CRISIS

Venezuela y el abismo

Paro general, más muertos, represión y ataques a residencias. Nada puede evitar la constituyente de Maduro, que inaugura una nueva era en la vida política de ese país, con el chavismo en minoría, pero con absoluto control.

30 de julio de 2017

“Llegó el poder que esperábamos”. La frase que soltó Nicolás Maduro frente a sus simpatizantes el jueves en Caracas anuncia los días por venir en Venezuela. Esta semana se agudizaron todas las situaciones, con un paro nacional que congeló al país y una represión generalizada que incluyó ataques armados a los conjuntos residenciales de clase media, en donde las fuerzas de seguridad presumen que viven los manifestantes. Y para culminar, el domingo tendrán lugar, a pesar de todo, las votaciones para elegir a los 545 miembros de una asamblea nacional constituyente (ANC) que convertirá al chavismo burocrático en fuerza institucional absoluta, a pesar de ser minoría nacional.

La interpretación que han hecho desde el gobierno de esa constituyente es que su poder será originario, supraconstitucional, sin ataduras. Diosdado Cabello, candidato y segundo hombre fuerte del Partido Socialista Unido de Venezuela, ya ha anunciado que ese cuerpo sustituirá al Parlamento nacional que controla la oposición, eliminará la inmunidad de la que gozan los actuales diputados y destituirá a la fiscal general, Luisa Ortega Díaz, la titular del Ministerio Público ahora renegada.

El rechazo a la constituyente planteada por Maduro ronda el 85 por ciento a escala nacional, según las encuestadoras Datanálisis y Hercon. El pasado 16 de julio, la oposición organizó una consulta popular ciudadana, sin participación del Consejo Nacional Electoral, y más de 7 millones de personas votaron en contra de la convocatoria presidencial. Pero Maduro no la detuvo ni siquiera luego de conversaciones con la oposición donde sus dirigentes plantearon como punto fundamental la suspensión. Respaldan su exigencia en que la Carta Política obliga a preguntar primero al pueblo si quiere convocar a la constituyente, mientras que el gobierno tomó esa medida saltándose ese paso.

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Se espera, por tanto, una participación muy pequeña el domingo 30, tan solo conformada por el voto duro del chavismo, que aún ronda el 18 por ciento de aprobación, pero con el impulso del chantaje, el miedo y las amenazas. En instituciones públicas han corrido intimidaciones: el que no vote pone en riesgo su puesto de trabajo. También, entre los beneficiarios de programas sociales gubernamentales, a quienes se les hace seguimiento a través del “carnet de la patria”, una cédula paralela que sirve también como movilizador partidista, según confirmó Héctor Rodríguez, el jefe de campaña oficialista.

Defensores de derechos humanos han hecho el llamado a votar nulo, explicando cómo es el proceso para lograrlo. Pero el Consejo Nacional Electoral no solo reconfiguró las máquinas para complicar aún más esa opción, sino que a falta de testigos electorales opositores –porque se decidió no participar de la puja– nadie garantiza que al momento de estar frente al tarjetón electrónico el elector esté solo.

Choque de trenes

Durante 72 horas hubo conversaciones entre gobierno y oposición. La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) exigió el retiro de la constituyente y un cronograma electoral, entre otras tantas peticiones. El gobierno mostró intenciones de acuerdo “por primera vez”, según confirma un testigo. El expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero fue mensajero de Maduro, y ni él está de acuerdo con la constituyente.

Pero no se llegó a nada. El gobierno no quiso retirar ni suspender su ruta. Entonces queda el camino del choque de trenes, uno para el que la oposición se ha venido preparando. Lo dice un integrante de la junta directiva del partido Primero Justicia en privado, y lo asoma el vicepresidente de la Asamblea Nacional, Freddy Guevara, en público: “El gobierno va pa’lante con su constituyente y nosotros vamos a profundizar el conflicto, sin violencia”. Es una escalada.

El domingo se espera violencia. Por eso hasta la Fuerza Armada Nacional activó un nuevo método de resguardo de los centros electorales que ya la MUD anunció serían saboteados. La orden de operaciones distribuida entre las unidades militares contiene un “anexo de inteligencia” que dispone que la primera barrera de choque contra los opositores no sean los soldados del Ejército, sino policías civiles. Serán ellos, y en algunos casos los milicianos, los asignados para resguardar el anillo externo de seguridad.

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También está establecido que algunas unidades de la Policía Judicial hagan patrullajes en los alrededores de los centros de votación, y eventualmente podrían desempeñar labores de restitución del orden público, aunque no hayan sido entrenadas para esta tarea.

Sin papel actuarían los colectivos armados del chavismo, que desde este jueves fueron vistos, particularmente en Maracaibo, portando uniformes militares de manera irregular, según denunció la abogada Rocío San Miguel, presidenta de la ONG Control Ciudadano.

Pero el verdadero choque de trenes puede venir dentro del propio oficialismo. Quien controle la constituyente tendrá poder absoluto, y ese puede que no sea el presidente, sino Diosdado Cabello. La exdefensora Gabriela Ramírez confirma que en el gobierno medran facciones claras de poder, aunque evita ponerles nombres o rostros.

