Música

Gustavo Cerati, dos décadas del álbum ‘Bocanada’

Este mes se cumplen 20 años del lanzamiento de ‘Bocanada’, el segundo álbum de estudio de Gustavo Cerati como solista y el primero después de la disolución de Soda Stereo. Aquí un homenaje a su historia y sus canciones.

Pablo Trujillo G.*
28 de junio de 2019
Gustavo Cerati. Foto: Alejandro Ros

Son pocos los músicos que construyen una carrera solista prominente luego de haber pertenecido a una agrupación muy exitosa. Son menos los que evidencian algún tipo de evolución artística después de años de calar en el imaginario de su público bajo el nombre de una banda. Pero el caso de Gustavo Cerati es uno aparte. El impacto cultural que ha tenido su obra dentro y fuera de Soda Stereo quizá solo pueda entenderse en términos de ‘fenómeno’. Y hablaríamos entonces de un fenómeno poderoso y mutante que supo sacudirse de encima la etiqueta publicitaria de “El rock en tu idioma” y proponer de manera auténtica, canción a canción, un álbum que a dos décadas de su publicación sigue sonando novedoso. 


Recorte del diario argentino Clarín, narrando el concierto cierre de Gira Animal, año 1991. 

Con el estreno del disco Canción Animal y su subsecuente Gira Animal, Soda Stereo terminó de escalar vertiginosamente una montaña de éxitos que comenzaron saliendo del furor posdictadura militar en la Argentina de 1984 con su álbum debut, el homónimo Soda Stereo, producido y apadrinado por Federico Moura, líder y fundador de la icónica banda Virus. Llevada a cabo en 1991 a lo largo de todo el continente americano y varias ciudades de España, la Gira Animal finalizó con un histórico concierto en la Avenida 9 de Julio de la Ciudad de Buenos Aires, frente a una masa de más de 250.000 espectadores (para hacerse una idea de la magnitud del evento, el legendario Festival de Woodstock tuvo 400.000 asistentes en sus tres días de duración). Tras el apoteósico concierto, Gustavo Cerati, Héctor ‘Zeta’ Bosio y Carlos ‘Charly’ Alberti se preguntaban qué podría venir para ellos cuando parecían haberlo conseguido todo. Habían alcanzado los números más grandes registrados en la historia de la música latina hasta la fecha: más discos vendidos, más asistentes a un recital en vivo, más países visitados en una sola gira y mayor duración de la misma. El power trío argentino compartió la sensación de que era imposible volar más alto, por lo menos en lo que a cifras se refiere. Fueron entonces la agrupación de rock en español más grande del mundo. Lo siguiente fue una etapa de profunda experimentación sonora que resultó en la grabación del álbum Dynamo, producido casi en paralelo con Colores Santos, el primer proyecto de Cerati al margen de Soda Stereo en compañía del músico y productor bonaerense Daniel Melero.

Ambas producciones discográficas fueron publicadas en 1992, se desligaron completamente del sonido rockero de Canción Animal, previamente edificado en álbumes como Signos y Doble Vida, y dieron paso a lo que sería la recta final de la banda. Luego de embarcarse en el Dynamo Tour para promocionar el disco durante 1993, Cerati sintió necesario un respiro y viajó a Santiago de Chile en compañía de su entonces esposa, la actriz y modelo chilena Cecilia Amenábar. La pareja vivió allí uno de los momentos más luminosos de su relación. Mientras esperaban el nacimiento de Benito, su primer hijo, Gustavo Cerati dio poco a poco a luz a un nuevo proyecto: Amor Amarillo, su primer experimento en solitario, fruto de una honda introspección amorosa y una nueva búsqueda musical a través de instrumentos electrónicos diferentes a la guitarra. Particularmente el MPC60 de la marca Akai, un híbrido entre un sampler y un generador de sonidos, popularizado por el hip-hop y la electrónica de la década del ochenta, que sirvió para el artista como punto de partida para idear algunas de sus obras más memorables y se convirtió en una especie de compañera inseparable en sus posteriores conciertos como solista. 


Cerati en la presentación de Amor Amarillo en la radio FM100, donde puede verse su máquina Akai MPC60, desde la que ‘disparaba’ ritmos y secuencias previamente grabadas. 

