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Schumann: el músico que se inspiró en la literatura

Como exponente del romanticismo alemán, Schumann articuló la música y las letras en un solo impulso creativo.

Julián Santamaría
16 de abril de 2019
El compositor alemán Robert Alexander Schumann (1810 - 1856). Foto: de Hulton Archive / Getty Images)

A pesar de que varios compositores han volcado su atención a las letras –están los casos de Franz Liszt y Héctor Berlioz, que se desempeñaron como críticos y ensayistas, Richard Wagner como dramaturgo, ensayista y teórico y Carl Maria von Weber como crítico y autor de una novela inacabada–, pocos han visto su vida y su obra tan atravesadas por las letras como Robert Schumann.

Schumann nació en una familia acomodada y su padre, August Schumann, fue un comerciante de libros que dedicó su tiempo libre a la escritura. August alcanzó a tener una producción importante de textos entre los que hay nueve novelas completas. Sumada a la influencia paterna,  recibió un influjo importante de conocimiento de los los clásicos griegos y romanos como parte del currículo escolar en el liceo de Zwickau.

Gracias a esto, la literatura fue un componente esencial en las exploraciones estéticas del joven Schumann. Durante su paso por el Liceo, escribió un ensayo titulado “Sobre la íntima relación entre la poesía y la música”, y ya en 1825 hacía intentos de traducción de las obras de Anacreonte, Homero, Sófocles y Horacio. Tan solo un año después, estudió detenidamente las obras de teatro de Friedrich Schiller de las cuales, años después, utilizó la tragedia de Die Braut von Messina (1803) (La novia de Messina) como inspiración para una obertura homónima, el Opus 100 de 1852.

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En los años de sus más tempranas composiciones empezó a escribir sus diarios personales, que dan cuenta de su interés por convertirlos en manuscritos de carácter literario y serían durante años un registro de su “educación sentimental”, así como los primeros poemas que recopiló en dos antologías: Blätter und Blümchen aus der goldenen Aue (1823) y Allerley (1825–28).

Quizás el mejor momento que ilustra la doble vocación que persiguió Schumann a lo largo de su juventud fue el recital de música y declamación organizado por el gimnasio en que estudiaba, Musikalisch-deklamatorischen Abendunterhaltung. El evento tuvo lugar el 25 de abril de 1828, pocos meses antes de su graduación. Allí, recitó un monólogo del Fausto de Goethe y procedió a interpretar una reducción del primer Concierto op. 61 para piano de Friedrich Kalkbrenner.

Terminado sus estudios en el Liceo, bajo la presión de su madre, se mudó a Leipzig para iniciar sus estudios como abogado. Sin embargo, dedicó gran parte del tiempo a la lectura, la escritura y a consolidar sus habilidades para la composición y la interpretación musical.

De esta época es posible reconocer las novelas de Jean Paul Richter y las composiciones de Franz Schubert como las dos grandes vertientes de inspiración. Schumann sintetizó la estrecha relación que percibió entre estos artistas en una carta que envió el 6 de noviembre de 1829 a Friedrich Wieck, padre de su futura esposa Clara: “Cuando interpretó a Schubert, es como si leyera una de las novelas de Jean Paul”.

A pesar de que Jean Paul Richter –cuyo seudónimo fue “Jean Paul”– es un autor menor entre los grandes exponentes del canón de la literatura romántica alemana, en vida y varios años después de su muerte gozó de una importante popularidad en europa central.  Bajo la influencia de Richter, emprendió una variedad de proyectos literarios. Entre los que Hottentottiana y Selene son los más conocidos. Hottentottiana. Selene es una Bildungsroman o “novela de aprendizaje” donde Schumann vertió gran cantidad de los elementos estilísticos y ejes temáticos de la obra de Richter.  De la misma manera, sucedió con Hottentottiana, diario personal que comenzó el 2 de mayo de 1828 hasta el 1 de abril de 1830.

