Música

Los Rulos Vinyl Club: acción antes que discurso

Desde 2017 este grupo de aficionadas a los vinilos, la música y “echar rulo” se reúne una vez a la semana para poner sus discos, practicar y pinchar en fiestas como invitadas o autogestionadas. Esta es su historia.

Daniel Ospina
24 de febrero de 2020
Seis de las doce mujeres que conforman Los Rulos con sus vinilos favoritos. De izquierda a derecha, Srta Lilith, Cheetah Latina, Lamento Naufrago, Tuquituquilulu, SoulTurner y Monamour. Foto: Pilar Mejía/Semana

“Un circuito produce una escena. Una escena produce una comunidad. Y una comunidad es algo interesante”.

Michael Azerrad, Seven Ages Of Rock, BBC (2007).

Circuito musical, escena musical, comunidad musical, industria musical… todas estas figuras tienen distintas formas de analizarse e interpretarse. Unas más frías que otras, seguramente, pero las que despiertan más afecto o afinidad con quien entra en contacto con ellas, por lo general, quedan en el recuerdo. Suelen ser las que establecen lazos de amistad, compañerismo o pasión alrededor de una canción, un artista, un disco, o muchos de todos ellos.

Que un grupo de personas se reúna alrededor de la música no es sorpresa. Tampoco sorprende que, gracias al resurgimiento de dicho formato en el nuevo milenio, se junte alrededor de coleccionar o pinchar vinilos (los famosos “acetatos” de nuestros padres). Un informe de la Asociación de Industria Discográfica de Estados Unidos (RIAA por sus siglas en inglés) muestra que se registró la mayor cantidad de LPs vendidos a nivel mundial en 33 años, rondando los 15 millones. Lo que sí puede sorprender, especialmente en el marco local, es un colectivo de solo mujeres unidas por su amor a la música y el vinilo, antes que por cualquier otra cuestión estética.

Eugeny (Lamento Náufrago) y Marcela (Cheetah Latina) posando con sus vinilos favoritos. Aunque le costó decidir, Lamento Náufrago eligió el álbum que grabó Frente Cumbiero en sociedad con Mad Professor. Cheetah Latina lo hizo por Psychedelic Goes Latin, el debut de Hermanos Lebrón. Foto: Pilar Mejía/Semana

Los Rulos Vinyl Club se formó como tal en 2017, pero sus integrantes ya se reunían para pinchar con regularidad desde un año atrás. Eugeny (conocida detrás del tornamesa como Lamento Náufrago), dueña de la tienda de discos Three Little Birds (TLR), se inspiró en el trabajo de Chulita Vinyl Club, un colectivo similar en los Estados Unidos orientado principalmente a la comunidad chicana. La premisa inicial era juntar en su tienda chicas que coleccionaran vinilos, y si bien no necesariamente tenían que ser DJs sí tenían que animarse a pinchar "a ver qué pasaba". En estas reuniones vieron que podían llevarlo todo a otro nivel, a algo más grande, y decidieron organizarse como un colectivo ‘hecho y derecho‘. En este, su pasión por los vinilos y por “echar rulo” sirvieron de vehículo para llegar, sin proponérselo, a un proceso de empoderamiento, a su contribución a visibilizar "la participación de las mujeres en la escena musical y su papel en la misma" como dice Valeria, quien pincha bajo el nombre de Srta Lilith.

Actualmente 12 mujeres conforman Los Rulos, y cada una se especializa en un estilo musical determinado. Salsa, northern soul, reggae, indie, rock, tropical y nueva música latinoamericana son algunos de los que más se destacan. Se reúnen una vez a la semana para ensayar y lo hacen con prioridades muy claras. "Cuando nos juntamos es porque nos hemos puesto unos objetivos específicos y nos hemos comunicado previamente. Siempre nos juntamos para una tarea específica, sea practicar, hacer un set o incluso celebrar nuestros cumpleaños", explica Juanita, conocida bajo el alias de Monamour, la dosis de reggae y dub en el colectivo. “Todas ayudamos con algo, sea llevando los discos, comida, o lo que haga falta”, añade.

De forma mensual, Los Rulos hace talleres abiertos al público con profesores que dan clases sobre vinilos o equipos, y con frecuencia sus integrantes son invitadas a eventos en los cuales, de acuerdo a la temática, deciden quienes las van a representar. Adicionalmente hacen sus propias fiestas, siendo la más reciente Rulomántico. Esta nació con motivo de San Valentín y tuvo como eje natural de selección de temas al amor. "Como tocamos tantos géneros diferentes, buscamos unificar criterios pensando que el amor se muestra de muchas maneras” nos cuenta Carolina, conocida como SoulTurner, la encargada del soul. “Hay canciones de amor, desamor, amores imposibles, amores platónicos. La idea es girar en torno a eso, porque todos los géneros tienen canciones así".

