JUSTICIA Y PAZ.
Las confesiones de Hasbún
El empresario que se convirtió en jefe paramilitar de Urabá le contó a la Fiscalía reveladores secretos de ese capítulo macabro de la historia de la región bananera.
El día que Raúl Hasbún llegó a la oficina de Pedro Juan Moreno, secretario de Gobierno del entonces gobernador de Antioquia, Álvaro Uribe, se llevó una gran sorpresa. El empresario bananero le planteó a Moreno el interés que tenían varios de los propietarios de fincas de Urabá en montar una cooperativa de vigilancia, Convivir. Pero Moreno le dijo que no montara una, sino una docena. En pocos meses, Urabá tenía 12 de estas organizaciones donde se agrupaban 150 personas, 800 radios, carros y armas.
Si bien para ese entonces -mediados de los 90-, las Convivir tenían el visto bueno del gobierno nacional, el problema es que Hasbún no sólo era dueño de plantaciones de banano y de extensas ganaderías, sino que se había convertido desde hacía tiempo en el comandante 'Pedro Ponte', de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá.
En su versión libre (iniciada en julio) no ha titubeado al confesar que él mismo dio la orden de asesinar a todas las personas "que olieran a guerrilla". Sin parpadear, confesó la masacre cometida en San José de Apartadó en 1998. Dijo que ordenó la matanza porque este corregimiento era muy alejado, y la logística para desplazarse hasta allí, tan difícil, que no se justificaba hacer la incursión para matar a una o dos personas. Entonces, para optimizar el viaje, mataron el mayor número posible de supuestos colaboradores de las Farc.
¿Cómo pasó este hombre dueño de 4.000 hectáreas de las mejores tierras a convertirse en un criminal? Según su relato, en una ocasión intentó vender una finca, pero nadie quiso comprársela porque en Urabá había mucha guerrilla. Decepcionado porque su riqueza estaba perdiendo valor, y porque estaba siendo extorsionado, buscó un contaco para conocer a Fidel Castaño, que ya tenía un grupo de paramilitares en Urabá, y ofrecerle su apoyo. Poco después lo invitaron a una finca donde conoció a Carlos y a Vicente Castaño. Desde ese momento se convirtió en colaborador de las autodefensas. Poco después, en 1996, le hicieron entrega de un grupo de 40 hombres armados que quedaron bajo sus órdenes.
Sin perder su fachada de empresario de alto turmequé, se había convertido en un jefe paramilitar, sanguinario y ambicioso como pocos, guiado siempre por Vicente Castaño. Y para ello utilizaba la información que salía de las Convivir. Hasbún dice que las 12 Convivir que se conformaron en Urabá trabajaban en red, y la información le llegaba a él directamente, como jefe paramilitar, al tiempo que lo mismo pasaba con los militares y la Policía. Generalmente quienes hacían las operaciones eran los paramilitares porque tenían mejores recursos. "En una ocasión las Convivir dieron la ubicación exacta de unos guerrilleros. Cuando el Ejército fue a reaccionar, los dos camiones que tenían estaban sin gasolina y otro sin batería. Y cuando por fin iban a salir, resulta que no tenían radios. Finalmente no se hizo la operación", cuenta. La Convivir de Urabá les pagaba la gasolina al Ejército, a la Policía y al DAS, les prestaba los carros y hasta los radios de comunicación, según Hasbún. Y cuando los organismos de inteligencia no podían judicializar a alguien, esa información la recibían los paramilitares, que de inmediato lo asesinaban.
Eso era posible gracias a que el sistema que habían montado los paramilitares hizo millonarias a las Convivir. "Entraba un platal enorme. Millones y millones de pesos", dice. Y es que Hasbún cumplió al pie de la letra la orden que le dio Vicente Castaño: que garantizara que cada persona de Urabá le diera dinero bien fuera a las Convivir, o a las autodefensas. El propio Carlos Castaño hizo varias reuniones con empresarios bananeros y directivos de empresas exportadoras, en las que se acordó el pago de tres centavos de dólar por caja de banano exportada, dinero que era recaudado por la Convivir Papagayo, administrada por Arnulfo Peñuela, hoy detenido. El pago continuó hasta 2003, en casos como el de Chiquita Brands, empresa que reconoció haber financiado por esta vía a las autodefensas. Aunque Hasbún lo niega, otros jefes paramilitares aseguran que un centavo de los tres que se recaudaban iba para las autodefensas.