Pulsar y Torteval son algunas de las canciones más electrónicas de este álbum, con las que el músico emprendía un viaje hacia lo sintético, cada vez más lejos de la idea estereotípica del rockero con chaqueta de cuero enchufado directamente a un amplificador. En Pulsar, además de incursionar por primera vez en una suerte de electro-funk, Cerati se apropió de un fragmento de la obra de otro artista, que es lo que se conoce como ‘samplear’ o hacer uso de un ‘sample‘ (es decir, extraer una muestra de otro lugar). En este caso tomó un arpegio del tema instrumental Sirius de The Alan Parsons Project, que funciona en Pulsar como esqueleto armónico. Esta práctica, muy explotada junto a Daniel Melero en Colores Santos, se convirtió en una herramienta creativa fundamental para el guitarrista. 

A continuación de Amor Amarillo, una etapa de intimidad y exploración en la que Cerati a duras penas contestaba el teléfono, Soda Stereo ya se enfrentaba a los rumores de su disolución, y con alguna consciencia de ello iniciaron la producción del álbum Sueño Stereo, que sería su último proyecto antes de separarse como grupo. Este disco fue, en palabras de Cerati en 1996: “Hecho con la presión del no presionarnos. Teníamos que entregar algo importante, no podía ser un ‘disquito‘ [...]”. La gira de Sueño Stereo trajo consigo el aclamado MTV Unplugged (donde se encuentra la versión de La Ciudad de la Furia junto a Andrea Echeverri) y concluyó con El Último Concierto en septiembre de 1997. El trío decía adiós en su ciudad natal, y con el improvisado “¡Gracias... totales!” la carrera de Cerati se abría hacia un nuevo comienzo. 

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El siguiente paso artístico del músico fue el dúo Ocio, un proyecto enteramente electrónico creado junto al productor Flavio Etcheto durante el que empezaron a maquinarse las primeras ideas de lo que sería Bocanada, su primer trabajo solista sin Soda Stereo. Sumergido en un período altamente creativo y concentrado en sanar las heridas personales que le había dejado la ruptura con sus compañeros Bosio y Alberti, Cerati reunió canciones suficientes para dar vida a un nuevo álbum. Lo que vendría era una propuesta lo bastante poderosa y genuina como para reinventarse a sí mismo como artista y reconfigurar de paso el panorama de la escena musical latina de principio del siglo XXI. 

Todo empieza con “Tabú”: una célula rítmica en loop que luego es manipulada digitalmente, y casi enseguida la banda completa tocando sobre un sample del instrumental “Waltz for Lumumba” de The Spencer Davis Group. La voz reverberando en primer plano, sintetizadores en arpegios repetitivos, guitarras eléctricas jazzeras, sin muchos efectos, y una serie de sonidos selváticos, merodeando en la periferia del espectro sonoro como animales salvajes. Esto suena como la reseña de un grupo perteneciente al reciente movimiento de fusión conocido ‘electrónica selvática’ o ‘electrocaribe’, muy en furor en la actualidad, pero es Bocanada hace veinte años. 

El disco arranca con heroísmo: “(...) la selva se abrió a mis pies, y por ti tuve el valor de seguir”. El clima está determinado por esa intención. La canción “Engaña” reposa entonces sobre una guitarra acústica cuya armonía resulta ‘engañosa’ al oído porque nunca resuelve del todo (y de ahí su nombre). En ella, un sample de “Circle of Life” de Steve Miller Band y otro de “The Adventurer” de John Barry para su sección más tormentosa, que “recuerda el mar y no recuerda despertar”. Encontramos otro sample en el tema homónimo de este LP, extraído de “Eruption” de la banda Focus, que plantea un ánimo absolutamente distendido e impone una atmósfera flotante parecida a una verdadera bocanada de humo suspendida en el aire, “serpenteando la razón”. 


Gustavo Cerati en los estudios Abbey Road, sesión de mezcla del álbum Bocanada, 1999. 

“Puente” es, sin duda, uno de los ‘grandes éxitos’ de Cerati. Una prueba de su capacidad de sintetizar sus influencias en un sonido propio (se perciben latentes guitarras al estilo The Beatles en este caso). Un estribillo con el poder de hacer saltar un estadio lleno de gente, un evidente guiño a su ‘Gracias totales’ en el deliberado ‘Gracias por venir’, que es uno de los escasos momentos rockeros del disco. “Puente” es desmedida entrega emocional, descarnada y honesta pero sin exceso de nostalgia. 

