ENTREVISTA

“Nunca se me apagó la vela”: Juan Manuel Santos

El presidente Juan Manuel Santos habló con SEMANA sobre la estrategia de negociación y la montaña rusa que fueron los cuatro años de la mesa de La Habana.

27 de agosto de 2016
Juan Manuel Santos. | Foto: Guillermo Torres

SEMANA: ¿En qué momento tomó la decisión de hacer la paz?

JUAN MANUEL SANTOS: Esa fue una decisión que fui madurando con los años pues gran parte de mi vida pública ha estado marcada por la búsqueda de la paz. Recuerdo un momento que me impresionó muchísimo cuando tuve que entregarle a Mandela la presidencia de la Unctad en Sudáfrica, y tuve el privilegio de estar con él como tres horas discutiendo sobre la paz. En Sudáfrica estaban en esa época las comisiones de la verdad televisadas donde hablaban víctimas y victimarios de cara al país. Todo eso me dejó muy impactado, pues en Colombia llevábamos años viviendo olas de violencia. Desde ahí, hace 25 años, empecé a estudiar a fondo el tema de los procesos de paz.

SEMANA: ¿Y qué conclusiones sacó?

J.M.S.: Después de estudiar ese y otros procesos me dí cuenta de que los nuestros habían fracasado porque no se cumplían las condiciones mínimas para llevarlos a cabo. ¿Cuáles eran esas condiciones? La primera, que la correlación de fuerzas militares tiene que estar a favor del Estado. La segunda, que los comandantes de la guerrilla tienen que darse cuenta de que para ellos es mejor negocio hacer la paz que continuar la guerra. Y la tercera, un entorno regional favorable. Si el entorno regional no apoya un proceso y los países vecinos no son partidarios de la paz, esta es muy difícil.

SEMANA: ¿Y en qué momento toma la decisión de buscar una negociación con las Farc?

J.M.S.: En el discurso de posesión dije que no botaba la llave al mar, y desde ahí tenía el tema en la cabeza. Sabía que las condiciones objetivas se estaban cumpliendo. Pero faltaba tener un entorno regional más favorable. Por eso, desde que me posesioné, busqué recomponer las relaciones con el presidente Chávez y el presidente Correa. Las relaciones diplomáticas eran muy tensas entre los países y yo era considerado casi como un enemigo de ellos. Eso no era conveniente para el país y menos para un eventual proceso de paz.

SEMANA: ¿Consultó mucho la decisión de iniciar el proceso de paz? ¿Qué le dijeron sus asesores?

J.M.S.: La verdad fue una decisión muy solitaria. Casi todos me dijeron que era inconveniente porque tenía un costo político muy alto.

SEMANA: ¿Por qué creerles a las Farc esta vez si habían engañado y manipulado tanto en los procesos pasados?

J.M.S.: Todo proceso de paz es una construcción lenta de confianza. Cuando empezamos, la desconfianza mutua era total. Pero hubo dos elementos que fueron claves para saber que, más allá de las posiciones antagónicas entre el gobierno y las Farc, ellos se estaban tomando en serio este proceso. La primera, que les dimos de baja a su máximo líder, Alfonso Cano, y siguieron adelante; esa era la regla del juego acordada y la respetaron. Ellos también tenían planes contra mí. Y la segunda, que en la fase secreta, que duró más de un año, no hubo ninguna filtración de lo que estaba ocurriendo. Eso fue un termómetro de que podía ser distinto. Y luego apliqué el esquema de Isaac Rabin, ex primer ministro israelí cuando negoció con Yasser Arafat: “Voy a negociar con terroristas como si no existiera terrorismo, pero voy a combatir a este terrorismo como si no existieran negociaciones de paz”. Hacer esa diferencia fue muy difícil, pero fue efectiva. Fue exactamente lo que yo apliqué.

