ORIENTE MEDIO

Un McArthur para Irak

La Casa Blanca planea que el general estadounidense Tommy Franks gobierne Irak luego de derrotar a Saddam Hussein.

20 de octubre de 2002

El miercoles de la semana pasada los planes norteamericanos para atacar Irak dieron un paso decisivo cuando el presidente George W. Bush firmó la resolución congresional que lo autoriza a usar la fuerza contra ese país. Aunque eso no significa que haya sido declarada la guerra, el hecho vino a sumarse a una serie de informaciones que indican que Estados Unidos ya parece haber completado una estrategia integral para resolver el destino de Irak en una hipotética era pos-Saddam Hussein

En el centro de esa estrategia se encuentra el general Tommy Franks, comandante de las fuerzas estadounidenses en el Golfo Pérsico y, por lo tanto, encargado de la posible invasión a Irak. Los estrategas de Washington quieren que Franks cumpla en ese país árabe el papel que desempeñó el también general Douglas McArthur en el Japón de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Como indicio de que la invasión está muy cerca Franks, que tenía su comando central en Tampa, Florida, ya recibió órdenes de vacunarse contra la viruela, la que para Washington es una de las armas del arsenal biológico que esconde Hussein. Luego supo que deberá trasladarse de su base a una en Katar para realizar ejercicios militares y que deberá permanecer allí por tiempo indefinido. Los movimientos de tropas en la región también hacen pensar que la invasión a Irak podría ocurrir antes de que acabe el año.

Todo indica que la misión de Franks será mucho más que militar. En su edición del 11 de octubre el diario The New York Times citó a fuentes oficiales que explicaron que Washington pretende repetir la exitosa experiencia de McArthur en el Japón ocupado de la posguerra. Durante el gobierno de McArthur Japón dejó atrás las estructuras medievales de la sociedad, destruyó la totalidad del aparato de guerra, se realizaron cientos de juicios y ejecuciones militares pero, sobre todo, el país inició el camino de su industrialización. En el caso de Irak se espera que Franks, además de coordinar los juicios a militares y civiles iraquíes por violaciones a los derechos humanos, siente las bases para el establecimiento de un gobierno civil elegido democráticamente y elimine las armas de destrucción masiva. Con este plan se espera evitar los problemas que se han vivido en Afganistán, donde aunque se constituyó un gobierno central creado por varias etnias locales el presidente instalado por Washington, Jamid Karzai, no ha podido mantener la paz más allá de las calles de Kabul y el país parece en camino de fraccionarse. "El gobierno está decidido a no dejar que Irak se desmorone en el caso de que se llegue a una acción militar", afirmó el vocero de la Casa Blanca, Ari Fleischer.

Sin embargo las críticas al plan McArthur no han faltado. Varios observadores aseguran que el caso de Irak es muy diferente del de Japón. En primer lugar, nada indica que el desconocido Franks tenga la estatura de McArthur, el militar más condecorado de la historia de Estados Unidos, quien en la época de la ocupación ya tenía nivel presidencial en su patria. Y por otro lado la mentalidad pragmática de los japoneses y su fascinación por el mundo occidental permitió que McArthur terminara convertido en un ídolo aún más popular que el emperador Hirohito. En cambio los habitantes de Irak acaban de votar masivamente por la continuidad de Saddam en el poder y pertenecen a una cultura musulmana, cuyo principal común denominador en los últimos años es el rechazo a todo lo que implique la cultura occidental. Irak no ha sido precisamente un país fundamentalista en lo religioso pero nada hace pensar que, tras un desastre militar en el que mueran miles de civiles, el odio y el resentimiento contra Estados Unidos no lleven a la población al extremismo religioso y a una resistencia civil que pueda recurrir al terrorismo.

Un gobierno militar norteamericano en Irak podría, además, exacerbar el odio del mundo musulmán contra Estados Unidos. El antiguo secretario de Estado Henry Kissinger dijo en contra de la idea que "me opongo visceralmente a la ocupación de un país musulmán en el corazón del mundo árabe por naciones occidentales que proclaman el derecho de reeducar ese país".

La propuesta ha sonado tan descabellada que los medios especulan acerca de por qué el gobierno estadounidense dejó que se filtrara la información. En cualquier caso, pensar en un gobierno militar de corte colonialista al comienzo del siglo XXI suena a un peligroso anacronismo.