Estados Unidos
Amante de Donald Trump tiene al expresidente a las puertas de la cárcel y a Estados Unidos al borde de un incendio; ¿cómo se llegó a este infierno?
El expresidente Donald Trump terminó cayendo por el rasgo del que más se sentía orgulloso: ser un donjuán. Stormy Daniels apenas fue una de las más insignificantes de sus decenas de amantes. Ahora esos testimonios lo persiguen y lo podrían poner tras las rejas. El caso, como él dijo, podría incendiar a Estados Unidos.
Donald Trump, antes de ser presidente, se vanagloriaba de ser un gran playboy y un seductor. Pero nunca creyó que su reputación de donjuán pudiera llevarlo a los estrados judiciales, donde se encuentra en este momento.
Por la sencillez con que se cuenta la historia que lo tiene en jaque, una aventura con una actriz porno y luego un pago de 130.000 dólares para que no contara nada, a muchos les ha sorprendido el inmenso número de cargos por los cuales va a ser procesado ante un tribunal en Nueva York. Son 34 los delitos por los que el magnate deberá responder en medio de la tormenta que enfrenta por el caso de Stormy Daniels, la mujer que hoy se precia de haberle demostrado que ante la ley él es un hombre cualquiera.
Lo que sucedió el martes pasado fue histórico. Trump es el primer presidente en ser imputado criminalmente. La ciudad vibraba y se preparaba para lo peor. La llegada del magnate a la Gran Manzana fue cubierta por los medios del mundo entero en un angustioso minuto a minuto, que no relataba más que sus trayectos al aeropuerto, a la Trump Tower y al salón de audiencias, mientras lo seguían reporteros en motos, a pie y en helicópteros.
La ciudad tenía razones para temer. Después de la debacle que vivió Washington cuando Trump se negó a reconocer la victoria electoral de Joe Biden, los escenarios de una revuelta de sus simpatizantes parecían probables. El mismo Trump, además, ha hecho saber que no simpatiza con la llamada capital del mundo. “No puedo tener un juicio justo en Nueva York”, dijo esta semana.
Lo más leído
La realidad es que, desde que fue elegido presidente, la ciudad le ha hecho contrapeso. Su diario insignia, The New York Times, es uno de sus principales enemigos. Y su gente no saldría nunca a respaldarlo en las calles. Como dijo, además, María Isabel Rueda en su Tik Tak para SEMANA: “Lo más humillante fue que el escenario de esta situación de Trump fue Nueva York: la ciudad que es un sello en su vida y donde se catapultó no solamente empresarial, sino políticamente. Hoy podría ser su némesis”.
Tanto fue así que Trump llegó a la sala de audiencias con apenas decenas de manifestantes, que alejaban el fantasma de hordas furiosas que muchos anticiparon. Se podría decir que la multitud estaba más conformada por centenares de periodistas de todos los medios del mundo que por seguidores furiosos del movimiento Make America Great Again. A diferencia del escenario dantesco que se proyectaba, la diligencia transcurrió en calma.
A pesar de que seguramente el Gobierno Biden estaba en máxima alerta, la estrategia fue no pronunciarse. “No es una prioridad… Obviamente, seguirá parte del caso cuando tenga un momento para ponerse al día con las noticias, pero esto no es una prioridad para él”, dijo la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre. El demócrata, que también ha gobernado con el sol a las espaldas, no ha tenido un tiempo de mando sin los titulares escandalosos de su antecesor.
En el interior del edificio judicial, las cosas sucedieron rápido. Trump llegó con sus abogados y se limitó solo a contestar lo que le preguntaron. En las fotos que se publicaron de la diligencia, se le ve tranquilo y serio, con los brazos cruzados y puestos sobre la mesa. El diario The New York Times contó algunos detalles de la diligencia. “En un momento, Trump de repente buscó papeles cerca de su abogado Joseph Tacopina, sacó un bolígrafo del bolsillo de su chaqueta y comenzó a escribir brevemente”, sostiene. Nadie sabe qué puso en este papel.
