Música
Jupiter & Okwess: las vibraciones del general de los rebeldes
Este jueves 16 de mayo, la banda liderada por el músico congoleño Jupiter Bokondji se presentará en el Teatro Colsubsidio. Aquí una breve reseña de sus luchas por recuperar la industria musical local del Congo, que fue destruida por la guerra.
En una sala, alumbrados por la luz de algunas velas, están reunidas alrededor de un veintenar de personas. Un hombre, al tiempo que canta, hace la percusión golpeando con sus baquetas una mesa. A su derecha, otros tres, cada uno con un instrumento de cuerdas, arrojan un sonido melódico y repetitivo, que da el piso para que un hombre —luego serían tres— llegue a la última conclusión de la música: el baile. La voz del percusionista es relevada por un personaje que, desde una silla, lanza un canto marcado por una garganta ronca que en momentos alcanza una particular vibración.
La veintena de personas mira expectante. No es una escena precisamente festiva: es más bien profunda y algo melancólica. Hay también mujeres y niños. Algunos llevan el pulso con las palmas o se animan a golpear algún objeto para seguir el ritmo. El hombre de la voz ronca se pone de pie y se postra sobre sus rodillas, luego la cámara enfoca la quietud en trance del primer bailador y en off suenan las palabras, graves, un poco guturales, del músico congolés Jupiter Bokondji.
La escena corresponde a los primeros minutos de La danza de Júpiter, un documental grabado por los cineastas franceses Renaud Barret y Florent de la Tullaye. En este hacen un recorrido, a través de los ojos y oídos de Jupiter, por los guetos de Kinshasa, capital del Congo: una urbe que, en medio de la crisis, esconde artesanos de la guitarra, raperos adolescentes, músicos de blues y, en general, mucho ingenio. “El sonido del Congo es muy positivo, se está construyendo y en la calle hay mucho talento que no era conocido, y que gracias a internet está viendo la luz. Hay una variedad muy grande”, señaló el artista a ARCADIA.
La pieza vio la luz en el 2006 y significó un punto de quiebre para Jupiter quien, luego de veinte años de esfuerzo por romper fronteras con su música, logró posicionar a nivel internacional su proyecto Jupiter & Okwess. Un empujón que le permitió dar más conciertos en el Congo y llevar por el mundo su mezcla de lo acústico rural con lo urbano eléctrico. También el documental cuenta con música de la Benda Bilili, otra banda en la que Bokondji está involucrado.
En su momento, The Guardian lo calificó como “la nueva celebridad del Congo”, pero él, aunque lo agradeció de igual manera, manifestó que estos motes correspondían más a una mentalidad occidental que busca destacar y crear continuamente íconos y tendencias. “Mi única preocupación es la música”, señaló. Recordando ahora este hecho, le dijo a esta revista: “Para mí los íconos y tendencia es un asunto del business. La verdad hay mucho ego en la industria musical, hay que ignorarlo y caminar en su propia ruta”.
El general de los rebeldes
Jupiter Bokondji (1965) nació en Kinshasa. Su abuela era una curandera tradicional y de niño lo llevaba a ceremonias y funerales, donde le enseñó “los ritmos y melodías del gran bosque”, como él les dice. Su padre era un diplomático congoleño y fue enviado a la embajada en Berlín del este junto con su familia en la década del setenta.
Sus primeros años en esta ciudad son difusos, recuerda sobretodo cruzar el muro para ir a la escuela y la música de la radio: el funk, el rock y el R&B que llegaba de EEUU y UK. Fue en Alemania donde Bokondji comenzó su banda Der Neger, un extraño cóctel en el que con sus amigos alemanes mezcló su gusto por The Rolling Stones, Deep Purple, James Brown, The Jackson 5, The Temptations o Kool and the Gang con la percusión de los Mongo, la tercera etnia bantú más importante del Congo. Posteriormente, en la canción “The world is my land (Deutschland)”, daría testimonio de esta experiencia.
