Melómanos
Seis conversaciones con melómanos sobre el Record Store Day que no fue
El Record Store Day tiene lugar desde hace 12 años y celebra la existencia de las discotiendas independientes. ARCADIA habló con seis coleccionistas sobre los tesoros musicales que tienen en casa, los que han puesto a sonar en cuarentena y los que no pudieron comprar ante el aplazamiento del evento por la pandemia.
El archivo .mp3 cambió las dinámicas de producción y consumo musical, pero la calidad de sonido del vinilo dio un golpe de autoridad en los últimos años. A los coleccionistas de siempre, que nunca dejaron ir sus vinilos de toda la vida, se sumaron nuevas generaciones que rinden culto a la alta fidelidad del sonido. El Record Store Day se inventó para el disfrute de todos ellos y con la intención de visibilizar a las discotiendas independientes.
Estos entusiastas de la música —así como uno que otro revendedor de rarezas— esperaban pacientemente, durante dos madrugadas al año, la hora de apertura de las discotiendas independientes. De allí saldrían con discos nuevos o ediciones especiales de sus álbumes favoritos; algunas de ellas, solo disponibles por única vez durante esa edición del Record Store Day. Esos lanzamientos se dan a conocer mediante una lista que cambia de una región a otra y se publica con cierta anticipación.
Luego de hacer su compra, algunos de estos amantes de la música también se reunirían en casas o bares cercanos para festejar la alegría de la música. A veces esas fiestas tenían lugar dentro de la propia discotienda. “Además de todos los lanzamientos exclusivos que llegan a la tienda, también aprovechamos para hacer días de celebración. Para el Record Store Day de abril, que suele caer un sábado, hacemos sesiones de escucha, DJ sessions y la presentación de un grupo —tratamos de que sea uno que esté lanzando un disco—”, dice Julián Correcha, de RPM Records, una de estas discotiendas independientes que funciona en Bogotá y participa en la fecha.
El pasado 18 de abril se iba a celebrar el primer Record Store Day 2020 en todo el mundo. El segundo sería el 27 de noviembre, que coincide con el Black Friday. Sin embargo, las leyes de distanciamiento dejaron en vilo eventos de culto como este. Aunque la música es esencial para la vida, no se puede comer; quien la venda en una tienda física no tiene permiso de abrirla —por ahora—.
La primera fecha tentativa para reprogramar el evento fue el 20 de junio, pero recientemente se informó que esa fecha será reemplazada con tres más en el segundo semestre del año —29 de agosto, 26 de septiembre y 24 de octubre— y que tres listas de lanzamientos diferentes serán anunciadas el 1 de junio. Los organizadores del Record Store Day explican que este desescalamiento se hará para garantizar la nueva necesidad de distancia social y la supervivencia de las discotiendas participantes.
A propósito de los cambios abruptos que está sufriendo un evento más bien nuevo en el panorama, y que nació con el propósito de proteger un eslabón frágil de la industria musical, ARCADIA explora la relación entre el melómano y el vinilo. Habló con seis amantes de la música sobre sus colecciones, sus elecciones musicales en cuarentena, su opinión sobre el Record Store Day y su relación personal con los diversos formatos en los que se puede consumir música hoy en día. Ellos son Álvaro González (@profeastronauta), Andrés Durán (@andresduranrock), Jair Vargas (@jairvargasm), Luis Fernando Algarra (@luisferalgarra), Manolo Bellón (@ManoloBellon) y William Vergara (@maestrowilli).
La tienda de dulces para los melómanos y coleccionistas
Andrés Durán admite que, como coleccionista, este evento le gusta porque es una buena oportunidad de adquirir cosas alternas, nuevas, que no salieron en vinilo o que no era posible conseguir sin una reedición como intermediario. “Es como ir a un almacén de dulces a que le den a uno nuevos dulces”, dice. No le gustan tanto los precios, que suben y dificultan el mantenimiento de un hobby costoso por sí solo: “me parece que esa parte mercantilista es terrible porque se aprovechan de eso para que sea muy caro”. De todas formas, Durán ejercita su autocontrol: no podrá comprar todo lo que hay pero se gozará sus elecciones.