Como lo expresó en ensayos como Juniusabende und Julytage (Tardes de junio y días de julio), Die Tonwelt (El mundo sonoro) y Das Leben des Dichters (La vida del poeta), bajo la concepción estética de Schumann, la música y la literatura son equivalentes. Sencillamente, se expresan en diferentes sistemas semánticos. Ambas deben optar por incluir elementos como un lenguaje abstracto y el carácter artesanal de la literatura para construir una totalidad orgánica y coherente.  

Hasta este punto de su vida, Schumann estuvo en un vaivén entre la literatura y la música. Era tan grande su pasión y dedicación por ambas expresiones que entonces sería difícil predecir cuál de las dos artes terminaría por ser su vocación. Sin embargo, fue con su traslado a Heidelberg en 1829 que la música empezó a tomar mayor importancia.

Allí, entró en contacto con una variedad de figuras y expresiones musicales que le interesaron. Hasta que estas experiencias lo impulsaron a abandonar las posibilidades de una vida en las leyes para dedicarse a la música.

Entonces, a partir de la década de los treinta, sus escritos empezaron a enfocarse en la prosa y la crítica musical. De ahí que la mayoría de los escritos de Schumann se enfocaron en las publicaciones que hacía para su periódico el Neue Zeitschrift für Musik (La nueva revista para la música) y algunos textos en prosa inacabados como El filisteo y el rey bribón y Die Davisbund. A pesar de seguir escribiendo poemas de manera esporádica, como lo comenta  John Daverio en Robert Schumann, Herald of a "New Poetic Age",  los diarios que escribió en esta época demuestran que dejó a un lado su interés por desplegar un tono literario y se concentraron en ser registros personales de las ocurrencias diarias del compositor.

Pero su interés por las letras nunca desapareció. Por el contrario, la literatura terminaría por atravesar toda su obra musical. Su convicción estética lo llevó a explorar el teatro, la poesía y la prosa como dimensiones de la música. Después de todo, a ojos de Schumann, tanto la literatura como la música son expresiones del mismo impulso estético.

No es de extrañar que al igual que otros compositores de la época como Hugo Wolf, Johannes Brahms y Franz Schubert, Schumann se alzó como un maestro en la composición de Lieder (canciones), composiciones, usualmente para cantantes o pianistas que giran en torno a la recitación de un texto poético. Dicho género le permitió explorar las posibilidades que existían al articular sus dos pasiones. Al finalizar su carrera, ya había compuesto más de 60 Lieder inspiradas en el trabajo de Byron, Thomas Moore, Hans Christian Andersen, Percy Bysshe Shelley y Álvaro de Almeida. Tal es el caso de composiciones como Das Paradies und die Peri (El paraíso y la peri) op. 50 de 1843, un oratorio profano basado en el cuento homónimo de Moore que fue adaptado y traducido por Schumann.

En sus composiciones sinfónicas y corales hay un constante esfuerzo por traducir y adaptar textos literarios como una manera de articular su concepción estética. Esto, de la mano de autores de todo el continente como Dante Alighieri, Francesco Petrarca, Benvenuto Cellini, Silvio Pellico, Vittorio Alfieri, Calderón de la Barca, Jean Racine, Jean-Jacques Rousseau, François Ponsard, Victor Hugo y George Sand.

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Al igual que su padre, de la mano de escritores como Thomas Macaulay, Oliver Goldsmith, Robert Burns, Percy Bysshe Shelley, Walter Scott y en especial de Lord Byron, fue cautivado por la literatura inglesa. De este último, adaptó Manfred: poema dramático (1817) después de leer la traducción al alemán de Karl Adolf Suckow.  A esta obra, basada en el rey rey Manfred de Sicilia del siglo 13, representado en la Divina Comedia de Dante y que interesó a Tchaikovsky y a Nietzsche, Schumann le dedicó su Opus 115 de 1852, Manfred. Dramatisches Gedicht in drei Abtheilungen  (Manfred, poema dramático en tres partes).

Pero como parte del espíritu romántico, movimiento marcado por la exaltación del nacionalismo, fue con sus coterráneos con quienes desarrolló una relación más estrecha. De ahí que la obra de autores como Franz Grillparzer, Karl Leberecht Immermann, Eduard Mörike, Johann Wolfgang von Goethe, Ernst Schulze, August Wilhelm von Schlegel, Friedrich Schiller, Annette von Droste-Hülshoff, Ludwig Tieck y Ludwig Christoph Heinrich Hölty, entre muchos otros, estén presentes en sus composiciones.