Por la tarde, ya jugando de local desde su casa en Mar-a-Lago, otro Trump emergió ante los medios. Allí ya era un hombre combativo que se despachó contra todos y todo. Y como señala María Isabel Rueda, aprovechó para “echarse un discurso que calentó el lanzamiento de su campaña presidencial”. Calificó la acusación de ser un “insulto” para su país y dijo que nunca se imaginó que algo así pudiera ocurrir en Estados Unidos. Agarró cada uno de sus procesos y los presentó como una persecución, agregando que lo único que él ha hecho es defender a América de los que quieren destruirla. Al final, concluyó: “Nuestro país va para el infierno”
A Trump lo persigue Trump
Lo que estaba claro es que el hombre que se sentaba ante el juez Juan Manuel Merchán era el Trump de siempre, acusado simplemente de ser él mismo. Un reportaje del Times describió así la irónica situación que vive el magnate. “Su personalidad de playboy volvió para cazarlo”, tituló el diario, que relata con lujo de detalles cómo el magnate ahora se jacta de ser una víctima “de los ‘matones y monstruos de la izquierda radical’.
Pero la naturaleza lasciva de la acusación resucita al Donald Trump que existió mucho antes de convertirse en el presidente número 45, antes de su omnipresente eslogan Make America Great Again, antes de sus afirmaciones de ser más grande que Washington o Lincoln, antes de los dos juicios políticos y de un motín en el Capitolio”.
Ahí, sentado, erguido y con la frente en alto, estaba el Trump de siempre, el millonario, el adúltero, el hombre de negocios al que no le importa saltarse la fila, el hombre que nunca ha pretendido ser el faro moral de Estados Unidos y, aun así, el inquilino número 45 de la Casa Blanca. Lo de Stormy Daniels no fue un desliz en su vida, mucho menos un accidente. Es apenas una de las decenas de amantes que ha tenido y también a quien ha pagado para callarla.
Stormy Daniels, de hecho, está lejos de ser el affaire más famoso de su vida. En los años noventa, cuando estaba casado con Ivana Zelnickova, la modelo checa madre de sus tres primeros hijos, Ivanka, Donald Jr. y Eric, el magnate perdía los estribos con otra de las bellas del mundo: la actriz Marla Maples. Fue tan tórrido este amor que en ese momento Trump tuvo la que ha sido la portada más famosa de su vida.
En un titular de página completa, en letras gigantes al lado del rostro a blanco y negro del magnate, se leía gigante: “El mejor sexo de mi vida”. Detrás de esa portada y de esa infidelidad, había una gran historia. Según reveló el diario The Daily Mail años después, la portada fue diseñada por el mismo Trump, que estaba furioso porque la cobertura mediática, en medio de una abismal pelea de divorcio, estaba a favor de Ivana.
El diario inglés cuenta que él mismo llamó al editor de The New York Post, Jerry Nachman. El curtido periodista le habría preguntado que si de verdad tenía una historia que contar o si solo estaba exigiendo una y le explicó que en el mundo de los tabloides lo que importaban eran dos cosas: los asesinatos y el sexo. Y la respuesta de Trump había sido sencilla y directa: Marla dice que yo soy el mejor sexo de su vida.
Nachman le dijo que si podía corroborar la historia y, entonces, Trump llamó al teléfono a Marla y le preguntó: “¿Yo soy el mejor sexo de tu vida?”, a lo que ella habría contestado: “Sí, Donald”. El New York Times recuerda una sensacional frase de Lou Colasuonno, otro editor del New York Post, que apenas vio la portada solo pensó: “Nunca nos demandará por este titular”.
Por años, Maples no se refirió al asunto, pero en 2018, ya con el escándalo de Stormy Daniels sacudiendo al país, la actriz decidió contar la verdad. “Nunca dije eso, alguien más dijo eso. ¿Pero es verdad? No voy a hablar de eso. La verdad saldrá a la luz, pero no aquí”, dijo ella, según reseña Newsweek.
La mujer contestaba semejante intimidad porque Daniels había dicho todo lo contrario. “Puede ser el sexo menos satisfactorio que tuve en la vida, pero, claramente, él no comparte esta opinión”, se jactó la actriz porno en entrevistas que vio todo Estados Unidos con palomitas de maíz en la mano. La mujer aseguró que Trump era un perdedor en la cama y calificó el sexo que tuvo con él como “los peores 90 segundos de mi vida”. Narró que sus partes íntimas eran pequeñas, mucho más que el promedio, y las comparó con el hongo de Mario Kart.
Maples tampoco es que pudiera decir lo mismo, pues su historia con el magnate fue bastante diferente. Mientras que Trump le ofreció a Daniels salir en su reality El aprendiz, y nunca le cumplió ni siquiera eso, con Maples se casó un año después de que se divorció de Ivana. Ambos tuvieron una niña llamada Tiffany. El matrimonio, por las mismas razones, apenas duró seis años.