Hasbún insiste en que sólo unos pocos bananeros conocían su doble condición de paramilitar y empresario, pero personas que vivieron en la zona durante esos años dicen lo contrario. Todo el mundo sabía que Raúl Hasbún, dueño de por lo menos cinco fincas y representante legal de varias Convivir, era el mismo comandante 'Pedro Ponte' de las autodefensas que ordenaba los asesinatos y las masacres que hicieron de Urabá la región más violenta del país.
Lo que sí reconoce el ex paramilitar es que el dinero que pagaban los ganaderos -10.000 pesos por hectárea al año- iba directamente a las arcas de las autodefensas y servía para financiar el para-ejército rural. Los comerciantes y otras empresas de la zona les pagaban a los paramilitares que operaban en las zonas urbanas. Caso especial resultó la mención de Postobón en su versión libre. Hasbún ratificó lo dicho antes por Salvatore Mancuso, en el sentido de que esta empresa de gaseosas les pagó una cuota extorsiva a los paramilitares. Según explica, en principio la empresa se negó a pagarles, entonces las AUC secuestraron sus carros y conductores, hasta que Postobón envió a su jefe de seguridad a hablar directamente con Carlos Castaño. Se logró un acuerdo de pagar 10 millones de pesos mensuales por cada departamento del país. Postobón no quiso pronunciarse sobre este tema.
Aunque en una primera versión Hasbún dijo que Coca-Cola también había pagado una cuota, después rectificó y dijo que estaba confundido. Sin embargo, reconoció haber asesinado a tres sindicalistas de esta empresa, muertes que han tenido a Coca-cola en la lista de empresas cuestionadas por las ONG internacionales.
Tanto era el dinero que recogían las Convivir, que hicieron por lo menos dos carreteras con su propia maquinaria y de acuerdo con los objetivos militares de los paramilitares. El plan de expansión hacia el Urabá chocoano que había ideado Vicente Castaño se encontró con un gran obstáculo: no había carretera para entrar los aprovisionamientos de comida y munición. Entonces decidieron construirla. La Convivir lideró un convite y les pidió apoyo a los finqueros de Belén de Bajirá y en Riosucio, a la Alcaldía y hasta el Ejército. La Convivir ponía la retroexcavadora, la aplanadora y todo el material necesario. "La carretera, que era una necesidad para las autodefensas, se le vendió a la comunidad como una obra de beneficio social", dice el ex paramilitar.
Vicente Castaño ordenó que se controlara también todo el narcotráfico que salía por el puerto de Turbo. Por cada kilo de cocaína que salía del puerto, las autodefensas cobraban 50 dólares. La mitad del dinero se le enviaba a Castaño. El enlace entre los paramilitares y el narcotráfico era un hombre conocido como Mateo Rey, quien hace pocos meses fue asesinado en San Pedro de los Milagros, en Antioquia.
Tanto sería el control que tenían los paramilitares en Urabá, que en varias ocasiones cerraron cinco kilómetros de la carretera Panamericana, en una zona donde ésta es plana y ancha, para que aterrizaran avionetas que venían cargadas de armas y munición y se iban cargadas de cocaína.
La versión libre de Raúl Hasbún, así como las de Hebert Veloza, alias 'H.H,' y la de Freddy Rendón, alias el 'Alemán', demuestran que en Urabá hubo un proyecto paramilitar con tentáculos en todos los campos y sectores. Eso pone en cuestión la idea de que la región fue 'pacificada' por las autoridades civiles y militares, que tanto elogio han hecho de un proyecto de seguridad que dista bastante de ser un modelo a imitar.