Concierto
Cómo doblegar 10.000 cuellos, o la odisea de Slipknot en Knotfest 2019
En la segunda edición del festival, Slipknot arrasó el Hipódromo con su incomparable contundencia sonora y una hipnótica atmósfera teatral. La gente, cansada por la jornada y el titánico trancón, gastó sus restos en cantar y entregarse en las horas de descarga continua.
Knotfest Colombia 2019 fue más que solo Slipknot, sería injusto no mencionar que, como pudieron presenciar algunos, hubo puntos altos todo el día. Se cuenta que A.N.I.M.A.L la rompió y que entre sus tantas canciones arengó el Paro nacional. Se cuenta que Stratovarius y Testament hicieron lo que hacen siempre. Y fue necesario preguntar porque, así se quisiera llegar temprano y ver el sol caer viéndolos, Bogotá conspiró para hacerlo MUY difícil.
Para miles, llegar significó una experiencia digna de cuento de Julio Cortázar. En un día libre de paros, el viernes conjugó uno de los peores tráficos en la historia reciente (es decir, de la semana). La autopista colapsó, la Avenida Séptima colapsó, pero afortunadamente no había opción: grandes bandas esperaban al final de un arcoiris de congestión vial que se extendió por cuatro horas. Por eso, a pesar de todo, unas 10.000 personas aterrizaron en el borde de Chía.
Una vez en el lugar, a pesar de ciertas extrañas restricciones que hacían difícil moverse entre escenarios y del ocasional combo borracho, la experiencia fue rotunda. Presentar dos escenarios lado a lado, resultó un acierto envolvente que no dio tiempo de pensar. El bombeo de estilos y épocas fue ininterrumpido, con esperas muy cortas entre espectáculos. Era una apuesta interesante que personalmente jamás había vivido y, creo, funcionó.
Sobre el orden de las bandas se puede discutir y es cuestión de gustos. Es probable que por cuestiones de trayectoria se haya decidido que W.A.S.P. tocara antes que Slipknot. Quizás, por intensidad y registro hubiera sido mejor Behemoth. Aún así, sirvió el respiro entre las dos porque Slipknot apeló a toda gota de energía.
Lo que se vivió
Desde las 8:30 de la noche, Accept sacó a relucir su cancha. Con un gran balance logró que todo sonara en su rockero lugar. La banda agitó las décadas que trae encima con un sonido ochentero y fresco a la vez. Wolf Hoffmann comandó la carga con su calva y su guitarra virtuosa y Mark Tornillo, que parece hermano de Dee Snider, cubrió con actitud y poder la vocal. El público ya acosaba cansancio, pero lentamente los alemanes lo fueron involucrando. No fue el único gran momento, pero escuchar claro y fuerte el memorable riff de Balls to the Wall y cantar mientras se desenvuelve justificó plenamente su visita.
Solo 10 minutos después, en el escenario contiguo, la visita de los transgresivos Behemoth resultó una verdadera revelación. En Rock al Parque ya habían dejado una grata impresión, digna de su recorrido y de su exploración, pero en este regreso sumaron capas con nuevo material de su discos más reciente I Loved You at Your Darkest (2018). Acorde con el álbum, su visual hizo gala de sus lobos siberianos, y desde su alucinante propuesta de disfraz y su intenso y retador comportamiento, los polacos emitieron su propia frecuencia, basada en brío, oscuridad y una pesadez creativamente virtuosa.
Nergal de Behemoth, reclamó a Bogotá lucir cansada. El público le respondió gozándo su misa oscura. Foto: Esteban Vega / SEMANA
Orion, bajista de Behemoth, más grande que la vida misma. Foto: Esteban Vega / SEMANA
Behemoth, cuatro en el escenario anoche (Nergal, Inferno, Orion, Seth), abordaron temas religiosos, cuestionaron si tapujos la idea de dios, e incluso retaron al público bogotano. En un punto de su entrega, su guitarrista líder y cantante, le reclamó a Bogotá “no ser la que conocía”. Seguramente la audiencia del Simón Bolívar en un ‘Día del Metal’ fue algo más expresiva y dinámica que la de ayer (azotada por la Bogotá difícil). Pero más allá del reclamo, al final de la presentación recibieron miles de gritos y aplausos genuinos y agradecidos. Dejaron la impresión de crecer y de hacerse cada vez más obligados en la conversación de los talentos definitivos de estos tiempos. Lo que hace Nergal al frente y lo que consigue Inferno en la batería es asombroso, y desde ahí el ensamble escupe talento al cielo. Impresionante.