Durante toda su vida como magnate, a Trump las infidelidades no lo avergonzaban, sino que lo enorgullecían. El poderoso dueño de la organización que lleva su apellido, y uno de los hombres más ricos del mundo, siempre quiso ser visto como un semental, un macho alfa. De hecho, el Washington Post contó una vez que él solía llamar a los medios a dar su versión de esas historias diciendo que hablaban con una fuente secreta, pero que años después se confirmó que se trataba de él mismo. Otros periodistas le contaron al Times cómo el magnate en esas épocas, envuelto en líos financieros, los invitaba a almorzar para hablar de sus negocios, pero resultaba alardeando de sus “babes” o simplemente echando los perros de frente.
La conejita
Al lado de Stormy Daniels, también se gestó otra historia igual de sórdida con Karen McDougal, conejita de Playboy. Se trata de una de las modelos más cotizadas del mundo. Pasó de ser una tierna profesora de preescolar a convertirse en la playmate del año en 1998 y la segunda conejita más deseada de la década después de Pamela Anderson. La aventura de ambos fue mucho más que un fin de semana.
En una larga entrevista que le dio a Anderson Cooper, la modelo contó que tuvieron un romance serio que duró diez meses. McDougal aseguró que ella se enamoró de él y siempre estuvo segura de que ese sentimiento era correspondido, pues él se lo decía una y otra vez. Narró que se veían dos o tres veces al mes. Y cuando el prestigioso periodista le preguntó si él usaba condón, ella contestó tajantemente que no porque se tenían suficiente confianza para evitar eso.
A la conejita Trump también la silenció, pero de forma diferente. El dueño del tabloide National Enquirer es íntimo amigo del magnate. El periódico compró la historia para no publicarla. Y le pagó mucho más que a Daniels: 150.000 dólares. El contrato entre el medio y la modelo incluía la cláusula de exclusividad según la cual ella no podría relatarle esa aventura a nadie más.
La mujer no cumplió esa promesa. En 2018, con Trump ya en el poder, fue a CNN con Cooper y, en medio de la tormenta de Daniels, lo contó todo. La modelo se declaró sorprendida, pues no entendía cómo el fin de semana, en el lago Tahoe, Trump se había podido acostar con Daniels, pues había estado todos esos días con ella. Relató que el magnate la llevó al torneo de golf y pasaron todo el tiempo juntos, salvo el último día.
También contó momentos de desilusión en esos diez meses, como cuando Trump la hizo sentir como una prostituta. “Después de haber tenido intimidad, trató de pagarme y en realidad no supe cómo asumir eso… Ni siquiera sé cómo describir la expresión de mi cara. Debe haber sido muy triste”, dijo.
Cuando el periodista le preguntó qué pensaba sobre Melania, solo atinó a contestar: “¿Qué puedo decir, excepto que lo siento? No me gustaría que me lo hicieran a mí”. Agregó que esa culpa que ella sentía por meterse con un hombre casado fue la que terminó haciendo que se alejara definitivamente. Por esas mismas épocas en que estuvo con Stormy, Melania había acabado de tener a su bebé, Barron, quien para los encuentros sexuales en el lago tenía apenas dos meses.
Según relató la actriz porno, cuando ella le preguntó qué pensaría su esposa de esa aventura, él le decía que lo tenía sin cuidado, pues ya dormían en cuartos separados. La suma de todos esos episodios, en los que Trump intentó silenciar su estruendoso pasado, es lo que Alvin Bragg, fiscal de distrito de Manhattan, denomina un “esquema” orquestado por Trump “para influir en las elecciones presidenciales de 2016 al identificar y comprar información negativa sobre él para suprimir su publicación y beneficiar sus perspectivas electorales”.
Para la Justicia norteamericana, este tema no es una aventura amorosa, sino un sistema planeado y financiado con el objetivo de engañar a los votantes de Estados Unidos. Bragg agregó que las falsificaciones de registros comerciales para esconder dinero son el pan de cada día de su oficina. “Todos son iguales ante la ley. Y ninguna cantidad de dinero o poder podrán cambiar eso”, aseguró. Explicó, además, que si bien es cierto que la transparencia financiera es importante en el mundo entero, lo es aún más en Manhattan, el centro financiero del mundo. Los 34 cargos se derivan precisamente de una misma acusación: “Falsificación de registros comerciales en primer grado”.
