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Este fue el impresionante reportaje que logró el Washington Post en el corazón del Clan del Golfo. Los peligrosos narcos que también quieren la ´paz total’
“Las Autodefensas Unidas de Colombia se convirtieron en una coalición masiva de paramilitares de derecha y, eventualmente, negociarían un acuerdo de paz con el Gobierno”.
El prestigioso diario The Washington Post publicó en su portada un reportaje sobre Colombia. Se trata del recorrido que hizo su equipo periodístico en las profundidades del conflicto en Antioquia, en donde no manda el Estado sino un grupo de narcos: las Autodefensas Gaitanistas de Colombia. El reportaje fue hecho por la periodista Samantha Schmidt y la fotógrafa francesa Nadege Mazars.
“La formación matutina comenzó en la ladera de una montaña cubierta de niebla, con dos docenas de hombres alineados y armados con rifles. ‘¡Atención!’, gritó una voz mientras se izaba una bandera verde y blanca adornada con tres letras, las mismas que pueden verse pintadas con aerosol en edificios y calles del norte de Colombia, y que les dicen a todos quién está a cargo: AGC”, comienza el reportaje.
The Post's Bogotá bureau chief @schmidtsam7 describes what it was like reporting inside Colombia's most powerful drug trafficking group, AGC. pic.twitter.com/e0wbJkWoFw
— The Washington Post (@washingtonpost) April 18, 2023
El medio describe al grupo así: “La organización de narcotraficantes más poderosa de Colombia: una fuerza que controla una gran parte del país y también las rutas más importantes para transportar cocaína hacia Estados Unidos. Es una organización con escudo y estatutos, y en las comunidades rurales desempeña el papel de la Policía y los jueces, resolviendo disputas entre los lugareños”.
Los periodistas hablaron con sus líderes, sanguinarios comandantes que han estado por años lejos de las cámaras y los medios. Por horas, narran sus periodistas, conversaron con alias Jerónimo, que les aseguró que quería compartir el lado político de ese grupo armado ilegal conocido más popularmente como el Clan del Golfo.
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El grupo ha estado en el centro de la conversación del país desde que el presidente Petro decidió expulsarlos de los intentos de ‘paz total’. Sucedió el pasado 21 de marzo, a raíz del caos que desató el grupo en varias regiones del país, especialmente en el Bajo Cauca. El Gobierno reanudó las operaciones militares en contra de esa estructura criminal.
En la portada del @washingtonpost hoy:
— Samantha Schmidt (@schmidtsam7) April 6, 2023
El grupo narcotraficante más poderoso de Colombia busca negociar la paz.
Leer en español: https://t.co/PvcEUm522r
Foto por @nadege_mazars pic.twitter.com/c1Ucv6LnxO
El comandante de las Fuerzas Militares, general Helder Giraldo, reveló en ese momento que desde que se decretó el cese al fuego con el Clan del Golfo, el pasado mes de diciembre, dicha estructura mafiosa cometió más de 38 acciones criminales.
“Tenemos contabilizadas más de 38 acciones contra la fuerza pública, contra la población civil, contra la infraestructura crítica y económica del Estado; es evidente en estos días del paro minero las diferentes acciones que han adelantado no solamente contra la población civil a través de la instrumentalización. Eso ha causado desabastecimiento, confinamiento, desplazamiento forzado”, dijo el general Giraldo a SEMANA.
Agregó que “las intenciones de este grupo eran la de quemar estaciones de policía, quemar alcaldías; vimos de manera evidente cómo quemaron un peaje y cómo violaron el Derecho Internacional Humanitario a través de la quema de dos ambulancias; una de ellas transportaba una paciente”.
Para buena parte del país, el grupo no es más que un cartel de drogas que impone terror en sus habitantes. Pero ellos no se ven de esa manera. Según The Washington Post, “Jerónimo y sus camaradas argumentan que deben ser considerados un grupo armado político como cualquier otro en Colombia”.
Jerónimo es un desertor de las Farc que se aburrió de la lucha marxista y para evitar que lo mataran por desertar y volver a la vida civil, decidió unirse al bando enemigo: los paramilitares. Pero explica que la diferencia con los paras de antaño es estructural: ellos no apoyan al Estado en la lucha contra la subversión, sino que lo combaten. Y por esta razón, deben ser reconocidos como un grupo político. “Si seguimos con esta misma retórica de abandono, de corrupción, de persecución, de represión por parte del Estado, nosotros nos seguiremos defendiendo”, le dijo él al diario. “Y en la medida en que podamos trascender y ampliar el territorio, allá llegaremos”, puntualizó.
The Washington Post también recorrió otra de sus zonas de influencia, el Chocó. Allí comprobaron que el Clan del Golfo es una presencia paralela al Estado que organiza la vida de los pueblos, desde las fiestas del Día de la Madre hasta las ayudas a los enfermos para que puedan tratarse.
Mientras tanto, viven escondidos en los bosques y las selvas colombianas desde donde operan lo que una entrevistada por el diario denominó ‘El Amazon de la droga’ en el país.