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Vladimir Putin era “el niño de los domicilios” y no fue el super espía de la KGB, publica diario alemán
Al parecer, las historias de espionaje y heroísmo de Putin serían una mentira.
El medio de comunicación alemán Der Spiegel, publicó un artículo que está causando polémica en el mundo, debido a que allí se afirma que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, no fue el súper espía de la KGB que dice ser.
Según uno de los excolegas de Putin en la KGB en los años 80, que fue entrevistado por el diario, aseguró que el trabajo del hoy mandatario ruso “consistía en revisar sin cesar las solicitudes de visitas de familiares de Alemania Occidental o buscar informantes potenciales entre los estudiantes extranjeros en la Universidad de Dresden”, se lee en la nota periodística.
Horst Jehmlich, otro ex oficial y que trabajó cerca a Putin en aquella época, le dijo al mismo medio alemán que él “no era más que un chico que hacía domicilios”.
Esto contrasta con las historias que se conocen hasta ahora de Vladimir Putin, de quien se afirma, según publica el portal web, “defendió sin ayuda las oficinas de la KGB de los saqueadores y llevó a cabo misiones secretas de alta confidencialidad, como reunirse con miembros de la facción del Ejército Rojo, un grupo terrorista que sembró graves problemas en la desaparecida Alemania Occidental”.
La infancia que vivió Putin, lo pudo haber llevado a invadir Ucrania
Las dos personas citadas por medios internacionales corresponden a Serguei Jirnov, un exagente de la KGB, cuerpo de inteligencia soviético, quien compartió de cerca con Putin y quien tiene una formación similar a la del ahora líder de Rusia; y Alexander Adler, un académico experto en historia de la Unión Soviética y exmiembro del Partido Comunista de Francia, otrora cercano a las esferas del poder soviético.
De acuerdo con Adler, la infancia de Putin está marcada, sin duda, por sus figuras paternas, advirtiendo que el político es “hijo de dos genios” y creció con la presión de desear emularles, llevándolo, incluso, a que por momentos “se sienta más fuerte de lo que es”.
Según el historiador, Putin “vive en un estado de rabia impotente que lo lleva a obrar con los peores excesos”.
En cuanto a las figuras paternas de Putin, su padre biológico y su padre adoptivo, el historiador explica que el primero, conocido como Broveman, era una figura del contraespionaje ruso, clave en la victoria rusa en 1945, pero que después fue víctima de un plan de purga antisemita de Stalin que lo llevó a estar encarcelado por un importante periodo de tiempo, dejando a la deriva a su hijo.
Precisamente, durante esa etapa, el pequeño, hoy presidente de su país, tuvo que ser llevado a un orfanato, institución que marcó los primeros años del ahora líder, quien fue sometido a situaciones insanas y donde habría sido maltratado.
No obstante, según detalla el historiador, un hombre, identificado como Iauri Andropov, miembro de la KGB y conocido del padre biológico del niño, quiso salvar al menor y, aunque no lo adoptó él directamente, sí hizo que uno de sus colaboradores lo hiciera, adoptando una suerte de tutoría a la sombra.
El colaborador de Andropov que adoptó al niño se llamaba Vladimir Vladimirovitch Putin, nombre que fue adoptado por el menor al convertirse en su hijo.
Precisamente, y a la sombra, Andropov marcó los destinos del pequeño Putin, tutorándolo en los diversos escalones que este cursó al interior de los cuerpos soviéticos, la KGB.
Ese contexto, marcado por referentes masculinos totalmente fieles a la URSS, la época de maltrato y las demás experiencias de sus años juveniles formaron no solo el carácter de Putin, sino que también habrían ayudado a cultivar algunos complejos y traumas, que finalmente salieron a la luz de una forma peligrosa, instigada a su vez por un hecho reciente, en el que el líder del Kremlin evidenció que podría llegar a ser traicionado desde el interior de su propia estructura de Gobierno.