Blackie Lawless llevó a sus seguidores a un paseo emocional. Foto: Esteban Vega / SEMANA
Luego de semejante espectáculo, le llegó el turno a W.A.S.P. La banda californiana lleva 40 años de camino y así, sabía que contaba con hinchada propia que cantó en el presente mientras regresó en el tiempo. A los ingenieros les tomó un poco más de una canción asentar su sonido, y desde ahí la banda proyectó su fuerte en el resto de la presentación. Con sus grandes himnos animaron a los suyos y capotearon la impaciencia de quienes ya sin muchas piernas y sin mucho cuello esperaban por la banda de la noche.
Por algo Slipknot prometió volver
Antes de su concierto, Corey Taylor había dicho en entrevista con ARCADIA que a Slipknot “le importaba mucho lo que hace, mucho”, y luego de verlos por primera vez, no quedó duda. La banda de Iowa lideró una descarga musical y performática difícil de comparar. Se enmarca en el Nu Metal, en el espectro del rock pesado (así a algunos les parezca demasiado general el concepto), pero también en el teatro, en la propuesta visual del disfraz y el hilo sonoro de la atmósfera.
Prendieron la llama desde antes de tocar incluso. Introdujeron su concierto con For Those About to Rock (We Salute You) de AC/DC. Luego embistieron con su potente sonido de guitarras, de doble bombos. En su propia vibración soltaron un arsenal de las que llaman “sus canciones quema-establos”, es decir las que no dejan mas opción que el headbang, el canto y el salto, todo a la vez. Patearon las expectativas rápido con barbaridades como sic, con éxitos que han sonado en la radio como Before I Forget, emociones como Psychosocial y The Heretic Anthem, y ataques enormes como All Out Life y Wait and Bleed. Las canciones más recientes vinieron de su disco más reciente We Are Not Your Kind (2019).
El Guasón de Heath Ledger, ¿eres tú?. No, pero la sola idea le sumó a una impecable intervención vocal de Corey Taylor. Foto: Esteban Vega / SEMANA
La mezcla fue una completa bomba. Cuando azotaron el material legendario sonó tan vigente como nunca y cuando desplegaron el material nuevo sonó legendario. 25 años y esto les da la cancha, algo impresionante. Personalmente, no supero la parte final de Unsainted, con un cambio de ritmo derretidor de rostros, lento y pesadamente armónico en sus guitarras y con esa sónica capa de sonido del DJ Sid Wilson. Y claro, que va retomando ritmo mientras se suma Taylor con su genial voz. Vale anotar que por momentos el cantante parecía ser el Guasón de Heath Ledger, cantando todo esto, así. Que viva el arte.
Su puesta en escena, los percusionistas/arlequines/presencias, que apoyaban en golpe y canto y lanzaban al aire sus micrófonos, todo parte de un talento y precisión musical grupal arrollador. Las pantallas s su vez se dispersaban en las distintas capas que ocupan estas nueve presencias en la escena (en la parte de atrás, en los decks, en los tambores). Y cuando la ola se calmaba, todo se hivanaba con momentos hipnóticos en los que con ondas sonoras de fondo, Taylor le hablaba y animaba a su público con cariño, con respeto. Dentro de estas intervenciones, prometió que volverían a la Bogotá en la que, a pesar de un tráfico infernal, lo único que llovió en la sabana de Bogotá fue rock intemporal.
Este es el setlist (tentativo)
Suceden muchas cosas a la vez, todas supremamente poderosas. Foto: Esteban Vega / SEMANA
Son nueve que aportan a las capas de sonido, a las capas de actuación, a un espectáculo difícil de comparar. Foto: Esteban Vega / SEMANA