas por la polarización que también afecta nuestros países.
*Director de Profesores e Investigación de la facultad de derecho de la Universidad de la Sabana. Jefe del Departamento de Derecho Internacional. Magíster en derecho internacional (LL.M in International Legal Studies) de la Universidad de Nueva York (NYU).