En los ochenta, el periodo de su padre en Alemania finalizó y tuvo que regresar a Kinshasa. Convencido de que las raíces de los sonidos occidentales que lo cautivaron estaban en África, arrancó un viaje sonoro por su tierra natal. “Cuando regresé al Congo la mayor sorpresa fue encontrar una ciudad grande, cuando estaba en Europa pensaba en este como un pueblo con selva y animales. Fue descubrir otro mundo para mí”, relata.
Con casi 20 años de edad buscó entonces la fuente del ritmo a través de un viaje a la música tradicional de su país. Se hizo famoso como cantante en vigilias y rituales de luto y más allá de la dominante rumba congoleña se acercó a una multitud de ritmos que vegetaban bajo la sombra de esta. Trabajó con familias de varios grupos étnicos del país, sintiendo el poder de una herencia que poco a poco le fue develando el camino a seguir. Sin embargo, en el proceso, fue expulsado de su casa cuando su padre consideró que dicho camino le traía vergüenza a la familia. Prácticamente terminó viviendo en la calle.
Es en este momento, y cuando el Congo se tambaleaba entre la tiranía y el caos, que Jupiter se une a la banda Famous Black, que luego se convirtió en Bongo Folk, su primer laboratorio de experimentación a profundidad. Bongo Folk derivaría en Okwess, que si bien ha tenido muchos cambios de alineación, siempre ha mantenido como líder a quien para ese entonces ya era conocido como el general de los rebeldes.
Jupiter & Okwess
Jupiter & Okwess nace en 1990. Okwess significa “guiso” o “gombo”, un plato que cualquiera puede interpretar o transformar. Ese es el principio básico de una banda en la que cada integrante le puede ir sumando ingredientes. “Mis músicos vienen de todas partes del Congo. Aparte de ser geniales y talentosos los considero, en primer lugar, verdaderos investigadores”, dice Jupiter. Para él se trata de ir construyendo sobre la marcha, “no es que queramos ir al rock o a la electrónica. Son encuentros y vibraciones. La transformación musical es como un niño muy pequeño que un día va a caminar y crecerá. No es un cálculo, es crecer”, explica.
Con la banda se dedicó a recorrer el continente africano. Sin embargo, al mismo tiempo que crecía su popularidad, estalló una guerra civil en el Congo y algunos miembros huyeron a Europa. Bokondji decidió quedarse con la misión de revolucionar la música congoleña. Cuando la violencia disminuyó, que coincide además con la aparición del mencionado documental, su popularidad vuelve a crecer. Es también en este momento cuando se involucra con Africa Express, un colectivo sin ánimo de lucro dirigido por el músico inglés Damon Albarn (Blur, Gorillaz y The Good, The Bad & The Queen), que se dedica a promover la música de artistas africanos y a facilitar la colaboración cultural entre músicos de dicho continente, Oriente Medio y los llamados países occidentales.
Aunque el colectivo no ha sido ajeno a la polémica, pues algunos artistas como Petite Noir o Nabihah Iqbal los acusaron el año pasado de ser una forma de neocolonialismo, Bokondji argumentó (años antes de esta acusación), que ante una industria musical en colapso como la congoleña, Africa Express actuaba como una buena plataforma para visibilizar los artistas africanos, más allá de que se tratase o no de la solución a todos los problemas.
Con el tren de Africa Express realizó una gira por el Reino Unido en 2012, también este año participó en el Womad y, en 2013, ante la cancelación por salud del músico maliense, intérprete de kora, Toumani Diabaté, subieron a la tarima de Glastonbury. “Es un honor cubrir a Toumani”, declaró en su momento Jupiter. “Vamos a rockear el lugar”.