SEMANA: ¿Qué papel jugaron los cuatro asesores internacionales que acompañaron toda la negociación: Shlomo Ben-Ami, Jonathan Powell, Joaquín Villalobos y William Ury?

J.M.S.: Un papel muy importante. Nos reuníamos con mucha frecuencia y analizábamos en dónde íbamos, qué iba a pasar después, los posibles escenarios, los dilemas, las opciones. Me dieron siempre mucha seguridad y tranquilidad.

SEMANA: ¿El proceso de paz en Colombia se parece a cuál que hayan mirado ustedes?

J.M.S.: Cada proceso tiene sus particularidades. Nosotros recogimos elementos del proceso de El Salvador, de Sudáfrica, de Irlanda, de Sri Lanka, entre muchos otros.

SEMANA: ¿Hay algún elemento particular del proceso de Colombia que haya sido determinante en la negociación?

J.M.S.: Uno de los aspectos claves en este proceso de paz fue involucrar a las Fuerzas Armadas. Yo les informé casi desde el principio de lo que iba a hacer para no tomarlos por sorpresa. Y por esta razón escogí a dos negociadores que tenían la más alta legitimidad dentro de las propias fuerzas: el general Mora en el Ejército y el general Naranjo en la Policía. No se podía hacer la paz sin ellos.

SEMANA: ¿Por qué?

J.M.S.: Primero, porque las Fuerzas Armadas son las que han puesto el pecho en la guerra y tienen una gran respeto ante el país. Y segundo, porque si no estaban involucradas pueden oponerse al proceso, como ocurrió en el pasado, y llevarlo al fracaso. Eso fue un elemento crucial. Otro factor determinante fue lo bien planeado y el peso del equipo negociador: una persona con prestigio, como De la Calle; el perfil de Sergio Jaramillo, mi comisionado de paz, hombres de la entraña del empresariado como Luis Carlos Villegas y Gonzalo Restrepo, la experiencia de Frank Pearl y el resto del equipo que era de lujo.

SEMANA: ¿Hubo un momento en que estuvo a punto de botar la toalla?

J.M.S.: ¿La verdad? No. Nunca vi una situación en la que dijera: ‘No puedo continuar’. Sí enfrenté muchas situaciones dificilísimas, donde mucha gente que me rodeaba presionaba para que tirara la toalla, pero nunca se me apagó la vela.

SEMANA: ¿Cómo fue la recta final con el refuerzo de la canciller, el senador Roy Barreras y los ministros Pardo y Cristo a la mesa de negociación ¿No generó un choque de trenes con el equipo que ya estaba?

J.M.S.: Yo fui mandando sangre nueva como una manera de facilitar las negociaciones. Es necesario. Claro, eso genera tensiones. Hay que entender que los procesos de negociación por dentro son como una olla a presión. A mí, como presidente, me tocaba evitar que estallara. Pero esas situaciones son normales. Eso le sucedió al equipo de Carter cuando estaba negociando con Sadat y a los irlandeses les sucedió exactamente lo mismo. Una forma muy gráfica es que hay que liberar la válvula para que salga la presión. El trabajo y el sacrificio del equipo negociador merece todo mi respeto y toda mi admiración.

SEMANA: ¿Qué papel jugaron Iván Cepeda y Henry Acosta?

J.M.S.: Los dos fueron importantes intermediarios –cada uno a su manera– para facilitar las negociaciones. Álvaro Leyva, Manuel José Cepeda, Juan Carlos Henao y Enrique Santiago también ayudaron mucho, y fueron decisivos en momentos claves.

SEMANA: Hay dos puntos en los que usted personalmente insistió mucho y que fueron polémicos, incluso dentro de su equipo negociador pero que usted se empeñó en mantener: la participación de la ONU y el plebiscito.

J.M.S.: Sí, de acuerdo. Los dos tenían muchos enemigos de este lado y del otro lado de la mesa. Sobre la ONU, decían que existía el riesgo de que el Consejo de Seguridad interviniera demasiado y llegara a condicionar la soberanía del país. Otros decían que la ONU está muy inclinada a la izquierda y generaba temores en ciertos sectores.