Sin interrupción y sampleando “Momma” de Electric Light Orchestra, empieza Río Babel, una reflexión cándida sobre la universalidad de la música como lenguaje, con reiterados giros de funk conducidos en el contrabajo por Fernando Nalé. La canción prepara lentamente un estallido de luces que dicen al infinito “fluir sin un fin más que fluir (sin un fin)”. Después Cerati nos presenta “Beautiful”, una declaración de placer y agradecimiento por lo conseguido en años de rutas musicales, con la participación del productor Tweety González en teclados. Aquí, el músico samplea la flauta del Preludio a la Siesta de un Fauno del impresionista francés Claude Debussy. De “Beautiful” se desprende una de las frases que mejor encapsulan el imaginario ‘ceratiano’: “Mereces lo que sueñas”.

Más adelante está “Perdonar es Divino”, con un beat electrónico cargado de hip hop, una obra de alto contraste entre las secciones que la componen, donde la guitarra juega un papel fundamental como conductora del discurso y la letra nos habla en un lenguaje mundano, con aire despistado. “Verbo Carne” es la creación más dramática y teatral que hay en este álbum. “Pequeño Cristo 3D, ¿podrás salvarme esta vez?” canta el argentino sobre un arreglo sinfónico de Alejandro Terán, interpretado por la London Session Orchestra y dirigido por Gavin Wright en los míticos estudios Abbey Road, Londres, donde más adelante sería mezclado todo el álbum en manos del ingeniero Eduardo Bergallo.

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En “Raíz” está plasmado un viaje de ayahuasca que vivió Cerati en Oaxaca, México, guiado por un chamán indígena. Inicialmente la canción se llamaría “Yagé” pero luego tuvo más sentido nombrarla acerca de lo que resultó ser más esencial para el compositor: “Que nuestro amor nunca podrán sacarlo de raíz”. En este tema el disco coquetea elegantemente con ritmos latinoamericanos. 

“Y si el Humo Está en Foco…” es una excursión futurista. Una suerte de tecno minimalista en el que se amplían claramente los límites del álbum en cuanto a géneros musicales. Las texturas sintéticas y los juegos rítmicos producen aquí una pista hipnótica en la que resulta placentero perderse. El siguiente track es excepcional: “Paseo Inmoral” suena como si el rock hubiera evolucionado, mutando en una nueva especie. El beat imponente, sampleado de Rock and Roll Pt. 2 de Gary Glitter, propulsa lo que venía siendo un álbum de sonidos acolchados hacia un espacio mucho más agresivo. “Y después, un paseo inmoral. Noches de longevidad”, noches que se extienden irrevocablemente entre dulces excesos. La batería, interpretada a lo largo de todo Bocanada por Martín Carrizo, cobra ahora un sentido protagónico con este ritmo en shuffle

Lo que viene es “Aquí y Ahora (los Primeros Tres Minutos)”, seguida de su contraparte “Aquí y Ahora (y Después)”, ambas piezas indispensables para comprender que Cerati iba en serio cuando quiso aventurarse al mundo de la música electrónica. Dos tracks hermanados por un mismo estilo downtempo, cobijados oportunamente por la guitarra acústica y las voces de apoyo del cantautor Leo García. Por último está “Balsa”, una despedida atmosférica que contiene eventualmente un sample de “It’s Now or Never” de Elvis Presley. La suavidad de “Balsa” sirve como un bálsamo para aterrizar amablemente de un profundo viaje. Queda al final de este álbum la sensación de haber completado un ciclo. Podría describirse como música hidratante, o como una experiencia auditiva placentera y trascendente, pero lo cierto es que cualquier intento de poetizar al respecto probablemente sea tan inútil como un ‘hervidero de palabras’. 

Bocanada fue estrenado el 28 de junio de 1999 y posteriormente presentado en vivo en el Teatro Gran Rex de Buenos Aires, en compañía de una nómina estelar (Martín Carrizo en batería, Fernando Nalé en el bajo, Flavio Etcheto en programaciones y Leo García en teclados y coros). Esa noche, Gustavo Cerati se mostró enérgico y exhaló sobre su audiencia una bocanada de vida. El músico argentino ya no era un ‘ex-Soda’, sino un artista enteramente constituido, un explorador del sonido indiscutiblemente adelantado a su tiempo, y presentó un álbum que hoy –exactamente a dos décadas de su publicación– sigue estando a la vanguardia. 

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*Músico y periodista colombiano, graduado de la Escuela de Música de Buenos Aires (Argentina). Participó en los festivales Rock al Parque (2017), Estéreo Picnic (2018) y SXSW (Austin, TX, 2019). Sígalo en redes sociales como @pablotrucos