Música colombiana
Delia Zapata Olivella, la gran reina del Cabildo en Cartagena
A un mes del inicio del Festival Internacional de Música de Cartagena de Indias, recordamos a Delia Zapata Olivella, uno de los 25 personajes de la cultura de cartagenera que figuran en la imagen oficial de la XII edición del festival, diseñada por la artista plástica Ruby Rumié.

Había una mujer que bailaba cumbia y decía que al arrastrar los pies acariciaba la tierra. Era la intención de sus ancestros africanos. Se golpeaba la barriga y exclamaba que de ahí emanaba la energía. Esa era Delia Zapata Olivella, una mujer que pasó su vida en búsqueda del contacto con su raíz negra y de las historias que se cuentan detrás de los movimientos del cuerpo.
Delia Zapata Olivella o “Yeya”, como le decían sus amigos, fue la mujer que revivió el cabildo en Cartagena. Nació en Lorica, Córdoba el primero de abril de 1926, jueves Santo. Al año de nacida su familia se trasladó a Cartagena y se instaló en la calle del Espíritu Santo del barrio Getsemaní. Hizo su bachillerato en la Universidad de Cartagena y luego se formó en artes plásticas en la Universidad Nacional, mientras tomaba clases de baile.
A la edad de 27 años ya tenía su grupo de danza que se presentó en el Primer Espectáculo de Danzas Negras en el Teatro Colón de Bogotá, en 1953. A mediados de los cincuenta trabajó en espectáculos en Barranquilla y Cali. A partir de 1957 comenzó una gran gira con sus bailarines: recorrieron España, Francia, Alemania, Checoslovaquia, la Unión Soviética y China. En los sesenta, continuó su recorrido internacional en giras por Estados Unidos y Centroamérica, y en los setenta creó la Fundación Instituto Folclórico Delia Zapata Olivella en Bogotá.
En 1984, Delia Zapata Olivella decidió crear un grupo de danzas en Cartagena. Como Delia vivía en Bogotá y tenía allá su grupo base, delegó a su hija Edelmira Massa Zapata la dirección del nuevo grupo en Cartagena. Así, se convocaron audiciones para los jóvenes entusiastas del baile en la ciudad. El grupo comenzó a ensayar rigurosamente tres horas diarias en días de semana y hasta cuatro horas los sábados en la Escuela de Bellas Artes. Delia visitaba Cartagena cada dos o tres meses para supervisar el progreso del grupo, Edelmira dirigía las clases regularmente y su madre comenzaba sentada, observando el ensayo, pero terminaba bailando a la par de los estudiantes.