Otro que ve al Record Store Day como una oportunidad es Álvaro González. Primero, a título personal, ha podido conseguir joyas esquivas, como el Virginia EP de The National. Además, él cree que las nuevas generaciones de amantes de la música ven en esta fecha el chance de adquirir un disco único que pueda alegrar sus días —un atributo valioso para un objeto en estos días difíciles—. Eso sí, se siente libre de dejar pasar de la fecha si tanto material disponible lo abruma.
El coleccionista Jair Vargas encuentra alegrías y frustraciones en estas fechas. Primero, dejó pasar algunas ediciones del Record Store Day porque, según él, a la fecha en Colombia no se le da visibilidad suficiente y no se dio por enterado cuando empezó a celebrarse aquí. Además, le frustra un poco que las listas de lanzamientos son muchísimo más cortas para Colombia: “tú te ilusionas tremendamente cuando ves la lista en los Estados Unidos y ves toda clase de locuras: discos muy bonitos, discos muy bellos, ediciones maravillosas, y te das cuenta de que probablemente aquí no van a llegar”. A pesar de esas barreras, consiguió joyas como An American Prayer, de The Doors, la compilación Permanent Record de Violent Femmes y la edición especial del single Sexual Healing de Marvin Gaye.
Y mientras Manolo Bellón reconoce al Record Store Day como “un invento muy chévere que ayuda a mantener vivo el soporte físico de los discos”, William Vergara lo ve como una excusa comercial y de calendario —uno lleno porque “siempre, todos los días, son el día de algo”— para que un amante de la música se meta con los discos que ya tiene, los que ya no quiere tener o los que quiere comprar. De todos, modos, él insiste en que “para la gente a la que le gustan sus discos, todos los días son los días del disco”.
William Vergara saluda frente a su organizada colección. Foto: cortesía
Dulcería cerrada, dólar caro y vuelos a media marcha
Con el evento suspendido, los lanzamientos quedaron aplazados, los hábitos fueron interrumpidos y algunas compras quedaron pendientes. Manolo Bellón no hace listas de compras antes de ir a una discotienda ni le entusiasma demasiado la idea de comprar por internet: “parte del encanto es ir a la tienda, tocarlos, pasar de disco en disco, sacar uno y mirarlo. Es todo un ritual en torno a eso que las compras por internet no… eh, no son iguales”. La pandemia interrumpió la costumbre de ir personalmente al par de sitios que él prefiere para buscar discos, dejarse llevar por aquellos que le digan “yo me quiero ir contigo”, echarlos a la canastilla y consumar una compra que define como “emotiva, no impulsiva”.
A Andrés Durán, orgulloso propietario de una colección de unas 12.000 unidades que ha alimentado desde los seis años, le quedó pendiente redimir unos bonos de La Roma Records que le regalaron en su cumpleaños. Un viaje a Estados Unidos se atravesó y pospuso indefinidamente su próxima visita a una discotienda. Le avisaron que un disco de los Monroes estaba disponible y que se lo podían enviar por correo, pero se negó.
Andrés Durán es el orgulloso propietario de una colección de unas 12.000 unidades. Foto: cortesía
La espera de Álvaro González, en cambio, tiene nombre y apellido: And the Glass Handed Kites, de la banda danesa Mew. Su interés es puramente ritual: “lo tengo en CD y también en streaming —por supuesto, es mucho más fácil de ubicar—, pero es un álbum que, cuando lo ponga, muy seguramente, me va a traer una experiencia de ritualidad superespecial”. Él planeaba ir a verlos en Tromsø este año; es otro plan que se puso en pausa. Algo similar le ocurrió a Jair Vargas, quien ya estaba “en la grilla de partida y a punto de salir a correr” por la edición especial de los 40 años del disco Seventeen Seconds, de The Cure.
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Jair Vargas con algunos ejemplares de su colección de discos de The Cure. Se quedó esperando el lanzamiento de la edición especial de Seventeen Seconds. Foto: cortesía
Por su parte, el profesor Luis Fernando Algarra señala los dos obstáculos que le impiden continuar con su colección en tiempos de pandemia. En primer lugar, él siente que el mercado local para comprar discos prácticamente frenó en seco desde el inicio de la cuarentena —lo cual no ocurrió con sus otros hobbies, la literatura y las figuras de colección—. Por otro lado, la coyuntura complicó de varias formas el proceso de comprar desde tiendas internacionales: tiendas como Amazon no están haciendo envíos, los sellos disqueros venden en moneda internacional —que está cara— y no es tan seguro que esas compras lleguen pronto —o en algún momento— a sus manos. Entre sus compras pendientes están el picture disc de Dangerous, de Michael Jackson, y las Eras III y IV de Devin Townsend.