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El Bofenia Rock
Hotel Univers es un lugar donde a Bokondji le gusta relajarse. Ubicado en un barrio marginal, es frecuentado por prostitutas, excluidos y “encapuchados”. “Es el underground del underground de Kinshasa. Uno paga 10 dólares por una ‘suite’ y escucha los ruidos y conversaciones”, señaló en 2014 en una entrevista al portal Wiriko. Si bien muchos no entienden su pasión por este lugar, para él es una fuente de ideas. Y fue aquí donde se encerró durante 15 días con músicos, productores y técnicos a preparar su primer álbum de estudio. “A algunos de ellos les dio incluso malaria y diarrea. Tienes que ser fuerte para vivir en el Hotel Univers”, señalaría al citado portal. Pasados los 15 días, el equipo se trasladó al estudio de grabación para registrar un disco que vio la luz en 2013 y que llevó por título el nombre del hotel.
A pesar de que Júpiter y Okwess utiliza instrumentos de rock y la música muchas veces tiene variaciones vigorosas e inventivas del funk, ha convertido el proyecto en una vitrina de muchas otras tradiciones locales y regionales del Congo, un país que por lo demás cuenta con una herencia cultural de alrededor de 450 etnias. Precisamente las sutilezas de varias esas tradiciones explican los juegos rítmicos presentes en su música que reconfiguran continuamente las canciones. Por ejemplo, señala a la canción “Tshanga Tshungu” como una de sus favoritas de Hotel Univers: esta la grabó junto a Miss Evala Vala, curandera de su tribu, que canta en el estilo Zebola, una melodía que cura a los enfermos.
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A esta mezcla la denominó como Bofenia Rock, “Rock porque la gente dice que tiene la voz de este género y que tocamos con la energía que lo caracteriza y Bofenia porque es un ritmo tradicional con mucha historia”, explica. En su segundo disco, Kin Sonic (2017), producido por Marc-Antoine Moreau (Amadou & Mariam, Songhoy Blues) y François Gouverneur, mantuvo la profundización en nuevos sonidos tradicionales desconocidos para muchos, pero dándole esa adrenalina que caracteriza su música. Y aunque repite un poco un camino ya trazado en su anterior álbum, logra verdaderos momento de belleza y locura.
En sus letras, al igual que muchos músicos africanos, Júpiter escribe sobre problemas sociales, cuestiona la historia aceptada de su país y los motivos de las personas que lo gobiernan para contarla de esta manera. Insta a los oyentes a reformar y reconstruir el Congo mientras denuncia el legado de cleptocracia, desigualdad y división heredado de la generación de sus padres.
Construir desde lo local
Jupiter ha sido un artista comprometido con los músicos locales, ayuda a bandas de jóvenes dándoles un lugar para ensayar e instrumentos “decentes” para poder tocar. “Es lo mínimo”, dice. Y aunque reclama una política cultural seria por parte del gobierno congolés, cree que hay que desarrollar conciencia, superar esa dictadura mental que quedó de la dictadura y la violencia, para lograr recuperar una industria congoleña que existió, pero que fue destruida por la guerra.
Aunque no tiene la solución en sus manos, cree que se debe buscar la manera de vender la música de forma más directa. “La gente evita hablar sobre el verdadero dilema de todo eso: el dinero. Somos músicos africanos. La mayoría de nosotros vive en terribles condiciones en comparación con los músicos occidentales. La música no puede ser libre. Esto significa trabajo duro, compromiso total, lágrimas y sudor… Y todo esto tiene un precio”, señala. Por lo tanto, invita a repensar la maquinaria y en cómo inventar un mecanismo propio que los beneficie como músicos congoleños.
Sabe del poder cultural de su país que, más allá del oro y los diamantes con los que las multinacionales lo han sofocado, puede dar una opción de vida real frente a la pobreza. Y aunque el camino es largo, siente que efectivamente los jóvenes están construyendo algo nuevo. “No hay que esperar. La luz y alegría hay que crearlas, hay que hacerlas”, dice.
Bokondji vino por primera a Colombia el año pasado para Rock al Parque. “La gente se paró a bailar, fue perfecto para nosotros encontrar este público tan acogedor”, recuerda, pero en este regreso el tocar en un Teatro también lo motiva. “Es transmitir energía más rápido, generar conección y entrar en calor”. El general de los rebeldes promete mover las entrañas del público una vez más.
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