NACIÓN
La visita del Papa nos invita a dar el primer paso
El papa viene a enseñarnos la paz, a superar la masacre de las armas, y a comunicarnos que, si no hay perdón, reconciliación y justicia social, nunca será posible la paz.
“Sobre el acuerdo de paz que se está haciendo en Colombia, le auguro lo mejor al presidente Santos, aunque será el pueblo colombiano el que dirá en el plebiscito sí o no a la paz. Santos está arriesgando todo por la paz, pero hay otra parte que está arriesgando todo por continuar la guerra. Los que están con la guerra hieren el alma. Yo prometo que cuando el acuerdo de paz sea blindado por el plebiscito y por la comunidad internacional estaré en Colombia para enseñar la paz”.
Esta declaración de prensa fue dada por nuestro papa argentino, el jueves en vísperas del domingo (2 de octubre) en el que se hizo el plebiscito sobre el acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC.
Sin duda se trata de una manifestación pública sobre los asuntos internos de un país, absolutamente inusual en el hoy del sucesor de Pedro y la Santa Sede. Pero Francisco lo hace porque desde el inicio de su ministerio sigue con gran afecto y preocupación la situación colombiana. Y, en conciencia, para él es urgente acabar con la guerra en el país.
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El Obispo de Roma ha venido manifestando de muchas maneras: “¡¡¡Nunca más guerra, Nunca más guerra, Nunca más guerra!!! La lucha armada siempre es un fracaso de la humanidad. … La guerra es un mal sin parangón”.
Hoy por hoy no hay ninguna causa, por loable que sea, más grande que aliviar los males producidos por la lucha armada. Francisco y la catolicidad, junto con diversas comunidades mundiales (la ONU, el budismo, la Iglesia luterana y otras), verificamos la total inmoralidad de la confrontación militar. Es incuestionable que actualmente la comunidad internacional posee los mecanismos jurídicos y gubernamentales para resolver nuestras naturales diferencias por la vía del diálogo y la diplomacia, sin aniquilarnos unos a otros, congéneres, hermanos e hijos de un mismo Dios, Madre y Padre nuestro.
El papa viene a enseñarnos la paz, a superar la masacre de las armas, y a comunicarnos que, además de esta superación, si no hay perdón, reconciliación y eliminación de las tremendas injusticias y exclusiones que marcan el cotidiano nacional e internacional, nunca será posible construir una convivencia pacífica. Francisco certifica cómo “la pobreza y las discriminaciones son el origen de la violencia y el terrorismo”. Asimismo, insistirá en las causas de toda esta vorágine y en el imperativo de asumirlas y resolverlas.
El compromiso de nuestro papa argentino es político en profundidad; no olvidemos que toda acción humana de forma insoslayable es política, porque siempre afecta la coexistencia social. Así dice Aristóteles (384 – 322), en su libro ‘La política’, al definirla como el arte de construir la polis guiado por el ejercicio del bien común. La polis es la organización de la convivencia humana, sin la cual no podemos subsistir, ya que toda persona es relación con sus congéneres.
Y esta política a la que me refiero es diversa del partidismo político, actividad legítima cuando es guiada por la ética y la solidaridad, pero que no le corresponde al papa, ni a los clérigos. El Pastor de la Iglesia Universal hace política pero no viene para alinearse con un partido político u otro, o con algún líder de estos, lo cual debe quedar muy claro para evitar peligrosos equívocos, o manipulaciones indeseables.
Esta pasión por la conformación de una humanidad feliz e incluyente se ubica en el corazón de la praxis cristiana, lo que hace de nuestra religión un quehacer político en la perspectiva que vengo desenvolviendo. Por ello es posible afirmar que la visita de Francisco a Colombia es religiosa y por ende política.
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Alguien podría preguntarse por mi interés en señalar la confluencia entre el evangelio, el ministerio papal y la política. Muy sencillo, por desgracia hay intereses oscuros, por llamarlos de alguna manera, los cuales sostienen que el cristianismo y la política no tienen nada que ver, y que el primero se debe dedicar solo a las “cosas celestiales”. Error. Dios se encarna en Cristo asumiendo la totalidad de la persona y la sociedad, renovándolas en su integralidad. Entonces, sí el Mesías no tiene que ver con asuntos tan capitales de la existencia como pueden ser el pan, el trabajo o la organización social, en una palabra, la política, estamos negando la centralidad de nuestra fe: la encarnación que innova y llena de plenitud y gozo “a toda persona y a toda la persona”, como reza con insistencia la Doctrina Social de la Iglesia.
Y, por supuesto, esta lucha política de Francisco, su gran amor por la humanidad y en especial por los más pobres, desvalidos y rechazados, tiene un motor sin par: su honda pasión por Jesús. Él es un enamorado del Señor a quien sólo busca seguir, viendo su rostro en el de cada persona, en especial en la más necesitada como nos lo enseña Mateo 25. Para finalizar, las impactantes palabras del papa que nos comunican su gran pasión: Jesús nos trae “una revolución para transformar la historia, una revolución que cambia en profundidad el corazón del hombre. … Es la mayor mutación de la historia de la humanidad, es una verdadera revolución y nosotros somos revolucionarias y revolucionarios de esta revolución… Un cristiano, si no es revolucionario, en este tiempo, ¡no es cristiano!” De esta forma, dejándonos tocar por Jesús y su revolución Damos el primer paso muy en firme, para seguir construyendo la Colombia fraterna, solidaria, incluyente y en paz que todos anhelamos.
*Sacerdote jesuita. Profesor Titular y Doctor en Ética Teológica de la Universidad Javeriana.