William Vergara no manifestó tener una compra pendiente justo ahora y no es un comprador de temporadas. Empezó la colección que hoy tiene, con más de 10.000 piezas —contando también CD y cassettes— desde el colegio, pero asegura que ya no compra tanta música como antes. Se define como un consumidor, no como un coleccionista: “me comparo más o menos con una persona a quien le gustan los libros y que compra los que le van gustando; no compra libros y libros de todos. No compro mucho, pero tengo una buena cantidad y más o menos una buena selección”.
El valor de la música en físico
“Con lo digital no mucho, ¿sabe?”. La tornamesa de William Vergara resistió la llegada del CD, la revolución de la música digital, la amenaza de la descarga y el nuevo boom del vinilo: “yo siempre tuve los míos y siempre los soné”. El maestro Willie se ha mantenido distante de las plataformas de música por streaming y prefiere hacer uso de ellas “lo menos que pueda”. Prefiere hacer su trabajo con la colección física que ya tiene, la cual limpia y organiza juiciosamente. Su sentimiento es compartido por la mayoría de estos melómanos.
Andrés Durán se dio por bastante tiempo el lujo de no considerar los formatos digitales, que en décadas anteriores fueron sinónimo de ilegalidad: “como todo lo tengo en físico, nunca tuve que recurrir a bajar ni a copiar ni a robarme archivos que no son míos, ¿no? Siempre compré”. Desde niño y por tradición familiar, Durán se acostumbró a usar equipos de sonido de alta calidad y se niega a escuchar música en celulares, laptops o grabadoras. Le apunta a los mejores formatos y “ya en el 2020 se sabe que es el vinilo, sin lugar a duda”. La migración al mundo de la música digital ocurrió hace poco y por necesidad: como la mayoría de lanzamientos se hacen en las plataformas hoy en día, le ha tocado aliarse con ellas “de una forma más investigativa, más de estar al tanto, mas no sonora; yo hago parte de la escuela de la alta fidelidad. Para mí es muy importante el sonido”. Por eso, si le toca escuchar música en un formato distinto al vinilo, Durán echa mano de ecualizadores o de su equipo Acousticmass para que llegue a sus oídos “como debe ser”.
Pese a que todo puede encontrarse en las plataformas hoy en día, Manolo Bellón cree que “el disco físico tiene un encanto que la música digital nunca tendrá” e identifica varios componentes de ese encanto. Primero, los discos en físico guardan la energía creativa de los creadores de la música. Además, vienen con una cortesía que la música en digital no puede permitirse: el folleto con las letras y los datos del trabajo discográfico en cuestión. “Uno coge un vinilo y mientras lo escucha va leyendo la información que viene: ¿quiénes fueron los compositores de las canciones? ¿quién es el productor? Seguro que la mayoría de la gente disfruta mucho leer eso”, explica Bellón.
El profesor Algarra comparte el hábito de leer el folleto y añade otro elemento al valor de la música en formato físico: la posibilidad de apreciar el trabajo artístico de las portadas en tamaño real. “Lo digital trae la portadita pintada en la presentación del disco, pero no es lo mismo que tener el cartón. El sobre del vinilo y la caja del CD también cuenta una historia. ¿Qué me ofrece Spotify con la portada del Sgt. Pepper‘s Lonely Hearts Club Band en un celular? Las portadas de los Beatles nunca fueron pensadas para un formato pequeño; eran portadas para vinilo”. Otro discípulo de la alta fidelidad, Algarra dedica tiempo exclusivo a escuchar y disfrutar su música; evita hacer cualquier otra cosa mientras sus discos están sonando. Además, espera a las temporadas de promociones para hacerse de una suscripción a las plataformas digitales; después de todo, él siente una clara diferencia entre la calidad de sonido que entregan las versiones gratuitas y las pagas.
