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“Volveremos pronto, si Dios quiere”: Jair Bolsonaro
El presidente de Brasil tuvo que ser hospitalizado de emergencia esta semana tras una crisis de salud provocada por las secuelas que le dejó un atentado. Con la tercera tasa de covid más alta del mundo y un 54 por ciento de los brasileños opuestos a su gestión, el mandatario será dado de alta para seguir lidiando con un país en caos.
Jair Bolsonaro lleva en su cuerpo las huellas de un país en crisis. Al mandatario brasileño lo agobian constantes ataques de hipo, un recordatorio del atentado sufrido siendo candidato. El miércoles, el dolor abdominal que padecía el presidente, de 66 años, era insoportable y fue hospitalizado de emergencia en Brasilia y, después, en São Paulo, donde permanece internado.
Por precaución lo intubaron durante los primeros días, y su imagen en una cama hospitalaria cambió por un momento la conversación en un país plagado por la corrupción, la covid, la pobreza y el crimen.
El 6 de septiembre de 2018, Bolsonaro era un desconocido más allá de las fronteras de Brasil. El exmilitar y exdiputado se había convertido en la propuesta del derechista Partido Social Liberal para enfrentar en las urnas a Fernando Hadadd, del Partido de los Trabajadores, cuyo máximo líder es el archienemigo político de Bolsonaro: Luiz Inácio Lula da Silva.
En medio de un acto de campaña en el estado de Minas Gerais, en el que alzaban en brazos al candidato, Adélio Bispo de Oliveira se lanzó contra él y lo apuñaló en el abdomen antes de ser contenido por la multitud. El agresor dijo que “actuó por orden de Dios”, y la justicia determinó que no se le podría castigar penalmente por sufrir un trastorno mental. Según la investigación, actuó solo, aunque esa es una conclusión que el presidente se niega a aceptar.
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“Este es un desafío más, consecuencia del intento de asesinato”, dijo Bolsonaro desde el hospital esta semana, y volvió a culpar a sus adversarios políticos de haber querido matarlo para ganar, así, las elecciones que le dieron la victoria. Sus médicos confirmaron que padece de una obstrucción intestinal relacionada con las operaciones a las que fue sometido tras el atentado y anotaron que ese era el motivo de los ataques de hipo, que obligaron al presidente a suspender su agenda.
Bolsonaro, fiel a su estilo provocador, no desilusionó ni siquiera estando internado. El viernes publicó en sus redes sociales una foto suya caminando en el hospital sin tapabocas. Con eso bastó para que sus adversarios levantaran el respetuoso silencio mantenido por su condición médica; le recordaron que por su ejemplo irresponsable Brasil tiene la tercera tasa más alta de contagios por coronavirus en el mundo, con 19 millones de infectados y medio millón de muertos.
Desde su cuenta de Twitter, el presidente trinó: “Volveremos pronto, si Dios quiere. ¡Brasil es nuestro!”. En efecto, se espera que sea dado de alta en los próximos días y se descartó una operación más, pero no regresará a un escenario menos tenso que el que dejó antes de ser incapacitado. Bolsonaro enfrenta una investigación de la Corte Suprema por dudosos contratos relacionados con la compra de la vacuna a India, y otra en el Senado por su manejo de la pandemia.
A un año de las elecciones presidenciales, en las que se espera se enfrente a Lula, la popularidad de Bolsonaro va en picada. En un reciente sondeo de Datafolha, 54 por ciento de los encuestados quieren que se le destituya del cargo. Aunque su rival de izquierda no ha oficializado su campaña, la intención de voto indica que Lula doblaría a Bolsonaro en las urnas si la elección fuera hoy. Así las cosas, los problemas políticos y de salud pública del presidente de Brasil son tan serios que alguien se atrevería a decir que sus crisis de hipo son lo menos grave.