Aniversario

Tupac Shakur: rapero, criminal, mártir

Hace exactamente dos décadas, el 13 de septiembre de 1996, el rapero más famoso de los noventa falleció después de recibir cuatro tiros saliendo de una pelea de boxeo en Las Vegas. Su asesinato lo convirtió en una leyenda. Tenía 25 años.

Christopher Tibble
13 de septiembre de 2016
Tupac nació el 16 de junio de 1971 en Harlem, Nueva York. Crédito Andy Buck / WikiCommons.

A los 17 años, Tupac Shakur se escapó de su casa. Sin un peso, se montó en un bus, cruzó Estados Unidos y recayó en Martin City, una comunidad pobre al norte de San Francisco. La situación de su hogar, en un barrio difícil de Baltimore, Maryland, lo había agobiado: su madre, Afeni, estaba embarazada, quebrada, adicta al crack, víctima de la brutalidad de un novio violento. En California se hospedó un tiempo en la casa de Linda, la esposa de su padrino, un Black Panther encarcelado por asesinar a una profesora durante un robo en 1968.

Tupac, quien llegaría a ser el rapero más importante de su generación -por no decir de todas las generaciones-, creció rodeado de figuras prófugas y criminales. La mayoría, a su vez, pertenecientes a grupos nacionalistas negros. Mutulu Shakur, su padrastro, un acupunturista, terminó tras las rejas en 1988 por robo armado y asesinato. Su tía Assata se había fugado de la cárcel, donde se encontraba por haber matado a un policía. Afeni, por su lado, había tenido a Tupac un mes después ser absuelta de más de 150 cargos por conspirar contra el gobierno de Estados Unidos. Sin esposo (el padre de Tupac solo apareció más adelante)  nombró a su recién nacido en honor al famoso guerrero Inca torturado y asesinado por los conquistadores españoles.

A pesar de las dificultades en su casa, y de haber tenido una infancia marcada por la pobreza y las continuas mudanzas que sufrió con su madre y hermana en Nueva York, la vida en Baltimore no era del todo mala. Durante dos años había estudiado ballet, poesía, jazz, música y teatro, incluido Shakespeare, en un colegio liberal. Allí, en el Baltimore School for the Arts, el futuro rapero gozaba de popularidad, tenía amigos, ganaba concursos de rimas. Se había convertido, según quienes lo conocieron en ese entonces, en una persona dulce, lejana a los estereotipos del joven negro que, asolado por la pobreza, recurría a las pandillas y al crimen.  

Tupac llegó a California con las cicatrices de una difícil dinámica familiar, pero también con el bagaje intelectual de sus familiares activistas (su libro favorito de adolescente era una biografía de Malcolm X), y con una formación, así haya sido breve, en las artes. No encajó en su nuevo colegio: rápidamente se convirtió en un objetivo fácil para los pandilleros, quienes se burlaban de él porque escribía poesía, le gustaba leer y no sabía el nombre de las principales estrellas de Básquet.

Sin embargo, poco después, en 1990, la vida de Tupac dio un giro: se convirtió en un bailarín para el grupo de rap Digital Underground y, un año después, consiguió que el fundador de la disquera Interscope escuchara una grabación casera suya. Para medir si era bueno, el magnate entregó el audio a su hija adolescente, quien no tardó en decirle que le había gustado. Así, con el aval de la nueva generación, Interscope engranó su maquinaria para lanzar el primer álbum del rapero incipiente: ‘2pacalypse Now’, un disco militante y cargado de mensajes políticos que fue criticado hasta por el vicepresidente de Estados Unidos Dan Quayle. Algo que, cómo no, ayudó en las ventas.

Desde 1991 hasta 1996, año en que fue asesinado bajo misteriosas circunstancias tras abandonar una pelea en Las Vegas, Tupac se consagró como un genio musical. En ese lustro lanzó cuatro discos que cambiarían para siempre el gangsta rap, un subgénero que había aparecido a finales de los ochenta y que se había diseminado por todo Estados Unidos a una velocidad impresionante. Tupac se convirtió así en el portavoz de una generación de desahuciados, quienes encontraron en su personaje artístico a un ídolo que no solo cantaba sobre el ghetto, el racismo y los enfrentamientos entre los negros y la policía, sino que además parecía vivir como ellos.

Con un afán por encajar con la imagen de gangster, de hombre duro, Tupac, casi contra su naturaleza, sufrió una transformación poco después de lanzar su primer disco. Se mudó, primero, a South Central, uno de los barrios más difíciles de Los Ángeles. Allí, consciente de que para transmitir con eficacia su mensaje racial debía también encarnarlo, empezó a ir al gimnasio, se tatuó y compró una pistola. Para llegarle a su público, tenía que mostrarse como un hombre duro, sin miedo, indiferente al alcance de la ley. A pesar de que había algo teatral en su haber, y de que en los círculos más íntimos del rap no muchos hacían caso de su transformación, Tupac se empeñó en conseguirlo. Y lo logró. Una tarde en Atlanta le disparó a unos policías blancos y se salió con las suya (más adelante se esclareció que los oficiales estaban borrachos y habían iniciado la trifulca). Y luego, tras una turbia noche de fiesta en Nueva York, fue acusado de abuso sexual.

Durante su juicio, tras el cual terminó en la cárcel, Tupac consumó su papel de gangster. El actor se convirtió en el personaje: mientras grababa en el estudio de un amigo, tres hombres entraron y le dispararon cinco veces. Aunque sobrevivió, el incidente desembocó en paranoia. El rapero no tardó en empezar a culpar a sus allegados, incluido a Christopher Wallace (Biggie Smalls), iniciando así una de las disputas más famosas en la historia del rap. Después de salir de prisión, bajo la tutela de un polémico y criminal empresario musical, Tupac vivió su último año como el personaje en el que se había transformado para, paradójicamente, lograr que se difundiera su mensaje de injusticia y racismo. Y murió, también, como un gánster, a los 25 años.