Y los contrastes son elocuentes. Maduro tuvo la campaña menos movida y más ideológica de su historia, con tendencia a actos cerrados de aforo controlado. Tan solo una vez salió de la capital al estado Vargas, vecino de Caracas. En el 70 por ciento de los días que apareció en televisión durante la campaña pidió lealtad para el proceso chavista o se calificó como el hijo de Chávez y su fiel seguidor. Su ficha para encabezar la ANC es Cilia Flores, su esposa.

Se deberá enfrentar entonces a Cabello quien, en contraste, hizo giras, mítines en espacios públicos, encabezó marchas y dio discursos que hablaban no solo de respeto al legado, sino de los objetivos que tiene la constituyente, entre ellos, sustituir al Poder Legislativo y gobernar sin contrapesos –el Parlamento opositor se ha negado a ratificar convenios internacionales, complicando el financiamiento externo a la revolución–.

Otra república

“El domingo es el fin de la república”, han dicho varios analistas. El lunes Venezuela amanece con otra realidad. La politóloga Luisa Salamanca cree que será un amanecer muy airado, crispado, con una sociedad dispuesta a agudizar la confrontación. “Lo que viene es prácticamente la dictadura de 545 personas que han ofrecido liquidar, arrasar con la disidencia”, apunta.

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Otros opinan que la confrontación se mantendrá, pero con una ANC que puede ser usada como instrumento de coerción y persecución. Para ellos, con la constituyente puede ayudar al gobierno a retomar el control político, pero tiene un costo tremendo desde el punto de vista financiero y de estabilidad.

Se refieren a los escenarios violentos que se asoman al panorama. Sustituir al Parlamento, expulsando de su sede a los diputados electos como han anunciado, o sacar a la fiscal general de su oficina traerá violencia. El economista Luis Vicente León, director de la encuestadora Datanálisis, cree que la radicalización del conflicto está sobre la mesa, especialmente con una oposición acorralada. “El gobierno irá midiendo qué podrá hacer y qué no. La constituyente no es una autopista libre porque no será reconocida por la gente, por la comunidad internacional. Otra cosa es que, puertas adentro, uses la fuerza para obligar ese reconocimiento”, describe León.

En Caracas comienza a imperar la idea de que el clima será de un ir y venir entre la locura y la racionalidad, con mucha inconsistencia y mucha incertidumbre. Otros analistas observan, además, que para gobernar destruyendo los poderes constituidos hace falta la Fuerza Armada, pues serían actos de guerra. Y allí la incertidumbre sobre la actuación de los uniformados es absoluta.

En todo caso, la gente responderá y habrá más violencia en un país que lleva 106 muertos en 117 días de protesta, y contando. León no habla de choque de trenes porque no hay dos ferrocarriles. “Desde el punto de vista numérico, la oposición es infinitamente más grande, pero eso aplica para una elección. En una guerra no se miden cantidades de personas, sino de armas, que la oposición no tiene”.

El antichavismo, por tanto, deberá reconfigurarse para ese nuevo escenario, uno que en el liderazgo de sus partidos no está unificado en torno a cómo hacerlo.

El impacto en la vida real

Más allá de la política, hay una crisis económica y social que atender en Venezuela. La escasez de medicinas es punto no resuelto, y ya alcanza el 90 por ciento. La de alimentos ha ido amainando en la medida en que se han liberado precios, pero no todos los bolsillos pueden pagar la comida a precio de mercado. La pobreza en el país ya arropa a 82 por ciento de los hogares, según la más reciente Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) elaborada por las tres principales universidades del país.

Con la constituyente, más que soluciones, vienen desvaríos. Por ejemplo, se anuncia la limitación del sector privado en el negocio gasífero y petrolero. Y como advierten los expertos en el tema, PDVSA no tiene flujo de caja para cumplir con su propia producción y en esas condiciones tendría que tomar la mayoría accionaria de los proyectos de gas. Esto afectaría fuertemente la actividad y conduciría a un colapso de la industria.

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En ese evento, es obvio que se busca que la constituyente se atribuya competencias del Parlamento, aprobar la deuda externa y contratos internacionales. Y lo que es más preocupante, instituya constitucionalmente controles absolutos de precios del mercado.

El panorama no es alentador. Pero para algunos asoma una luz: la constituyente puede precipitar una fractura más honda en el oficialismo. Todo indica que está en marcha la formación de una nueva coalición política y social, entre los sectores del chavismo descontento que han reconocido en la permanencia del gobierno una amenaza común a la que percibe la oposición. Entonces comienzan a coincidir estratégica y tácticamente, y ven ganancias políticas en un cambio político. Cuán rápido y probable, depende de cuán incluyente sea esa nueva coalición, de concesiones, de garantías y acuerdos.

Pero para que ese escenario hipotético llegue, deben pasar por él muchos otros actores, como el propio Maduro, los militares y algunos de sus partidarios recalcitrantes, que serían un hueso duro de roer. Por eso, más allá de las interpretaciones y las cábalas, lo cierto es que Venezuela se encamina cada vez más cerca al borde del abismo.