Debido a la gran popularidad de Liederkreis op. 24 (1840) and Dichterliebe (El amor de un poeta) op. 48, Heinrich Heine es a veces asociado como el poeta alemán que más incidió en la música de Schumann. Pero en realidad, fue Rückert al que más dedicó sus esfuerzos. En muchas ocasiones adaptó sus escritos, siendo la de mayor intimidad Liebesfrühling (La primavera del amor) op. 37, obra que compuso junto a su esposa, la compositora e intérprete prodigio del piano Clara Schumann, como constatación simbólica de su matrimonio en 1840. De hecho, una de las partituras fue enviada a Rückert, que respondió al gesto con un poema.

Otro de los escritores alemanes que más se asocia a la producción musical de Schumann es el poeta y novelista alemán Josef von Eichendorff. En varias ocasiones, cruzaron caminos con von Eichendorff, un hombre que también  importantes inclinaciones por la música, especialmente por el violín, pero nunca llegaron a consolidar amistad cercana.

Uno de los autores que Schumann leyó con gran interés y con quien tuvo una grata cercanía fue Hans Christian Andersen. Hoy recordado por sus “fábulas” y cuentos de hadas, en vida la popularidad de Andersen se consolidó con sus escritos de viajes, novelas y poemas. Esa popularidad no escapó al interés de Schumann, quien leyó con voracidad cada obra que pudo de Andersen.

En 1842, el aprecio de Schumann por la obra de Andersen lo impulsó a dedicar y enviar su Opus 40, Fünf Lieder. Dos años más tarde, cuando el autor danés estuvo visitando Alemania, decidió visitar al compositor en Leipzig. El encuentro, según lo registraron ambos, resultó en una amena velada donde se dedicaron a interpretar composiciones de Schumann acompañadas de lecturas del escritor. En una carta para Andersen del 14 de abril de 1845, Schumann describió la experiencia como “inolvidable”.

Como un precursor de lo que Wagner conceptualizó y ejecutó como Gesamtkunstwerk (obra de arte total), como lo explica Aigi Heero en Poesie der musik: zur intermedialität in Robert Schumann’s frühen shriften (Poesía y música: liminalidad en los primeros textos de Robert Schumann), el deseo de crear una obra coherente donde la literatura y la música se entremezclan de una manera orgánica en una totalidad que es mayor que la suma de sus partes. Dicho deseo se extendió hasta una edad avanzada y es esencial para entender el manantial de donde surgen sus composiciones tardías.

Si Jean Paul fue su gran inspiración en la juventud, el autor predilecto de sus últimos años de vida fue William Shakespeare. En varias ocasiones consideró la posibilidad de musicalizar obras como Romeo y Julieta y La tempestad. La única que llegó a concretar fue la Overtura a Julio César op 128.

Pero fue bajo el hechizo de Shakespeare que emprendió uno de sus últimos proyectos literarios de su de vida. En 1852, se dedicó a estudiar detenidamente de la obra del dramaturgo inglés. Para hacerlo, se tomó un año entero donde mermó su producción musical. Como extensión de este perpetuo impulso por adentrarse entre las letras y la música, empezó a escribir el Dichtergarten (El jardín de un poeta), una antología que pretendía compilar los textos de autores del canon occidental dedicados a la música. Pero el proyecto se vio interrumpido por los problemas de salud mental que habrían de acabar con la vida de este compositor, hasta ese momento ya tenía un manuscrito con más de 300 palabras.

Tan solo dos años después, en 1854 fue recluido en el hospital psiquiátrico de Endenich al oeste de Bonn después de un intento de suicidio y dos años más tarde murió en dicha institución. Por esa razón el proyecto quedó inconcluso, pero, en palabras de Daverio, se alzó como “Una labor de amor, y el testamento final, no solo de su pasión por la literatura sino de su constante interés en la relación entre la palabra y la música”.