Desde el primer día Los Rulos hicieron de la autogestión su punto de partida, produciendo sus propios eventos. En dos años de existencia, esto les ha permitido proyectarse. Han invertido el dinero que han obtenido de sus talleres y de sus fiestas en la creación de su logo, también en la compra de agujas profesionales y de un mixer, que en el futuro esperan ver complementados con un tornamesa y un sistema de sonido. Actualmente cuentan con un espacio en Radio Mixticius desde 2019, y una cuenta en Soundcloud donde suben sus sesiones.

Los Rulos y la melomanía

Juanita (Monamour) y Luisa (Tuquituquilulú) posando con sus vinilos favoritos. Monamour se decidió por el debut homónimo de la cantante británica de reggae Hollie Cook, por ayudarla en un momento difícil de su vida. Guerechuchu eligió Amiga del chileno Alex Anwandter, por componer pensando en las mujeres desde una mirada conciente de las reivindicaciones más recientes del feminismo. Foto: Pilar Mejía/Semana

En un grupo tan diverso como Los Rulos conviven orígenes distintos del gusto por la música, de coleccionar vinilos y, en general, diferentes historias de personas cuyas vidas giran en torno a lo musical. La suma de estos elementos conforma la llamada “melomanía” y, al hablar de ella, se discuten matices de la “música heredada” y de la “música elegida”, como alguna vez las dividió el músico argentino Diego Arnedo, de Divididos: lo que escuchamos por nuestros padres, por un lado, lo que nos impactó de un modo u otro sin importar si estaba de moda, por el otro. Pensar en ese proceso y división lleva a definiciones individuales de melomanía, que pueden confluir más o menos en un colectivo tan variado.

Para Marcela, encargada de animar la fiesta a punta de la salsa, mambo y boogaloo, y pincha bajo el nombre de Cheetah Latina, la melomanía hace parte de su educación. “Crecí en una casa muy musical por mi papá. Cuando estoy escuchando discos con él es algo que disfruto porque es un salsomano empedernido”. Su preferencia por las orquestas de salsa más enfocadas a lo instrumental la llevaron a introducirse en Dámaso Pérez Prado, a quien considera “un dios”.

Luisa Fernanda pincha bajo el alias de Tuquituquilulú, y suma una cuota de música indie que va desde New Order hasta Alex Anwandter, solista chileno que adquirió relevancia en este nuevo milenio como exponente del synthpop latinoamericano. Ella cuenta que, desde que era niña, su mamá tenía vinilos de Patricia Teherán y Las Musas del Vallenato en la casa, por lo cual le pudo resultar algo chocante que emprendiera un camino tan diferente. “Cuando uno crece, ya busca su propio gusto, empieza a comprar sus discos, ya no es solo la herencia sino lo que yo consigo y yo construyo".

Para Tuquituquilulú, un melómano invierte tiempo y dinero en temas de música, leyendo, escribiendo, yendo a conciertos, comprando discos: “Esa es la separación entre el ‘gusto musical‘ y ‘ser melómano‘”, sentencia.

Monamour parece ir en esa línea. “Hay una cosa interesante ahí, y es que ese gusto está ligado a una especie de facilidad o talento. Entonces hay gente que se da cuenta de que puede hacer música, o de que tiene muy buena retentiva para los datos y sabe cuales son las bandas, o se obsesiona por el objeto y colecciona discos... y en el proceso se van puliendo otras habilidades. Esa es una característica del melómano: no solo disfruta la música, también tiene una sensibilidad particular".

Naturalmente unos se toman más en serio la música que otros. O, como dice Lamento Náufrago, “no conozco a nadie que no le guste la música, pero sí hay gente a la que la música no le hace nada”. En ese orden de ideas, ¿cómo se construye un melómano?, ¿nace o se hace? 

Para SoulTurner, se hace. "Algunos tienen la fortuna de nacer en entornos muy musicales, pero hay muchas personas que llegan tanto a la música y se acercan tanto a ella por las experiencias que han vivido".

Srta Lilith eligió el álbum ‘Nómada‘  para la sesión de fotos, y su historia parece hacerle justicia a esa escogencia. "Viví 10 años fuera del país. Conectarme con la música de raíz, en mi caso con el folclor, y ver sus vínculos con las tendencias dominantes en la música occidental como que va calando. No es casualidad que uno se incline por ciertas cosas y no por otras".