Junto con Daniels, Bragg reportó otros dos casos en los que habían sucedido cosas similares. El primero es un portero de la Torre Trump que aseguró tener información de un presunto hijo ilegítimo de Trump y al que le habrían pagado 30.000 dólares. Y la segunda sería McDougal. En contra, Trump tiene que en el caso de Daniels la acusación está más que probada. No solo por el testimonio de ella, sino también el del abogado Michael Cohen. El jurista era la persona de confianza de Trump y confesó en la corte que él mismo había hecho el pago por orden del magnate. También es improbable que la plata esté registrada en los libros de la campaña, pues a nadie se le pasaría por la mente meter el soborno a una actriz porno en las cuentas de una carrera presidencial.
La Justicia publicó el indictment con los 34 cargos a Trump. “La inculpación en sí es estándar”, dijo su abogado Todd Blanche a la salida de la diligencia. Pero calificó la situación como triste y dijo que “luchará contra ella y luchará con fuerza”.
Sin embargo, hay detalles jurídicos que seguramente harán que el caso sea largo y complejo. “Una de las cosas inusuales de este caso es la aplicación de una ley electoral estatal a una elección federal, y los abogados de Trump seguramente aprovecharán eso en sus desafíos a la acusación”, señala el diario The New York Times como uno de los escollos que se vienen.
¿De vuelta a la Casa Blanca?
¿Qué tanto afecta esto las aspiraciones presidenciales del magnate? La respuesta es menos clara de lo que parece. En otras condiciones, la acusación sería demoledora para un candidato presidencial. Pero en el caso de Trump podría jugarle a favor. Nadie en Estados Unidos ha votado ni votaría por él, ni por el llamado pater familias del que habla el derecho romano.
Hay dos datos que muestran lo que puede pasar. Solo el día que le dijeron que iba a ser imputado, Trump recogió 4 millones de dólares para su campaña. Y ahora, el día de declarar, lanzó a la venta una camiseta con una foto falsa de una supuesta reseña judicial que decía Not Guilty. La prenda se puede comprar por 47 dólares y ha sido una sensación en el mercado.
El magnate nunca ha querido ocultar que usará el proceso como una catapulta electoral. Él mismo ha dicho que es víctima de una “cacería de brujas” y de una campaña impulsada por un fiscal, comprada por la izquierda encabezada por el millonario George Soros.
CNN publicó una encuesta de lo que piensan los norteamericanos del proceso. A pesar de que el 60 por ciento está de acuerdo, un 52 por ciento cree que detrás hay motivaciones políticas. “Un escaso 10 por ciento de los encuestados considera a Trump inocente de los pagos realizados a Daniels, pero los estadounidenses están divididos sobre si sus acciones fueron ilegales o simplemente poco éticas. Alrededor de 4 de cada 10 dicen que actuó ilegalmente (37 por ciento), el 33 por ciento dijo que fue poco ético pero no ilegal, y otro 20 por ciento dijo que no estaba seguro. Solo el 8 por ciento de los independientes políticamente dicen que Trump no hizo nada malo, y entre el resto están mayoritariamente de acuerdo con la acusación, incluso si no están ya convencidos de que Trump hizo algo ilegal”, reporta la cadena.
En su alocución el pasado martes, desde su mansión en Mar-a-Lago, Trump demostró que sabe voltear siempre la torta. Señaló el caso de Stormy Daniels como parte de un montaje del que también forman parte sus más graves acusaciones. El expresidente está siendo investigado por hechos gravísimos en otros procesos, incluido ser el responsable de la peor asonada que ha vivido Washington, con motines, vandalismo, heridos y muertos, cuando levantó una insurrección para desconocer los resultados de la elección presidencial en la cual perdió su reelección con el hoy presidente Joe Biden.
También, de haberse llevado a escondidas documentos confidenciales y claves para la seguridad nacional de Estados Unidos, encontrados en el polémico allanamiento a su casa en Florida. De acuerdo con The Wall Street Journal, se encontraron 11.000 documentos de dudosa procedencia, de los cuales al menos 300 eran confidenciales.
Y no menos grave, el proceso por el cual su organización ya fue condenada por el mismo juez colombiano que lleva su caso, Juan Merchán. El jurista comprobó que la Trump Organization operó una trama de evasión fiscal durante años y lo condenó a pagar una multa de 1,6 millones de dólares.
Por eso, hoy muchos comparan el caso de Trump con el de Al Capone, el gran mafioso que controlaba las apuestas, la prostitución, la venta ilegal de licor, los sobornos, los narcóticos, los robos y los asesinatos en el Chicago de 1929 y que solo cayó por un proceso de evasión de impuestos. Él sí terminó en la cárcel. ¿Irá Trump?