Coronavirus
Las Ventas vuelve a latir: primer festejo taurino en Madrid desde el inicio de la pandemia
La actividad taurina volvió a la primera plaza del mundo, casi 19 meses después, con un festival en el actuaron las máximas figuras del toreo y con 6000 espectadores en los tendidos.
Por David Jaramillo, especial para Semana
Tuvieron que pasar 568 días para que la plaza de toros de Las Ventas de Madrid, la capital mundial del toreo, volviera a abrir sus puertas para un espectáculo taurino. En aquel ya lejano 12 de octubre de 2019 nadie sabía qué era la Covid-19. Pero, desde entonces, cuatro olas de la pandemia, que el planeta sigue padeciendo, ha cobrado la vida de más de tres millones de personas en todo el mundo.
Para los aficionados a los toros, poco importó que el festival con el que Las Ventas abría sus puertas nuevamente para el toreo tuviera en el fondo un tufo de acto electoral. Y es que, desde marzo de 2020, cuando el mundo se paralizó, prácticamente todas las Comunidades Autónomas de España acogieron algún espectáculo taurino, respetando las necesarias y obligadas medidas de seguridad y salud, pero intentando devolverle la actividad a un sector que se ha visto seriamente golpeado, pues son muchos los empleos que dependen directa e indirectamente del toreo.
Sin embargo, la Comunidad de Madrid no permitió ningún festejo desde entonces, mal que le pesa a la presidenta de la Comunidad Isabel Díaz Ayuso, quien para recuperar el favor de los taurinos ha decidido cerrar la campaña de su pretendida reelección con este festival.
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Bastaba con llegar a la explanada de la plaza, que seguía ahí, radiante, altiva, para que empezaran a llenar las manos con volantes de los partidos políticos (de todos, incluso de aquellos que la pretenden cerrar definitivamente). Pero todo eso quedaba en un segundo o tercer plano, cuando las caras de amigos y compañeros de tendido que no se habían visto desde aquel 12 de octubre volvían a reencontrarse. Faltaban algunos, muchos. Bien porque las medidas sanitarias sólo permitían el acceso de 6000 espectadores, o porque ya no se les volverá a ver. En el recuerdo estarán el siempre amable Matías, que vendía libros en los bajos del tendido 2, o el dicharachero Simón, el último voceador de las revistas taurinas, sin contar con los toreros, ganaderos y aficionados que siempre acudían a su cita con Las Ventas.
A pesar de las mascarillas, se respiraba ese ambiente de los días grandes. El 2 de mayo era el día de la tradicional corrida Goyesca, una de las más importantes del calendario taurino en Madrid, pero, después de tanto, un festival valía la pena. La expectación era máxima y la organización impecable. Por eso, a pesar de la distancia interpersonal y de que sólo un 25 por ciento del aforo de la plaza estaba ocupado, la ovación, cuando sonaron clarines y timbales, fue atronadora, como si estuviese la plaza llena hasta la bandera. Realmente emocionante.
Y en el ruedo
A partir de ese momento, sólo importaba lo que pasaba en la arena. Las Ventas latía de nuevo. El rejoneador Diego Ventura, Enrique Ponce, El Juli, José María Manzanares, Miguel Ángel Perera, Paco Ureña y el novillero de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, Guillermo García, trenzaron el paseíllo ante un público en pie. Semanas antes, la máxima figura del momento, Roca Rey declinó su participación en este festival. Con la suspensión de Sevilla, consideró que no era oportuno volver a la actividad taurina vestido de corto.
Otra cosa pensaba El Juli, que aprovechó esta ocasión para dejar claro que se necesita mucho para que alguien ose con destronarle, porque el madrileño estuvo, sencillamente, intratable. Su faena al tercero de la tarde fue toda una clase magistral de bien torear. Ya con el capote, que meció con una suavidad y un ajuste inusitado, dejó saber que no venía a pasar la tarde sin más. La media verónica del cierre fue una escultura. Pero con la muleta todo fue a más. Era una versión (si se puede) mejorada de su inmensa tauromaquia. Ahora más vertical, más natural, más libre. Los naturales adquirieron dimensiones fuera de todo lo medible, cada uno era un estallido de emoción, como ese cambio de mano en el que los tendidos crujieron al unísono. Gran toro el de Garcigrande, por bravo y codicioso, pero más grande aún El Juli, que no se cansa de ser el mejor y se reinventa cada temporada.