Luis Fernando Algarra es profesor de Historia del Rock. Posa con su colección de discos de The Who. Foto: cortesía
Alguien que no se divorcia de los formatos digitales es Álvaro González. De hecho, admite que les ha tomado un afecto muy grande y son un eje esencial en su trabajo: “está claro que en el digital yo trabajo mucho más, creo playlists para armar los programas, para sentirlos. Además de ello tengo la playlist del libro que publiqué”. Aunque hace “un ejercicio muy completo” con sus colecciones digitales y físicas, opina que el culto al vinilo puede venir de la relación que un oyente llegó a tener con ese vinilo, pero que eso también puede pasar —y este es su caso particular— con los CD. Entonces, para él, la ritualidad y la música pueden traspasar los formatos y la técnica del sonido.
Las músicas de cuarentena
¿Qué han estado escuchando durante esta temporada de confinamiento, estos amantes de la música? Hubo todo tipo de respuestas. El profesor Algarra y Jair Vargas dicen que esta ha sido la oportunidad de no restringirse a lo que está en sus anaqueles y escuchar música nueva mediante las plataformas digitales. Algarra aprovecha el acceso que estas ofrecen para explorar sonidos distintos y proyectos independientes. Le ha sorprendido el sonido del multiinstrumentista y productor sueco Dan Swanö; reconoce en su trabajo indie un esfuerzo técnico que no ha encontrado en artistas más famosos y aclamados.
El descubrimiento musical de Jair Vargas ha sido el cuarteto estadounidense DeVotchKa, notables por hacer parte de la banda sonora de Everything is Illuminated y a quienes no les había prestado atención. Vargas también ha escuchado Solid Gold Hits, una compilación de los Beastie Boys que creía un bootleg hasta que investigó un poco más sobre él y se animó a comprar una copia. También ha estado escuchando el disco Viejo Tolima, de Silva y Villalba, porque le trae el recuerdo de su madre tolimense que amaba esa música.
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Para Andrés Durán y Manolo Bellón, los hábitos de escucha van atados a sus respectivas ocupaciones. Durán pasa la mitad del tiempo escuchando para sí mismo “cualquier cosa que haya ocurrido en los 60 años del rock” mientras organiza su casa y prepara el almuerzo. Durante la otra mitad, escucha el rock que compartirá con los oyentes de su programa. En la madrugada, tras poner en su lugar lo que sonó durante el día, se da el gusto de escuchar lo que le apetezca y a atender las recomendaciones preparadas para él por YouTube Premium —”he convertido ese servicio en mi canal de televisión”—.
Durante la preparación de las transmisiones que hace tres veces por semana a través de Facebook Live e Instragram Live, Manolo Bellón repasa la música que sonará: “en un momento hice Led Zeppelin, entonces ¡pum! Escucho otra vez lo de Led Zeppelin, o para mañana estoy preparando Def Leppard, entonces estoy volviendo a escuchar las canciones de Def Leppard, como para refrescar memoria”. Cuando no está haciendo eso, dedica sus horas de aislamiento a investigar musicalmente los sonidos de los años 50, como algunas baladas, los antecesores del soul, música gospel y trazas de country: “resulta que hay una cantidad de cosas de la época que no son necesariamente rock ‘n’ roll y son fascinantes”.
Manolo Bellón ha estado explorando la riqueza musical de los años 50. Foto: cortesía
Álvaro González y William Vergara han encontrado en la cuarentena la oportunidad de revisitar sus colecciones. William ha arreglado su colección, y a medida que va encontrando cosas en ella que no veía desde hace tiempo, escucha. “De todo un poquito: música de jazz, música brasilera, música negra —black music soul—, orquestas, mambos y cosas así”. Las fechas especiales también sirven de excusa para buscar un disco en su archivo y oírlo.
Álvaro González ha apelado a la música de Daft Punk para subir el ánimo y ha recorrido la discografía de grupos como Love of Lesbian, Vetusta Morla y Él Mató a un Policía Motorizado. También ha revisitado algunos clásicos en formato CD, como a Spinetta. La cuarentena le ha resignificado la importancia de hallarse a través de la música: “volver a sentir las diversas personalidades y los diversos momentos que da la música. Se convierte en una máquina del tiempo, pero también en una máquina de sueños de futuro, en el caso de quienes buscamos nueva música siempre”.
Álvaro González ha estado escuchando vinilos de música en español. Foto: cortesía.
