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Video: la súplica de monjas en Myanmar para que la policía no dispare a los niños
Al menos 60 civiles han perdido la vida desde el golpe de Estado y más de 1.800 han sido detenidos, según la Asociación de asistencia a los presos políticos.
“¡No disparen contra los niños!”. La hermana Ann Rose Nu Twang se arrodilla, extiende los brazos en cruz y suplica a las fuerzas birmanas. En vano, ese mismo día, el 8 de marzo, tres manifestantes prodemocracia fueron abatidos. No se sabe con certeza de dónde procedían los tiros, pero la policía y el ejército no han dudado en usar munición real desde que empezó la insurrección pacífica contra el golpe de Estado que derrocó al gobierno civil de Aung San Suu Kyi, el primero de febrero pasado.
Este 8 de marzo, varios centenares de personas, sobre todo miembros de la etnia Kachin, tomaron las calles de Mytkyina, escenario habitual de manifestaciones desde el golpe. Entre los manifestantes se ve a numerosas birmanas dispuestas a conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Pero a última hora de la mañana, el ambiente se degrada.
La policía y el ejército lanzan gas lacrimógeno y granadas aturdidoras para intentar dispersar a la multitud, que replica tirando proyectiles. A lo lejos, se oyen varias detonaciones. Los manifestantes se protegen tras unas barricadas levantadas a toda prisa con chapas, paneles de madera y ladrillos. Entre la multitud, vistiendo un hábito blanco, la monja Ann Rose Nu Twang, de 45 años, se acerca a las fuerzas de seguridad.
Se arrodilla y dos policías hacen lo mismo, juntando sus manos en señal de respeto por la religiosa. Otros, en cambio, permanecen indiferentes, según unas imágenes difundidas por un medio local, el Myitkyina News Journal. “Les supliqué que no dispararan [...], que en lugar de ello me mataran a mí. Levanté las manos en señal de perdón”, cuenta la monja a la Agencia France Press.
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“No tenía miedo”
Pero, no muy lejos de allí, otro grupo de policías empieza a disparar, recuerda. Unas imágenes divulgadas por redes sociales muestran a manifestantes inmóviles y cubiertos de sangre en medio de las manifestaciones. Hay uno tendido en el suelo, boca abajo, con la cabeza medio arrancada. “Fue un momento de pánico. Estaba en medio y no podía hacer nada”, explica, aunque matiza: “no tenía miedo”.
Otras dos monjas llegan para apoyarla. “Paren, están torturando y matando a gente. Es por eso que la gente está enfadada y se manifiesta”, lanza una de ellas. Tres manifestantes mueren. El martes, una de las víctimas, Zin Min Htet, ha sido enterrada y una importante multitud ha acudido a rendirle un último homenaje, reuniéndose en torno a su ataúd, cubierto de flores, y haciendo el saludo de los tres dedos, símbolo de la resistencia.
El acto de valentía de Ann Rose Nu Twang fue muy compartido en las redes sociales del país, mayoritariamente budista. El 28 de febrero, la religiosa ya se había distinguido al ponerse de rodillas frente a las fuerzas de seguridad para pedirles prudencia. Al menos 60 civiles han perdido la vida desde el golpe de Estado y más de 1.800 han sido detenidos, según la Asociación de asistencia a los presos políticos.
Los medios del estado niegan cualquier implicación de la policía o del ejército en la muerte de civiles y aseguran que las fuerzas de seguridad deben “contener los disturbios tal y como dicta la ley”.
Desde el golpe de Estado, 518 birmanas -seis de ellas, periodistas- han sido arrestadas, según la Asociación de asistencia a prisioneros políticos. Bajo el gobierno de Aung San Suu Kyi se registraron progresos, aunque la sociedad birmana continúa siendo profundamente patriarcal.
En 2019, las mujeres ocupaban el 11% de los escaños del Parlamento, en comparación con el 3,5% de nueve años antes, pero ahora, muchos temen la llegada de los militares suponga un retroceso.
Con información de AFP