Llegó el año 1986 y Cartagena recibió la visita del papa Juan Pablo II. Fue Delia Zapata Olivella la encargada del montaje del espectáculo folclórico que se ofreció al sumo pontífice. El grupo ensayaba en el salón Vicente Martínez Martelo de la alcaldía, hasta la noche del 6 de julio, cuando llegó el Santo Padre. El repertorio fue un recorrido danzante por Colombia: joropo de los Llanos Orientales, san juanero de los Andes, contradanza y jota chocoana del Pacífico y finalmente, los indios farotos y la cumbia de la Costa Caribe. Al concluir la función, el papa bajó del templete construido en la explanada de Chambacú para el evento, se aproximó a la tarima, saludó y agradeció, en su español con acento polaco, a los “danzantes y musicantes” por aquella presentación. Regaló a Delia un rosario y le dio la bendición.
Después de la visita del papa quedó consolidado el grupo como Calenda, nombre que le dio Manuel Zapata Olivella, el hermano de Delia. Calenda es la palabra de la que proviene calendario, y para los antiguos romanos era el primer día de cada mes. En Cartagena, calenda era el día 3 de febrero, o día libre que tenían los esclavizados durante la época colonial.
El cabildo era una institución colonial, sin embargo, los cabildos como los conocemos hoy con la connotación de celebración, nacieron en el siglo XVI, cuando era prohibido para los negros celebrar sus ritos. En su día libre, 3 de febrero, los esclavizados se congregaban en el Convento de la Popa y bajaban por el cerro en una procesión. Hacían una sátira o mofa de las cortes europeas, por eso en el Cabildo hay reyes y reinas, príncipes y princesas, duques, condes y bufones.
Luego de la independencia de Cartagena el 11 de noviembre de 1811, se seguían celebrando cabildos en los barrios donde habitaban los negros. Durante principios del siglo XX, barrios como Pekín, el Boquetillo o Pueblo Nuevo que se ubicaban al pie de la muralla del lado del mar, tuvieron sus cabildos hasta 1939, cuando fueron desalojados por a los nuevos procesos urbanísticos de la ciudad. Cincuenta años después, el único Cabildo que existía en la ciudad era el de Bocachica. En 1989, Delia Zapata Olivella estaba preparando el primer cabildo de Getsemaní con el grupo Calenda. “En Getsemaní va a suceder algo que va a cambiar la historia festiva de la ciudad,” decía Edelmira Massa Zapata. Se prepararon las danzas de Cabildo: los diablos espejos, la danza de los gallinazos, la gaita, el garabato, los indios farotos, las indias caribes, el congo, el fandango. El cabildo se tomó la plaza de la Trinidad, y las multitudes salieron con la voluntad de desfilar.
Actualmente está a la cabeza del cabildo de Getsemaní la fundación Gimaní Cultural, que se creó en 1989 para la promoción de las fiestas en Getsemaní, con la dirección artística de Nery Guerra, uno de esos jóvenes que llegó a audicionar con Edelmira cuando empezó el grupo, y que bailó para el papa aquel 6 de julio. Nery dirige el grupo de danzas Calenda Getsemaní y fue lancero de las fiestas novembrinas en 2012. Dice Nery que Delia le enseñó que “si tú no sientes lo que haces, no logras transmitir”.

Afiche oficial del Festival Internacional de Música de Cartagena 2018, creado por Ruby Rumié. Delia Zapata está al final de la cuarta fila.
“Todos los que hemos pasado por la escuela de Delia hemos sido capaces de ser multiplicadores,” afirma Margot Castro, quien bailó con Delia desde el inicio de Calenda. “Ellas no nos enseñaban a bailar, nos enseñaban a ser personas,” cuenta sobre Edelmira y Delia.
“Delia me cambió la vida,” dice Dixon Pérez, el director del grupo de danzas Ekobios, quien ingresó a Calenda en 1986. “Hizo que primero nos enamoráramos de lo que ella hacía para después formarnos realmente como bailarines. Yeya te enseñaba las cosas con amor, con el corazón”.
“El movimiento nace, no se hace” decía Delia Zapata Olivella a sus estudiantes. “Ver bailar a Yeya era algo gratificante. Uno se sentía emocionado de ver cómo lo vivía, lo sentía,” cuenta Elizabeth Hernández, otra de las primeras bailarinas que entró a Calenda.
Delia abrazaba a las danzas ancestrales y las historias que estas narraban. Recalcaba constantemente el valor del sincretismo en la cultura, visitó caseríos indígenas para aprender sus danzas, recorrió Europa para mostrar los bailes tradiciones del país al viejo mundo, pero le tomó una vida entera pisar suelo africano, y acariciar esa tierra que decían los ancestros que había que agradecer por el regalo de los alimentos que de ahí surgían.

En el 2001 Delia Zapata Olivella emprendió el último viaje de su vida cuando conoció África, en marzo contrajo malaria en Costa de Marfil y murió el 24 de mayo en Bogotá. El cuerpo fue cremado, y sus cenizas traídas a la ciudad que la acogió en su infancia. El galeón Bucanero navegó la bahía para depositar en el fondo del mar sus cenizas. Se despidió de esta tierra la mujer que decía tomar el néctar de los dioses cuando se comía un raspao, que sacaba la lengua mientras arrastraba los pies al ritmo del tambor.
* Bailarina y escritora cartagenera.