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Vehículos como armas, la tendencia que azota a las ciudades del mundo

El miedo se ha tomado las plazas y las avenidas del planeta por cuenta de un arma que se ha vuelto usual: cualquier vehículo de cuatro ruedas. Ante el pánico que suscitan, las ciudades más importantes han tomado nuevas medidas. ¿De dónde viene esa práctica y qué se ha hecho para contrarrestarla?

24 de abril de 2018
Vigilia cerca al lugar donde ocurrió el ataque callejero de Toronto, Canadá. | Foto: AFP

Con lo sucedido en Toronto (Canadá), los atentados que involucran un vehículo como arma llegan a 12 desde el 14 julio de 2016, cuando un camión de 20 toneladas atropelló a cientos de personas que se habían reunido en Niza (Francia) para ver el show pirotécnico del Día de la Bastilla. Ese día murieron 84 personas y más de 200 resultaron heridas.

La escena se repite cada cierto tiempo. Un conductor cualquiera se sale de la vía y a toda marcha sobre el andén impacta a los peatones que encuentra a su paso. Los que usan un vehículo como arma letal, saben que causan más daño si atentan contra los lugares donde se forman multitudes. Por eso no es casualidad que las ciudades atacadas sean metrópolis como Barcelona, Berlín, Nueva York, Estocolmo, Londres y ahora Toronto.

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Aunque el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, descartó que en este caso el atropello masivo sea un atentado terrorista, dado que no han encontrado vínculos del sospechoso con grupos extremistas, no es descabellado pensar que esta modalidad de ataque está inspirada en esos ataques protagonizados por ‘lobos solitarios’ de grupos como Estado Islámico y Al Qaeda.

De hecho, aunque no todos los ataques de vehículos están relacionados con el terrorismo, grupos como los ya mencionados han pedido a sus seguidores que usen camiones y vehículos como armas. Al Qaeda, en el segundo número de su revista Inspire, publicado en 2010,  incluye un artículo sobre el uso de camionetas para "derribar a los enemigos de Alá".

Dice el artículo: "Para lograr la matanza máxima, es preciso tomar tanta velocidad como pueda sin perder el control del vehículo. Así maximizará su inercia y puede atacar a la mayor cantidad de gente posible en la primera carrera".

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Esa invitación generó una reacción en cadena que comenzó con las bombas, pasó a las armas, después mutó a los cuchillos y cuando esas opciones dejaron de ser eficaces para lograr sus objetivos, tomaron como opción de los vehículos que aparecen en los titulares de las noticias.

Hoy ya no son solo los individuos pertenecientes a grupos extremistas los que usan vehículos para sus actos; enfermos mentales, suicidas y exconvictos se apropiaron de esa modalidad. Fue el caso del británico Khalid Masood quien, en marzo de 2017, embistió a varios peatones en el puente de Westminster, en pleno centro de Londres. Cinco personas murieron y según dijo la Policía después, Masood actuó “inspirado en el terrorismo internacional” y nunca se supo cómo se había radicalizado.

O como en el reciente caso de Canadá, en el que la Policía descartó razones terroristas y apunta cada vez más a un trastorno mental de Alek Minassian; hombre de 25 años que en sus años de estudiante era introvertido y había estudiado en una escuela secundaria para alumnos con necesidades especiales. En el ataque mató a 10 personas e hirió a otras 15.

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Ante el inminente peligro, las ciudades del mundo han tenido que reforzar sus esquemas de seguridad. Casi un año después del ataque de Niza y un par de días después del ataque de Barcelona en agosto de 2017, Christian Estrosi, alcalde de esa ciudad francesa, dijo que había invertido más de 30 millones de euros en seguridad.

Otras ciudades siguieron el ejemplo y comenzaron a pensar en estrategias como el rediseño de los accesos en las calles para prevenir largos recorridos en línea recta. También se han construido barreras como bloques de cemento o grandes esculturas que impiden el paso a lugares amenazados con frecuencia como los mercados y las avenidas anchas.

En Berlín y en Londres, los habitantes tomaron medidas por su cuenta y comenzaron a cerrar los accesos que dan a sus mercados con grandes camiones parqueados en diagonal. Otra opción que ha tenido apoyo en varias ciudades de Europa es la de los bolardos retractiles. En Zaragoza (España) la Asociación de Comerciantes propuso la instalación de ese tipo de bolardos como medida para reforzar la seguridad.

Existen muchos lugares que pueden ser blanco de este tipo de ataques, sobre todo en las ciudades donde los mercados y las plazas reúnen a muchos visitantes y turistas. Aunque prever un atentado de ese calibre parece imposible, las urbes se han ido preparando ante esa amenaza, la cual encuentra asidero, no solo en el extremismo religioso, sino también en la salud mental.