Antes había abierto la tarde Diego Ventura y había dejado el listón lo más alto posible. El jinete luso andaluz, con una cuadra renovada, se entretuvo en cortar dos orejas después de una faena brillante. Se dejó llegar los pitones del toro muy cerca de la piel de sus caballos y templó las embestidas como si sus estribos indujeran un extraño poder magnético. Puso a su caballo ‘Lío’ a dos metros de la cara del toro, frente a frente, citó y quebró la embestida con exactitud milimétrica, tan fácil, tan incomprensiblemente fácil.
Más difícil fue la papeleta que tuvo que resolver José María Manzanares. Su toro, el cuarto, era alto como una catedral, tenía casi 6 años y las puntas de sus pitones cortaban la respiración. Pero, para colmo, el de Victoriano del Río nunca fue metido del todo en las telas del alicantino. Embestía sin franqueza y se distraía con facilidad. Manzanares apostó de verdad, se plantó tan sólido como el titanio que sostiene su maltrecha espalda y jamás dudó. Esa fue la clave de su éxito, porque cuando el toro quería irse por el cuerpo del torero, la autoridad de su muleta le obligó a volver por el camino que ella le marcaba. Una rotunda serie de derechazos le abrió el camino del triunfo, pero el verdadero colofón fue otra serie de naturales, trompicados algunos, recortados los otros, pero meritorios todos, porque, por ahí, el toro cazaba moscas con sus pitones, y Manzanares nunca renunció a robarle muletazos por donde más complicado fue. El espadazo fue marca de la casa y la oreja era de las que pesan.
Otra importante oreja obtuvo Miguel Ángel Perera de un toro de Fuente Ymbro que se apagó pronto, pero que terminó obedeciendo la templada y autoritaria muleta del extremeño. Perera lo mandó y lo mimó al mismo tiempo, obligando sin afligir y el toro lo agradeció con embestidas nobles.
Menos suerte corrieron Enrique Ponce y Paco Ureña. El valenciano vio como le devolvían dos inválidos de Juan Pedro Domecq y terminó lidiando el sobrero de rejones, que se movió sin brío, sin la chispa que hace falta para que la faena suba al tendido con fuerza; mientras que el murciano, que sí contó con un toro tan noble como obediente para su labor, se diluyó en un trasteo demasiado sobrio y frío, sin apuesta.
Esto último, la apuesta, corrió por cuenta de Guillermo García, que saludó su novillo con dos largas cambiadas de rodillas y brindó la faena a sus compañeros de cartel. Guillermo demostró tener buen corte de torero y un concepto muy bien formado, a pesar de algunos errores de colocación que el exigente y bravo novillo de El Parralejo le corrigió con un par de fuertes volteretas. Sin embargo, García no se arrugó, volvió a la cara del toro y remató su faena con personalidad. Seguro que la oreja con la que se le premió le curará los dolores de los golpes que se llevó.
Al final no hubo puertas grandes, todos los toreros se fueron a pie y el público abandonó los tendidos de forma escalonada y segura. Sí se puede ir a los toros en época de pandemia, Madrid lo demostró este 2 de mayo. Sólo hace falta tener verdadera disposición.
FICHA DEL FESTEJO
Madrid, domingo 2 de mayo de 2021. Plaza de toros de Las Ventas. Lleno de “No hay billetes” en las 6000 localidades habilitadas. Tarde agradable y nublada.
Toros de El Capea (1º), para rejones, fijo y perseguidor, Carmen Lorenzo (2º, tris), soso; Garcigrande (3º), bravo y codicioso; Victoriano del Río (4º), serio y con peligro; Fuente Ymbro (5º), noble y obediente; Vegahermosa (6º), con movilidad y repetición; y un novillo de El Parralejo (7º), bravo y exigente. Todos de correctas hechuras y presentación.
El rejoneador Diego Ventura (dos orejas), Enrique Ponce (silencio tras aviso), El Juli (dos orejas), José María Manzanares (oreja), Miguel Ángel Perera (oreja), Paco Ureña (silencio tras aviso) y el novillero Guillermo García (oreja tras aviso).