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Hasta agosto del año pasado, Guido (hoy Ignacio) no había entendido por qué era tan especial su relación con la música. Fotos: Anabela Gilardone

#CulturaReconcilia

“La música fue y sigue siendo un faro para mí”: Ignacio Montoya Carlotto

La presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo encontró a su nieto perdido el año pasado. Resultó ser pianista y ha dedicado su carrera a reflexionar sobre la memoria. El músico estará en Bogotá para el Foro Nacional: Jóvenes actores por la paz y habló en exclusiva con RevistaArcadia.com

Laura Quiceno
31 de agosto de 2015

Lo público: el 8 de agosto de 2014 era presentado Guido Carlotto, el nieto número 114 recuperado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Estela de Carlotto, la presidente de esta organización buscó por 36 años a su nieto y a cientos de niños apropiados durante la dictadura militar en Argentina.

Lo privado: Guido (Hoy Ignacio Montoya Carlotto) siempre tuvo una pregunta: ¿Por qué se te ocurrió ser músico? En una entrevista concedida a Página/ 12 de Argentina reflexionaba al respecto: “…Son los llamados a hacer cosas que no tendrías por qué haberlas hecho: como ser músico, como terminar tocando todos los 24 de marzo en el Día de la Memoria y no saber por qué –yo no soy un militante ni mucho menos–, como escribir “Para la memoria” y sentirla tan propia”.

La música parece ser el hilo conductor que une a Ignacio Hurban, el pianista de Olavarría, el que desconoce parte de su verdad, con Ignacio Montoya Carlotto, quien descubre a los 36 años ser hijo de Laura Estela Carlotto y Oscar Walmir Montoya, secuestrados y torturados por la dictadura militar. 

La revelación de su pasado lo reafirma en una vocación que parecía improbable. Su padre ‘Óscar Walmir Montoya’, además de militante fue baterista y su abuelo Guido Carlotto era un melómano consagrado. En agosto de 2014 empezaron a llegar estas y otras respuestas que sólo al tocar el piano y compartir su música intuía: como muchos niños nacidos entre 1976 y 1978, él había sido apropiado por militares.

Ignacio llega por segunda vez a Colombia (ya había participado en la Cumbre Mundial de Arte y Cultura por la Paz en Bogotá) al Foro Nacional Jóvenes actores por la paz. Después de un año, su verdad no sólo es esperanzadora para él sino para otras víctimas de Latinoamérica que esperan por verdad y reparación.

¿Desde cuándo empiezas a indagar sobre la posibilidad de ser adoptado? ¿Lo sentiste desde niño, en la adolescencia?

En realidad lo supe el 2 de junio de 2014, el día de mi cumpleaños, ahí supe por un tercero que sabía sobre mi adopción. Allí comenzó un proceso de búsqueda que culminó el 5 de agosto de 2014 cuando recibí el llamado de CONADI (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) informándome que el análisis de ADN había resultado positivo en el cotejo y que era hijo de una pareja de desparecidos durante la última dictadura militar. Mis padres, Laura Estela Carlotto y Oscar Walmir Montoya, fueron secuestrados, torturados y dados a muerte.

 

¿Qué te llevó a presentarse ante la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad en Argentina?

Una vez supe de mi situación de adopción tras hablar con mis padres adoptivos me dirigí a la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo y allí comenzó una investigación que derivó luego en CONADI. Esta última institución fue la que me solicitó hacerme la extracción de sangre para cotejarla con el Banco Nacional de Datos Genéticos, que contiene las muestras de ADN de los familiares de los desaparecidos en la dictadura militar.

Además de lo que es público de tus padres, Laura y Walmir ¿Cuál ha sido el descubrimiento más importante e íntimo para vos en este año?

El espejo familiar es lo más impactante, verme reflejado en los tíos (cuatro maternos y uno paterno) y en los primos. Allí puedo encontrar muchas cosas que me son muy preciadas.

¿Qué te enseñaron tus abuelas, Estela y Hortensia, en este año?

Mucho. En parte lo que han hecho durante todos estos años duros en los que han estado de alguna manera sosteniendo. En el caso de Hortensia, una vida familiar y propia, y en el caso de la abuela Estela, una vida de búsqueda y lucha.

¿Qué conservas de tus padres biológicos? ¿Qué te llevaste a tu casa en Olavarría?

Tengo algunas fotos, las que han sobrevivido que no fueron quitadas a la familia durante la época del proceso. Tengo algunos dibujos de mi padre. Libros escritos con su historia y los dichos de la familia.

Una de las constantes en tu vida antes del descubrimiento de tu identidad ha sido la música, el piano. ¿Siempre te preguntaste por qué te dedicaste a la música?

Siempre. De hecho era una de las cosas en las que me veía complicado a la hora de hacer una nota, porque todos mis amigos músicos tenían algún familiar que era músico o algo así, yo no. Todo esto vino a responderme esa pregunta, y pude entender que la música fue y sigue siendo un faro para mí.

Latinoamérica y las generaciones posteriores a la tuya, como la mía, escuchamos sobre las dictaduras del sur por algunas canciones de Sui Generis y Charly García ¿qué te dicen esas canciones hoy?

Me dicen mucho, me dicen cosas propias, me dan orgullo y además ellos tuvieron la valentía de decir cosas en momentos muy complicados donde decir algo podía ser una manera de perder la vida. Tuve la enorme alegría de tocar en el Día de la democracia de 2014 una versión junto al amigo Palo Pandolfo de “los Dinosaurios” de Charly García en lo que fue para mí un gran momento en mi vida.

¿En qué ha cambiado la interpretación y los mensajes de tu música?

En mucho, ahora la música es más directa, más limpia. Lo que viene es claramente diferente aunque sigue con la línea estética que ya sabía mía, que es una suerte de identidad que adquirí antes que la del documento. También se ha visto modificada mi visión de las cosas que escribí hace tiempo. Es un ejercicio que no es lineal.

Te presentarás en septiembre en Bogotá ¿El caso tuyo qué puede enseñarle a Colombia en un proceso de verdad y reparación a las víctimas?

Estaré en el Foro Nacional: Jóvenes actores de paz en la Universidad de La Salle los días 2 y 3 de septiembre. Mi participación tiene que ver un poco con contar nuestra historia y que los pueblos latinoamericanos podamos ver las cosas terribles que nos han pasado y vernos en el espejo los unos y los otros. Eso es importante para poder entendernos y comenzar a vislumbrar salidas, o al menos creer que se puede.

¿Qué conserva Ignacio Montoya de Ignacio Hurban?

Varias cosas, de hecho la construcción de identidad de 36 años hasta el 5 de agosto, cuando empecé el proceso de cambio de Hurban a Montoya Carlotto, pero en esos 36 años se forjó una persona que tiene casi todas las características consumadas.

¿Para qué sirve conocer la verdad?

Es fundamental, completa, sana y sigue cicatrizando una herida argentina que ha estado abierta durante muchos años.