SEMANA: Pero con lo que ha sucedido en otros conflictos, como en África, el Consejo de Seguridad sí ha intervenido a fondo en los países. Había temores fundados.

J.M.S.: Para tener total tranquilidad de que el Consejo de Seguridad de la ONU no se iba a involucrar en temas distintos a los de verificación de los acuerdos me puse en la tarea de llamar a los presidentes Obama, Cameron y Hollande. Además, me reuní directamente con el presidente ruso y con el presidente chino para que ayudaran a que el Consejo de Seguridad hiciera una resolución absolutamente limpia en ese sentido. El gobierno inglés, además, aceptó lo que en esos casos llaman ‘penholders’, que son los que vigilan la redacción de las resoluciones. Para mí que la ONU estuviera detrás le daba legitimidad y confianza al proceso.

SEMANA: ¿Y qué tanta oposición tuvo la idea del plebiscito?

J.M.S.: Muy pocos estaban a favor. Unos en contra por principios, otros en contra porque era correr un riesgo innecesario, otros en contra porque no les parecía políticamente conveniente. Por diferentes razones. Y las Farc, porque eso era lo que les quitaba a ellos la constituyente.

SEMANA: ¿Dudó alguna vez con el plebiscito?

J.M.S.: No. Nunca. Fue una decisión que tomé, defendí y sigo defendiendo a pesar de los riesgos y costos políticos.

SEMANA: Alcanzó a existir el rumor de que usted estaba presionando a la Corte Constitucional para que tumbara el plebiscito…

J.M.S.: Eso fue un invento malévolo. Tanto, que me tocó ir a sentar mi posición ante los magistrados para que no hubiera ninguna duda.

SEMANA: ¿Cuál cree usted que es el desafío más importante ahora en el posplebiscito?

J.M.S.: Lo primero, ganar el plebiscito del 2 de octubre. Ese respaldo popular le va a dar una gran la legitimidad a la paz. Lo segundo, es tener una coordinación efectiva por parte del Estado para que la implementación comience rápido y la gente se dé cuenta de que se está cumpliendo. Eso genera confianza y credibilidad. Y tercero, mantener la seguridad. La del país, la de los ciudadanos y de las Farc reintegradas a la vida civil.

SEMANA: Una de las grandes preguntas frente al posconflicto es de dónde va a salir la plata en momentos de apretón fiscal. ¿Qué ha pensado?

J.M.S.: Aunque la situación fiscal es apretada, el presupuesto es manejable. La plata que falta la vamos a conseguir. Además, hay que entender que la implementación de los acuerdos no es de un día para otro. El desafío de la construcción de la paz es de varios años.

SEMANA: ¿De dónde salió la idea del cónclave?

J.M.S.: La idea del cónclave fue de uno de los asesores internacionales, del inglés Jonathan Powell. Me dijo que en estos procesos a veces hay que hacer como en los de los papas para elegirlos. Encerrarse hasta que haya humo blanco. Pero claro, eso hay que hacerlo cuando las cosas ya están suficientemente maduras. Si se hace antes el proceso explota. Se lo comenté a Timochenko cuando estuvimos en Cuba y estuvo de acuerdo.

SEMANA: ¿Cómo cree que le va a ir a las Farc en la política?

J.M.S.: Si no modernizan el discurso y no se despojan de conceptos anticuados y muy ideológicos, no les auguro mucho éxito en la política. Amanecerá y veremos.

SEMANA: ¿Su visión de las Farc cambió durante estos años?

J.M.S.: Yo creo, más bien, que ellos cambiaron. Usted analiza el discurso de Iván Márquez de Oslo y el de Iván Márquez de la semana pasada y se da cuenta de que el cambio es del cielo a la tierra. Han evolucionado. 

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