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Álvaro González
Esta cuarentena nos ha reencontrado con las canciones de las que estamos hechos. Yo creo que las personas estamos hechas de canciones y en medio del vértigo, de la vida normal, se nos ha olvidado escuchar las canciones de donde venimos. Entonces, yo aconsejo revisar ese ADN musical que tenemos, no perder el apetito y la curiosidad por los nuevos sonidos —en particular, creo que este es un momento en el que escuchar la música local independiente es importante para entender esas otras memorias que se hacen más allá del mainstream—, y cantar y componer, si es posible, así no sepa uno tocar algún instrumento. Seguir imaginando música. Recordar que la vida sin música definitivamente sería un error y que la vida misma sin arte, hoy más que nunca, sería una pesadilla. Esta es una buena oportunidad para reencontrarnos con nosotros mismos y con nuevas bandas sonoras.
Manolo Bellón
Escuchen mucha música. La música vuela libre por el mundo, la música nos une, la música debe traer paz, debe traer amor. Nada mejor que escuchar música en estos momentos.
Andrés Durán
Lo más importante en estos momentos de tiempo extra es utilizar las plataformas digitales para ir hacia atrás y revisar artistas que realmente uno no conoce tanto como cree. Doy un ejemplo: B. B. King. La gente escucha una, dos o tres canciones, pero es bueno que vayan a Spotify y escuchen los 30 o 40 discos que hay. Entonces, precisamente, investigar y darse gusto con lo que les guste. Yo me he dado cuenta de que en nuestro país, como nunca hubo emisora de rock ni muchos conciertos sino hasta los años 2000, está muy sectorizado el gusto musical. Encuentren que el rock es uno solo, que tiene un solo techo. Disfruten del blues, del rock n‘ roll y todas sus vertientes: el progresivo, el psicodélico, todo lo que ocurrió después en los 80, el metal, new wave, los 2000… ¡Hay cosas muy buenas! No creo que haya década que no haya entregado algo muy bueno para la humanidad, porque hay jóvenes dispuestos a ensayar en un garaje y a crear algo nuevo. Eso nunca va a dejar de pasar. Entonces, hay que ser agradecidos con los artistas que nos han hecho felices durante seis, siete décadas, y qué mejor que tener tiempo, como ahora, para sumergirse en ese mar y encontrar cosas espectaculares.
William Vergara
Aprovechando que la gente no se puede mover y tiene que quedarse quieta por obligación, es el tiempo para apreciar y descubrir algunos sonidos, cosas que usualmente no escucha regularmente, que casi nunca escucha.
Jair Vargas
En muchos momentos en esta cuarentena la presión social se ha convertido en “¡tienes que hacer algo que te siga garantizando que vas a ser una persona exitosa!”. Sin embargo, estamos en un momento crític,o el cual es necesario que un día termine bien. Entonces, busquemos todas estas cosas que hay en casa que nos puedan hacer felices. A mí, por ejemplo, escuchar a R.E.M. me produce una gran alegría en el corazón. Recomiendo también conectarse con la música de Luis Eduardo Aute, que falleció recientemente, y sentir esa alegría interior tan especial que él transmitía. Creo que es un buen momento también para escuchar música colombiana significativa, música colombiana grande; recordar cuáles son esas cosas que se hicieron acá, se hicieron muy bien y alegran el alma cuando se escuchan.
Luis Fernando Algarra
No está mal el “descanso” obligatorio al que nos obligó el mundo —entre comillas, porque mucha gente también está trabajando desde su casa—. Es un asunto difícil el de permanecer en casa, pero afortunadamente el arte es un bálsamo en medio de las preocupaciones, de la angustia que se puede sentir, de las noticias que uno consume y de pronto lo llevan a uno al pesimismo. Independientemente de lo que haga la persona en su casa, es necesario vivir el presente y disfrutar de lo que ofrece. Hoy en día no hay excusas para no conocer nuevos artistas y géneros: si una persona de pronto siente que ya escuchó mucho rock o mucha música contemporánea, puede ir a los clásicos porque allí también encontrará muchas respuestas. No estoy sugiriendo que las personas tengan una vida sibarita, sino apreciar en detalle de lo que es capaz el ser humano e ignoró con la corredera que el mundo llevaba hasta hace un mes.