Para Monamour hay un momento clave en la vida para hablar de melomanía: "la adolescencia es fundamental ahí. Ir descubriendo que uno tiene una inclinación por la música cuando se está volviendo adulto”.

Un lugar en el mundo

Carolina (SoulTurner) y Valeria (Srta Lilith) posando con sus vinilos favoritos. SoulTurner eligió Acid Queen de Tina Turner, de quien toma su nombre artístico. Lilith se decidió por Nómada de la DJ argentina de folktrónica Kaleema.  Foto: Pilar Mejía/Semana

Hacer algo como Los Rulos representó desde el principio desafíos importantes para sus miembros, y Monamour parece tener muy claro cuáles fueron. "Todas conocíamos el medio y sabíamos que era uno muy masculinizado, donde las mujeres aparecían muy esporádicamente y, cuando aparecían lo hacían de la mano con algún hombre. En ese sentido, estamos muy orgullosas de nuestro trabajo y, no nos da pena decirlo, rompemos un poco ese esquema".

Algo importante sobre ellas es la conciencia del lugar que ocupan en el mundo, pero aún más en un ámbito de constante crecimiento como el de la música independiente en Colombia. Srta Lilith destaca, entre otras cosas, lo importante que resulta actualmente para la mujer tener un “espacio de ocio” y un poder adquisitivo que le permita invertir en vinilos (gasto que no es precisamente barato), como lo hacen ellas. La gracia de un colectivo que se dedica a pinchar vinilos, cualquiera que sea, radica en que no todos los involucrados tienen un tornamesa o un mixer profesional en sus casas. Por eso sus prácticas tienen lugar en Three Little Birds o La Roma Records, su otro punto de reunión.

"Ha sido importante juntarnos en este hecho de la música, pero también de apoyarnos entre nosotras, de generar comunidad, y empezamos un grupo fuerte de mujeres que queremos hacer cosas conjuntamente” dice Srta Lilith. “Las mujeres nos estamos organizando cada vez más por apoyarnos en este tipo de iniciativas".

Romper tabús alrededor de las mujeres (que persisten incluso entre las mismas mujeres) no es casualidad en Los Rulos. Rompiendo con la idea de que “las mujeres no pueden hacer nada juntas”, su apertura va más allá de un círculo de amigas cerrado. Prueba de eso es que no tienen problema en colaborar individualmente en fiestas fuera de Los Rulos o, incluso, con chicas que no toman parte del colectivo. Pero aún más ilustrativa resulta la historia de cómo llegó SoulTurner: "En general antes de Los Rulos no éramos amigas pero nos conocíamos por el medio o por las marcas y proyectos de cada una” dice Lamento Náufrago. “Pero Caro si llegó de la nada. Ninguna la conocía y encajó muy bien con nosotras". Srta Lilith destaca su crecimiento tanto pinchando como en habilidades sociales desde su ingreso. Con respecto a la afinidad que la llevó a unirse y mantenerse, SoulTurner lo tiene muy claro: "Funcionamos muy bien porque somos muy honestas entre nosotras. Encontramos la manera de decirnos las cosas respetuosamente".

Resulta inevitable enmarcar a Los Rulos como una iniciativa de empoderamiento femenino, o hacerlas parte del tiempo del #MeToo que impactó de manera particular a Latinoamérica, y ellas mismas se sienten orgullosas de situarse en ese lugar. Aún así, sostienen que su concepción como colectivo se da por la experiencia adquirida antes que por seguir esa línea de forma dogmática. "No nos unimos alrededor de una tendencia política como el feminismo, pero en el camino hemos podido dar esa discusión de forma natural sin que sea algo impuesto” dice Monamour. “Con el tiempo fuimos entrando en esa discusión, pero más allá del discurso, lo importante es la acción. Somos un espacio inclusivo, no discriminamos a nadie, pero tenemos nuestras reglas. La regla es el compromiso".

La frase de Michael Azerrad con la que inicia este texto no es casualidad. Pues aquí somos testigos de cómo un circuito de bandas de aquí y allá labraron un camino para la sensibilidad millennial, conciente de la necesidad de revisar nuestro lugar en el mundo aún a costa de cargar con ese lugar común de ser “blandengues” o de “ofenderse por todo”. Ese circuito construyó una escena alimentada por medios independientes de toda índole, que poco a poco fueron permeando espacios con más impacto mediático. Alrededor de esa escena se ha formado una comunidad que permite que surjan colectivos como Los Rulos y se hagan de a poco un lugar en esa escena.

Y eso es muy interesante.