UCRANIA
Un puente en el frente da esperanza a los soldados ucranianos cerca de Jersón
Los militares atrapados en la zona empiezan a ver una esperanza de salida.
Durante meses, el veterano soldado ucraniano “Gres” vio a sus camaradas heridos cruzar en vehículos de emergencia un puente que marcaba la separación con los territorios controlados por el ejército ruso.
Pero algo cambió hace dos semanas. “Menos vehículos médicos cruzaban el puente”, explica “Gres”, un policía jubilado ahora reconvertido a soldado. “Algo pasó”.
Sin darse cuenta, este padre de dos niños, de 51 años, pudo ser testigo de un punto de inflexión en la batalla feroz que se libra desde hace meses en el sur de Ucrania.
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En septiembre, los ucranianos expulsaron a los rusos de las zonas ocupadas en el noreste del país.
Un éxito similar en Jersón puede ser todavía más doloroso para Rusia, que movilizó a cientos de miles de reservistas para revertir esta dinámica.
Tomadas por los rusos al comienzo de la guerra, Jersón y su región ofrecen a Moscú una estratégica conexión terrestre con la península de Crimea, anexionada en 2014.
Su pérdida abriría a Ucrania el acceso hacia el mar de Azov, vital para el comercio, y amenazar el control de Moscú sobre Crimea.
Sin información
Los rusos evacuaron a decenas de miles de civiles y enviaron refuerzos ante lo que puede constituir una de las batallas más importantes en los más de ocho meses de conflicto.
Pero la escasa información de ambos lados hace que se sepa realmente poco de lo que ocurre en el terreno.
“Gres”, por ejemplo, no se atrevió todavía a recorrer los cientos de pasos entre su punto de control y el puente que bordea Jersón por los peligros imprevisibles que puede encontrar.
Jersón sigue lejos de la vista. “Pero parece mucho más cerca que antes”, dice con una ligera sonrisa.
Olga Yasenko, de 48 años, está de pie con un martillo en la mano ante las ruinas de la escuela que dirigía antes de que las fuerzas rusas tomaran el control de su localidad, Shevchenkove, al comienzo de la invasión.
Los ucranianos recuperaron el municipio el mes pasado y, símbolo del cambio de los tiempos, solo recibió dos bombardeos esa mañana, comparado con los diez de antes.
Ante la llegada de las primeras nevadas, la profesora quiere proteger las ventanas rotas del edificio para salvar lo que todavía puede ser salvado en las clases ahora vacías.
“Es espantoso estar aquí”, admite Olga, con una risa nerviosa.
Optimismo
Los hombres del municipio izaron una bandera ucraniana sobre el techo dañado de la escuela.
“Hay que ser optimista”, dice Oleksandr Romanstevich, un soldador, tras bajar por una escalera colocada contra la pared del centro.
“Solo hay que continuar trabajando y seguir siendo optimistas”, asegura este hombre de 37 años.
El optimismo mostrado por el pequeño grupo puede parecer algo ilusorio en esta región, duramente castigada por los combates y en un momento en que los bombardeos rusos dejaron a millones de personas sin calefacción ni electricidad a las puertas del invierno.
Yasenko, sin embargo, mantiene la sonrisa aun luchando por contener las lágrimas mientras recuerda a sus 309 alumnos de los que no tiene noticias.
“Es tan difícil de creer todo lo que ha podido ocurrir” desde finales de febrero, dice con dulzura.
El hombre de 63 años perdió una pierna en un accidente hace muchos años. Ahora se niega a huir de los combates.
“Estamos ganando”, asegura.
A su lado, un antiguo profesor de artes marciales, “Fizruk”, tampoco duda del desenlace del conflicto.
“Vengo de Jersón y conozco todavía mucha gente allí abajo. Están sufriendo”, afirma este hombre de 36 años, que sale de su escondite situado frente al puente que lleva a la ciudad.
“Les sigo diciendo que aguanten, que estamos cerca”.
*Con información de AFP