China
Xi Jinping: los 10 años en el poder del “último emperador” de China
El presidente chino está cerca de cumplir diez años como máximo mandatario del país y va para largo. ¿Cuáles han sido los factores que han consolidado a Xi Jinping en el liderazgo de este gigante asiático?
Hace un par de décadas, China era sinónimo de muchas otras cosas, menos de ser una potencia mundial. Si bien el país daba pasos agigantados de industrialización y modernización, pocos se atrevían a soñar el país que hoy mira de igual a igual a Estados Unidos, Rusia y al resto del mundo.
Xi Jinping, su actual mandatario, estará este domingo ante el Congreso, que lo elegirá como secretario general del Partido Comunista de China y, por lo tanto, certificará que su periodo como presidente también será extendido. El camino de Xi Jinping inició desde hace muchos años. Desde la década de los setenta viene recorriendo todos los peldaños del Gobierno hasta llegar al poder, en 2012.
Pero más allá de su carrera política, Xi Jinping ha logrado consolidarse como un ídolo y un guardián del pueblo, todo a través de un gran impulso de un culto a la personalidad. Se ha vuelto común que el rostro del mandatario esté presente en cuadros, platos y demás elementos cotidianos en las casas. Los ciudadanos dicen que su presencia da suerte. Algo que no se veía desde Mao Tse-Tung, fallecido hace más de 40 años.
Todo esto tiene un gran trasfondo, ya que desde hace años el Partido Comunista chino eliminó la restricción que obligaba a los mandatarios a estar un máximo de dos periodos. Por lo cual, el presidente se ha convertido en una figura magnánima que podría estar en el poder durante toda su vida.
Además, hay que tener en cuenta que el mandatario chino ha copado todas las esferas públicas, haciendo de sí mismo el centro de toda la sociedad china. No hay oportunidad para la disidencia política ni para la prensa de oposición. Todo, absolutamente todo, pasa por las manos de Xi Jinping. Opositores dicen que es tal su omnipresencia que parece una deidad.
El aumento de armamento, la depuración de la corrupción y el crecimiento de la economía china son también ingredientes que explican el incuestionable poder del presidente. Todo forma parte de una estrategia que lidera desde hace años y que él mismo llama “el sueño chino”. Consiste en convertir a la nación en la máxima potencia del mundo, desterrando a Estados Unidos de ese puesto. Un plan que, según los generales chinos, va en viento en popa.
Poco o nada pareciera que les importa a los ciudadanos la falta de diversidad política en China. Durante la última década, Xi Jinping ha exacerbado el patriotismo y los valores propios de la cultura del país.
No tiene miedo de mostrarse como el líder político y militar de la nación, así implique amenazar a las potencias de Occidente. Según muchos habitantes, el mandatario les ha devuelto el orgullo de ser chinos, después de muchos años al margen.
Este fin de semana se reelegirá de nuevo como secretario general del Partido Comunista y augura que siga el avance de su plan de convertir a China en el dueño del mundo y estar él sentado en ese trono. Así continúe con innumerables controversias que hacen pensar que en el país, más que un presidente, hay un emperador.
La persecución a opositores; la censura de publicaciones críticas al Gobierno; la vigilancia constante de sus ciudadanos; el maltrato registrado a la tribu uigur, cuyos integrantes son confinados en campos de concentración; y la amenaza constante de reconquistar Taiwán, son parte de las muestras de poder que a diario exhibe Xi Jinping, pero que le cuestan la aprobación de la comunidad internacional y una eterna enemistad con Occidente.
Mientras tanto, la sociedad china sigue con un culto mesiánico para el mandatario, que ha sabido ganarse el corazón de la gente, así tenga que pasar por encima de la democracia, de las libertades civiles, de la diplomacia internacional y de cualquier augurio de cambio que pueda existir en la nación. Todos en China le rinden pleitesía al emperador Xi Jinping.